Espanyol-sevilla · la previa

Cornellà evalúa el montaje del mecano

  • El Sevilla debe plasmar un trazo definido como equipo que se refleje en más control, juego... y puntos.

El vestuario del Sevilla se ha convertido en un vagón del metro de Tokio. Entran, salen, entran, salen... Un trasiego impropio de un vigente campeón continental. No es habitual, ni lógico, que tras una temporada tan exitosa hasta diez refuerzos lleguen al equipo. El décimo, Kolodziejczak, llegó a Sevilla mientras sus compañeros preparaban las maletas para volar hasta Barcelona. Y el noveno, Tremoulinas, es probable que debute oficialmente esta noche con la zamarra roja. Tampoco sería de extrañar que en las horas previas a rendir visita al Espanyol, los móviles de Castro y Monchi consuman sus baterías por las gestiones para contratar al undécimo refuerzo, ese centrocampista creativo que parece que no será Gastón Ramírez.

Este Sevilla huele a recién pintado. Como hace una temporada, cuando fueron nada menos que catorce los jugadores que ingresaron en nómina. Y esa sensación de provisionalidad bien que se reflejó en el estreno de Liga, el pasado sábado ante el Valencia. En la primera parte, el equipo fue incapaz de agarrar el partido por las asas, por mucho que se fuera al descanso con ventaja de 1-0. No hubo plan claro, ni manejo, ni peligro. Y sí que hubo temblor atrás, en buena parte por la huida de Fazio y también por la lesión de Beto al cuarto de hora.

La puesta en escena de la segunda parte sí mostró a un Sevilla más firme, que percutió e hizo retroceder al Valencia. Pero volvió a descomponerse, paradójicamente, cuando los levantinos perdieron a un hombre y, aun así, se vieron forzados a arriesgar ya que perdían. Los blancos quedaron patas arriba, acusaron el nuevo contratiempo de la lesión de Iborra y la entrada de Banega terminó de enredarlo todo hasta que llegó el empate.

Bajo este descontrol, esta indefición, reposa esa referida revolución en la plantilla. Se fueron Rakitic, Alberto Moreno, M'Bia y Fazio. Puntales todos la pasada temporada. Y la nueva columna vertebral aún no ha fraguado, como bien se vio en la baja forma que exhibió Banega en el rato que deambuló sobre la hierba.

Como se trata de que el armazón vaya cogiendo cochura, vaya adquiriendo conjunción solidez -los "automatismos" de los que tanto suele hablar Unai Emery-, es de suponer que esta noche van a salir de nuevo Iborra junto a Krychowiak en el eje del centro del campo -más al tratarse de un partido fuera de casa- y que Aleix Vidal y Denis Suárez gozarán de otra ocasión para convencer a Emery de que pueden engarzar juego entre líneas, ser constantes y lograr que Bacca no acabe entregado a su suerte ante la pareja de centrales espanyolistas.

Echando un vistazo a la última visita del Sevilla a Cornellà, estalla una comparación de las denominadas "odiosas": cortaron los rojos una sequía de más de un año sin ganar a domicilio... y la pieza que desbrozó el camino hasta la victoria, Fazio, ya no figura en el mecano que armó Emery. Tampoco el lanzador que tanto explotó la fuerza del argentino a balón parado, Rakitic.

Pero sí que estarán Vitolo, el autor del segundo gol en aquel mediodía barcelonés; y Bacca, que firmó el que fue acaso su mejor gol hasta ahora como sevillista, en aquella carrera plena de potencia, verticalidad y llegada que aplacó los ánimos de remontada en los periquitos (1-3).

También estará Tremoulinas, que después de ese liviano aperitivo en Tarragona del pasado martes, en el que incluso marcó su golito, ya estará hoy en disposición de debutar oficialmente con el Sevilla.

Si el lateral francés se estrena y no convence, si el Sevilla decepciona ya de madrugada, volverán a resonar en la zona mixta del estadio, quizás también en la sala de prensa, las palabras "paciencia", "acoplamiento" y por supuesto, "automatismos". Es lo que tiene tanto trasiego, impropio de todo un campeón continental cuyo vestuario parece... un vagón del metro de Tokio.

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