El fútbol es tan maravilloso que sólo cuatro días después de una dolorosa derrota aparece la oportunidad de enterrar los restos de esa caída. El Sevilla, después de un inicio para la ilusión, recibió un frentazo en el Vicente Calderón que llegó a originar el primer debate por las decisiones de Unai Emery, ese hombre que hoy ya tiene la obligación no sólo de ganar al Rijeka en Croacia, sino de hacerlo con solvencia y rotando la plantilla.

El fútbol -el de élite mucho más- requiere una continua puesta a punto, un rendimiento máximo para superar la presión que siempre está ahí, la obligación de ganar. Ni hacer un paréntesis en la Liga permite relajarse al Sevilla. El campeón, después de vencer con claridad en el Sánchez-Pizjuán al Feyenoord en el estreno de la competición, tiene el reto hoy de confirmar con puntos y buen juego que es el favorito del grupo. Y aunque aparentemente el Rijeka no sea un rival que intimide, entre los profesionales está presente que es el único de los tres adversarios en la fase de grupos que está luchando por su liga. Mientras Feyenoord y Standard de Lieja, tras un comienzo decepcionante, se mueven por la zona media de la tabla en Holanda y Bélgica, el Rijeka es el único que le discute el título al Dinamo de Zagreb en Croacia. Tras diez jornadas, ambos están destacados con dos puntos de diferencia entre ambos, mientras que el tercero en discordia, el Hajduk Split, está ya a 9 puntos de los anfitriones hoy de los sevillistas.

El Rijeka, además, ha convertido su estadio en una fortaleza. Con 9 partidos europeos sin perder en casa, el mismo Emery recordó este miércoles que los balcánicos serán un rival complicado en su estadio. Por eso el Sevilla no puede confiarse en esta visita que esconde más riesgos de los que a simple vista se ven. El sevillismo espera un partido distinto al que tienen en la cabeza los profesionales. Si la afición espera un triunfo claro con un once titular en el que estén sus jugadores preferidos, Emery prepara el grupo para que haya un poco de todo, pero sobre todo para que salga un equipo competitivo. 

Y mucho más después de la imagen que su equipo dejó el pasado sábado ante el Atlético de Simeone. La forma en que perdió el Sevilla en la ribera del Manzanares ha levantado algunas ampollas. Quizá es demasiado pronto para ello, para que haya tantas dudas y haya que perdir explicaciones al presidente de las decisiones del entrenador, pero será que es lo que tiene llevar el timón de un buque del calado que tiene el Sevilla. 

En el Calderón hubo errores por parte de todos, desde el entrenador hasta los protagonistas por su desastrosa gestión de la estrategia defensiva (incluida su gestación), responsabilidad directa de los cuatro goles que recibió Beto y alguno más que evitó el portugués. Pero eso está todo olvidado ya en el grupo desde el domingo siguiente al partido y en el pensamiento sólo está la visita al Rijeka, un rival que, además, necesita estrenar su casillero de puntos porque empezó perdiendo ante el Standard en la primera jornada. Hacerlo ante sus fieles y derrotando al campeón es un aliciente más en una tarde-noche que va a ser una fiesta en el estadio Kantrida.

El sevillista espera ver a otro equipo y el cuerpo técnico también, sobre todo en base a más contacto con el balón gracias a la aportación de los jugadores adecuados. Se espera que descansen algunos futbolistas que lo han jugado hasta ahora todo, como Krychowiak, y que vuelvan a aparecer de salida gente rápida y desequilibrante como Deulofeu y Denis Suárez, hombres que se intuye que serán titulares hoy en tierras balcánicas.

La presión ya empieza a aparecer en este grupo de futbolistas, pero esto es así. El partido de hoy es importante para el Sevilla para ponerse cuanto antes en el carril de la siguiente ronda e ir teniendo la posibilidad de gestionar los esfuerzos según interese en la unión de los calendarios, el de Liga, el de Liga Europa y, pronto, el de la Copa del Rey.