Copa del Rey · La Crónica

De la impotencia a la falta de gol (1-0)

  • El Sevilla deja viva su eliminatoria con el Valencia a pesar de regalar otro gol absurdo. El equipo de Marcelino pasó de controlar el juego a oler a perdedor tras el 1-0, pero fue capaz de sobreponerse para rozar el empate

El Sevilla sale vivo de Mestalla en la Copa del Rey. La buena noticia para los seguidores blanquirrojos. El Sevilla tiene motivos para sentirse insatisfecho por su falta de gol, por su incapacidad para haber plasmado en el marcador su innegable superioridad durante la última media hora del encuentro. La mala noticia tanto para Marcelino como para los que profesan la fe balompédica nervionense. Y la incógnita, la pregunta a resolver, ¿por qué el equipo tiene un espíritu de perdedor tan metido en la epidermis que lo lleva a bajar los brazos en el momento en que se encuentra con la primera contrariedad del juego? Porque los sevillistas estuvieron a merced del Valencia a raíz de regalar el gol a Jonas y entonces pudieron incluso quedarse sin la más mínima opción con vistas a la vuelta en el Sánchez-Pizjuán. 

 

Son las tres caras, muy diferenciadas, que mostró ayer el Sevilla en el retorno del fútbol después del periplo navideño. El conjunto de Marcelino, con un ligero retoque táctico para situar a los dos extremos por delante de los acompañantes de Medel en el medio centro, tuvo el control del juego en el arranque del choque, incluso debió ponerse por delante en una oportunidad de las que no suele dejar escapar Negredo en un empalme en el que siempre suele acertar con la meta rival. Hasta el propio Negredo, ya cuando el dominio del Valencia iba creciendo, se topó con otra opción, pero esta vez fue muy bien defendido por Víctor Ruiz, que tapó su remate a bocajarro.

Hasta ahí, la cara más normal, la que se espera de este Sevilla y del nivel de sus futbolistas, pero estaba por llegar la faz más negativa, la del equipo timorato y sin espíritu que es incapaz de rebelarse contra una circunstancia inesperada. Bastó con que regalara el gol, porque Fernando Navarro, Martín Cáceres y Spahic hasta pudieron disfrazarse de Melchor, Gaspar y Baltasar por su impericia para despejar un balón que era franco para ellos, para que el cuadro de Marcelino se desmoronara como un azucarillo. Y no era por el empuje lógico del equipo que se ha puesto por delante sino por una ausencia absoluta de espíritu para pelear, para salir adelante después de esa contrariedad inesperada.

 

Los visitantes sufrieron durante media hora, al menos. Tanto en el cuarto de hora final del primer periodo como en el arranque del segundo el Valencia pasaba literalmente por encima de un Sevilla que sacaba la sangre necesaria para tratar de darle la vuelta a aquello. Los valencianistas se hacían con todos los balones divididos, sencillamente llegaban antes y muchas veces lo hacían porque su adversario metía la pierna sin afán de hacerse con la pelota. Por las bandas, los anfitriones desbordaban una y otra vez y raro fue que el marcador no se ensanchara. Era un Sevilla con una cara de perdedor que llegaba a desesperar tanto a su entrenador como a todos sus fieles.

 

Pero el fútbol tiene cosas extrañas y no halla explicaciones lógicas para que se produzcan determinadas metamorfosis. Después de una gran parada a Jordi Alba, con el Valencia desmelenado, llegó la mutación sevillista. Ni siquiera se puede ubicar en el tiempo haciéndola coincidir con la entrada de Luna por un Rakitic desesperante por su frialdad. Antes ya había dado el paso adelante el equipo de Marcelino y tuvo sus dos primeras opciones claras de empatar. Primero fue Jesús Navas, quien, con todo a favor, se adelantó en exceso el balón y dio un pase a la nada cuando debió hallar a un compañero para empujar la pelota a gol. A continuación, un excelente centro del palaciego lo cabeceaba Manu del Moral al travesaño.

 

Restaba media hora para el final y el Sevilla había resucitado, le había callado la boca a quienes pensábamos, y el cronista se sitúa el primero de la lista, que este equipo ni siente ni padece cuando está sobre el césped. No fue así, en absoluto, porque el conjunto de Marcelino, con la remodelación de sacar al inexistente Rakitic, situar a Luna como interior izquierdo y Manu del Moral arriba por el centro acompañando a Negredo fue otro bien diferente. El problema, entonces estuvo, una vez más, en la falta de gol, porque es increíble que entre el minuto 60 y el 65 el Sevilla no aprovechara ninguna de las cuatro ocasiones clarísimas que tuvo para empatar, incluidas las dos anteriormente reseñadas de Jesús Navas y Manu. Después llegarían otras dos para Negredo.

 

El Sevilla, ahora sí, era mejor que un Valencia que se veía desbordado ante el hundimiento físico de Albelda y Banega. Pero Turienzo acabó con ese arranque al no expulsar a Soldado y el Sevilla se dedicó a ejercer un control que sólo lo conducía a estar tranquilo atrás. Luis Alberto también pudo hacer algo más, pero pecó de inocente y chupón. Fueron las tres caras del equipo de Marcelino en cada parcial de treinta minutos y tres conclusiones finales: una, la eliminatoria llega difícil para los blanquirrojos a Nervión, pero no imposible; dos, la falta de gol ya lastra en exceso al bloque; y tres, la positiva, este equipo tarda en mostrarla, pero sí tiene sangre para dar un paso adelante. En esta Copa, en la que el premio más alto está en semifinales, aún tiene el Sevilla sus opciones de llegar a ellas. 

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