Liga europa · la crónica

Según el libro de tópicos, casi, casi (2-0)

  • El Sevilla hace más del cincuenta por ciento del trabajo para estar en la final de Turín al meter dos goles en casa y no encajar ninguno. Un tanto en fuera de juego le allana el camino ante un Valencia que apretó al final.

Dos a cero en una eliminatoria es un resultado de ésos que, según el libro de tópicos imperante en el fútbol, sueñan todos los protagonistas. El Sevilla se impuso al Valencia por ese mismo tanteo y deberá defender, pues, una renta más que prometedora la semana que viene en Mestalla en su lucha por estar en la tercera final europea de su historia, concretamente en Turín. Es cierto, por tanto, que más del cincuenta por ciento del trabajo está hecho por los hombres que adiestra Unai Emery, pero la referencia no está tan lejana en el tiempo y conviene recordar con prontitud que los valencianistas remontaron no dos sino tres goles en los cuartos de final. Claro que eso sucedió con el Basilea enfrente y no con este Sevilla que parece a día de hoy tocado con la varita de los dioses a la hora de manejar todas las situaciones de un partido.

Porque el dos a cero se valora aún más desde la parcela sevillista si se tiene en cuenta el tramo final de este primer asalto, sobre todo con el paradón que le tuvo que hacer Beto a Jonas en un disparo a bocajarro de éste y con el cabezazo al travesaño de Vargas sólo instantes después. Pero eso es fútbol y sería tremendamente injusto quedarse sólo con esas dos situaciones y dejar en el olvido el remate final de Iborra, casi con el tiempo cumplido, y también las oportunidades que se le escaparon a Fazio y Bacca en el segundo periodo, con todo a favor para batir a Guaita ambas. Además del penalti de Javi Fuego en el disparo de Gameiro, claro.

Pero ésas son las circunstancias concretas que se dan a lo largo de un partido de fútbol para que todos los profesionales puedan pregonar a los cuatro vientos que los suyos merecieron más que los rivales. Y a partir de ahí lo único que realmente tiene validez, lo que ya no puede alterar nadie, es el resultado final, ese dos a cero que le da una ventaja bastante respetable al Sevilla ante el Valencia en el duelo de semifinales español. Con esa diferencia arrancará el próximo jueves el choque de Mestalla y a partir de ahí ya dependerá de que unos y otros den su máximo nivel sobre el campo. Si eso es así, si los dos conjuntos rinden al ciento por ciento de sus posibilidades, el Sevilla estará en la final de Turín, pero nunca se saben las circunstancias que se dan en este bendito juego cada vez que se pone un balón en movimiento.

Conviene, por tanto, aparcar el futuro y centrarse en el análisis de lo acaecido anoche en el Sánchez-Pizjuán. El primer punto a destacar es algo que causa sorpresa a muchos, pero que es lo más lógico a la vista de las alineaciones que ponen en liza Emery y Pizzi. El Valencia sale dispuesto a tomar la iniciativa desde el principio y hasta es capaz de meter en su área a un Sevilla que parecía no saber manejarse bien con el papel de favorito que todos les habían otorgado en las previas. Con Joao Pereira y Bernat en los laterales, el centrocampista Javi Fuego de central, Keita en un puesto de pivote retrasado que jamás fue habitual en él y así sucesivamente, pues es evidente que el visitante iba a atacar más de la cuenta, otra cosa es cómo se iba a desempeñar en las tareas más ingratas de defender.

Por ahí debía sacar partido un Sevilla que sí sabe ya jugar con mucho más equilibrio, con capacidad tanto para atacar como para defender según se lo vaya demandando el juego. Ayer le tocó parapetarse atrás en ese arreón inicial del Valencia y no tuvo ningún problema en aceptar ese rol más ingrato tanto para los futbolistas como para sus aficionados. Todo sucedió, no se olvide, después de una primera oportunidad clarísima de Bacca no más comenzar el juego en un excelente pase profundo de Reyes.

A partir de esa acción, sin embargo, tanto M'Bia como Carriço se iban a sentir incómodos y también se mostraban imprecisos, circunstancia que también se daba con un Rakitic que parecía incapaz de quedarse con los balones a pesar de que sus defensores le otorgaban metros de sobras para ello. Pero el Sevilla supo sufrir en esa fase del juego para aguardar a que llegaran sus puntos fuertes, particularmente llamativo ayer las acciones de estrategia a balón parado.

Había avisado Fazio en el primer cabezazo picado en un saque de esquina que tuvo que se fue fuera por muy poquito con Guaita batido. Ahí comenzó a cambiar el juego, el Valencia dejó de presionar tan arriba, tal vez porque se quedó sin aire o quizás porque el Sevilla sí fue capaz de mover la pelota con más precisión a partir del minuto 25. Lo cierto es que el partido había cambiado de dueño y más que lo iba a hacer cuando Rakitic puso una falta, se produjo un toque de Carriço y M'Bia marcaba de tacón. Fue un gol brillante en su ejecución, pero en clarísimo fuera de juego del camerunés.

El Sevilla, de cualquier forma, se limitó a agradecer el regalo para inmediatamente después marcar el segundo, éste en una espectacular jugada entre Bacca y Vitolo, con paredes, precisión y excepcional golpeo final del colombiano. El Valencia había sabido atacar, pero se mostró especialmente blandito en defensa, algo lógico a través de su alineación. Y más que lo iba a estar cuando Fazio tuvo dos opciones para finiquitarlo todo antes y después del descanso. El argentino cabeceó con todo a su favor, pero no fue capaz de anotar el tercero. Como tampoco Bacca en otra oportunidad clarísima que le sacó Guaita.

Fue la fase de las opciones más claras de los sevillistas, pero después los cambios de Emery esta vez no iban a ayudar mucho. El vasco no tapó el costado derecho y por ahí pudo el Valencia meterse más en estas semifinales. Pero no lo hizo y hasta Iborra tuvo el tercero en la última jugada. Ni unos ni otros, dos a cero, un resultado que en el libro de tópicos se apunta como casi insalvable. Claro que existe ese casi y el Sevilla aún debe sufrir si quiere gozar a lo grande.

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