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Sevilla

Más de Notting Hill que del Rastro

  • Mercadillo. La nueva directiva del Jueves quiere toldos para los puestos, vallas para cerrarlo al tráfico y seis mil folletos con planos del histórico zoco para uso de turistas

Los vendedores ambulantes del mercadillo del Jueves, el más antiguo de Europa, a cuya existencia debe su nombre la calle Feria, tomaron el Palacio de invierno. En día de bajas temperaturas, el nuevo secretario de la Asociación Histórico-Popular El Jueves, Federico Valcárcel (Sevilla, 1962), acompañado de otros miembros de la nueva directiva, firmó un protocolo con representantes del Ayuntamiento en el Palacio de los Marqueses de La Algaba. 

Federico lleva treinta y tres años vendiendo en El Jueves. “Hace tres años estuvo a punto de desaparecer. Voy a luchar para que esto permanezca”. Su padre, Rafael Valcárcel, fabricaba fuertes de madera y sus hermanos mayores los vendían, uno en la Encarnación, otro en el propio Jueves. Le enseñó el oficio de la venta Paco el Tarugo, que vendía cosas de cerámica. “Venía en verano con él, porque en invierno tenía que ir al colegio”.

Con ese magisterio se consagró como coleccionista, aunque le gusta llamarse a sí mismo “buscavidas”. Algunos anticuarios pasan por su puesto, junto al antiguo cabaret Viña-Blanca, frente al Archivo de Protocolos, y le piden qué necesitan para asociarse. Reúnen en la actualidad a unos 170 vendedores. “Dicen que ya funcionaba con los árabes, aunque no hay papeles”, dice quien se encarga de los “papeleos”.

A tres meses de las elecciones municipales, faltan 13 Jueves en la calle Feria, confía en que el futuro alcalde de Sevilla haga suyas las reivindicaciones de este colectivo: toldos para los puestos, tres vallas para cerrar su perímetro el día de venta al público. “Queremos repartir seis mil folletos con el plano del Jueves para los turistas”. Federico tiene mano con los extranjeros. “Una vez le vendí aquí mismo un cacharro de marfil y plata a Catherine Deneuve. Me hicieron un montón de fotos”. Ha vendido de todo, incluidas monedas. Ahora su atención numismática se centra en el euro. “La cuota es de diez euros al mes, 2 euros y cincuenta céntimos por cada Jueves”.

Su padre hacía fuertes y su madre, Esperanza, criaba a los vaqueros del viejo Oeste de la Alameda. Falleció un Miércoles Santo viendo en la calle a la Lanzada. Federico es padre de la cantante Tamara. “A mi hija no le gusta que venga, no quiere verme aquí, pero si no vengo me falta algo. Los jueves me levanto a las seis de la mañana y miro por internet qué tiempo va a hacer”.

Con normas y municipales  irán poniéndole coto a “la morralla”. Federico presume de la distinguida clientela de este mercadillo en el que Carriazo encontró la pista que le llevó al tesoro del Carambolo. No exagera en cuanto a la clientela. Ayer paseaban entre los puestos el político y novelista Felipe Alcaraz, el pintor y cantante Benito Moreno –su hija Beatriz vende abalorios–, el pregonero y poeta Joaquín Caro Romero, el historiador Manuel Moreno Alonso, el cantaor Curro Fernández, el imaginero Juan Luis Aguado, el matador de toros y empresario Bartolomé Sánchez-Coto, acompañado por su esposa, María Luisa del Vando, sobrina del poeta Isaac del Vando y ex propietarios del restaurante La Albahaca del barrio de Santa Cruz, o Diego León, historiador local con rarezas como pregonar el Rocío en Mataró o escribir una biografía del torero Cara Ancha, gloria de Aznalcázar en quien Antonio Machado personalizó su poema del pasado efímero.

Federico se da una vuelta por el puesto de libros de Luis Andújar. A las doce, el Angelus. A la una, el Gambrinus. En Casa Vizcaíno. “Queremos poner el Jueves un estilo París o Londres”.Más Notting Hill que el Rastro. Ese cosmopolitismo de la calle Feria que Chaves Nogales describe en su biografía de Belmonte, el hijo del quincallero.

El secretario del Jueves habla y despacha a la vez. Si el Jueves viene de los árabes, él se remonta a los fenicios. “Si te llevas unas pocas, te las dejo más baratas”, le dice a un potencial comprador de estampas. Sevillano de la Alameda, es compañero de puesto de dos vendedores de la ribera. Uno, de Alcalá del Río. El otro, Miguel Román, de La Algaba. “Es más joven que yo, pero le hemos puesto el Patriarca porque se sienta ahí y ya no se mueve”. 

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