Sevilla

Un censo bajo cajas de cartón

  • Una asociación inicia un cuenteo de personas sin hogar para elaborar un informe con propuestas para los organismos públicos. El perfil de los sin techo ha cambiado perdiendo homogeneidad.

3 de noviembre. Cae la noche en Sevilla. La oscuridad baja la temperatura mientras se lleva a cabo en la ciudad el primer recuento de personas sin hogar. Lo promueve la organización Voces, que trabaja de la mano de Solidarios para el Desarrollo y Pro Derechos Humanos. Buscan tener una toma de contacto global para hacer un particular censo de personas que duermen en la calle para así elaborar un informe y poder plantear propuestas a los organismos públicos. Unas 90 personas acudieron a la convocatoria para buscar a los sin techo repartiendo la ciudad en 20 rutas.

Voces está formada por un grupo de voluntarios que se unieron en 2007 para protestar ante el hecho de que se homologaran rejas en espacios públicos sin dar alternativas a las personas que ocupaban esos espacios por las noches. Desde entonces, Voces se ha movido por los derechos de este colectivo de personas a las que las circunstancias de la vida les han llevado a vivir en la calle.

No se observa un perfil homogéneo entre las personas que han sufrido algún proceso de desarraigo social que les haya terminado conduciendo a vivir en la calle. Atrás quedaron estereotipos que señalaban a los vagabundos como personas de mediana edad y problemas con el alcohol. Recorriendo las calles y hablando con los afectados se puede comprobar que no hay nada más alejado de la realidad. Hay varios factores que modifican ese perfil, como la inmigración o la crisis, sin contar las enfermedades mentales: muchas de las personas que se exponen a dormir al raso tienen graves problemas psiquiátricos o acaban teniéndolos al vivir en esa situación.

¿Qué lleva a alguien a vivir en la calle? ¿Por qué muchos de ellos no buscan alternativas a esa situación de desamparo? Estas y otras preguntas sólo encuentran respuesta si se entiende que un bucle de circunstancias pueden llevar a las personas a un estado de agotamiento por el cual pierden las ganas de cambiar de vida. Una ruptura familiar, problemas económicos, una cosa lleva a la otra y antes de darse cuenta se encuentran en la calle con la ropa hecha trapos y con miradas recelosas de la gente. Llegados a esta situación, ¿quién les va a dar trabajo? Entran en un círculo de difícil salida en el que lo más fácil es dejarse llevar y dejar que las horas pasen, estar mil anocheceres esperando a nada y a nadie en la soledad de la calle.

Soledad que a veces se interrumpe por la violencia, por lo que muchas de las personas sin techo se ocultan para protegerse. Una cámara de vigilancia en la puerta de un banco, o una ventana de cristal para poder romperla en un momento dado y que suene la alarma son buenas excusas para sentirse más amparados en la oscuridad de la noche.

En pleno recuento aparece Antonio, un escritor de poesía que resguarda sus noches en una esquina de la Avenida de la Constitución. Frente a la Catedral, este portugués crea sus poesías en un cuaderno que guarda como un tesoro. Viajó a Sevilla hace cinco años porque su matrimonio se había roto y quiso dar un cambio trabajando en la Feria de Sevilla. Esa huida se truncó y lo que iba a ser un buen trabajo en principio acabó en un oficio de aparcacoches. “Hay cosas que se pueden aprender”, lee Antonio de su poesía, pero “hay otras que se pueden vivir”. Se ha decantado por aprender y vivir la vida desde sus vertientes más duras. Cuando se le pregunta qué pediría si pudiera, responde que unos calzoncillos, unos calcetines y un libro. Antonio es feliz así, no quiere un techo para resguardarse en las noches más calurosas ni en el frío invierno. Tan sólo quiere unos calzoncillos, unos calcetines y un libro, porque tal y como lee le gusta “mirar la luna, observar las estrellas” desde esa esquina.

Es sólo un caso más en las calles de esta gran ciudad. Frente al Teatro de la Maestranza, esperando como si aún no hubieran abierto las puertas para la próxima obra, está Francisco. Con aspecto de galán, aguarda sentado a que pasen las horas, amanezca y abran las puertas de la biblioteca. Ahí es donde pasa todo el día un licenciado en Ciencias Económicas que lleva tres años en la calle y para quien la lectura es una vía de escape. Puesto al día en todas las noticias de la prensa, mantiene una interesante conversación sobre la última obra de Bolaños o la narrativa de Vargas Llosa, guardando para sí las duras historias que lo llevaron a la calle. 

Avanzando en este particular censo de personas sin techo se comprueba que muchas de esas personas no entran en los clásicos perfiles; cada día encaran esta dura situación desde la marginación, incluso rechazando ellos mismos el actual sistema. Tampoco se trata de considerar a estas personas como meras cifras, pero al menos, y esa es la pretensión de Voces, sí sensibilizar a los ciudadanos para derribar los prejuicios y barreras que en la mayoría de los casos impiden levantar cabeza a estas personas que llevaban una forma de vida convencional pero que en algún momento recibieron un duro golpe que les hizo caer.

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