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El enésimo 'dicen que nunca se rinde' (2-1)

  • El Sevilla remonta sobre la campana un partido que tenía perdido ante el Villarreal y suma tres puntos de un valor incalculable. El equipo de Emery, con dos delanteros, palió con fe un día bastante pobre de juego.

El fútbol mostró ayer en el Sánchez-Pizjuán esa carga de azar que le otorga su calidad de juego y el Sevilla fue el gran beneficiado por ello. El equipo de Unai Emery sumó tres puntos para tener, en la novena jornada, 22, los mismos que el que más suma en la Liga española, y lo mejor de todo es que lo hizo frente al Villarreal, ante un rival absolutamente directo en la disputa por ese objetivo real que se llama volver a clasificarse para la Liga Europa. Pero, por mucho que sea un topicazo, es la grandeza que tiene este bendito deporte, que es capaz de trasladar en cinco minutos escasos a una afición entera de la depresión al éxtasis, de rumiar un fracaso a disfrutar de una sensación tremendamente placentera por el mero hecho de encontrarse con esos dos goles finales de Denis Suárez y de Bacca.

El Sevilla, por tanto, gozó con el mejor final que se le puede colocar a un guión de un partido de fútbol. Lo hizo, además, después de haber sufrido uno de sus días más obtusos, con un juego carente de ideas por culpa de un patrón que no le llegó a funcionar como quería a Unai Emery. El entrenador vasco, uno de los principales culpables de que los suyos sumen a estas alturas esos 22 puntos en la tabla, también fue el responsable de un sistema de juego que condujo a los suyos a no dominar la situación. Emery estaba loco por hacerlo y a la primera que pudo situó a Bacca y Gameiro juntos en el campo para que los suyos se movieran con dibujo táctico de 1-4-4-2.

No está mal la idea de manejarse así en el futuro, pero a día de hoy hay un inconveniente principalísimo y es el momento de forma de Gameiro. El francés ha estado mucho tiempo parado y se nota que carece de la chispa necesaria para ir con ventaja a la disputa de los balones que no tienen dueño, también a los espacios. Cabe preguntarse, y más después de ver los 20 minutos que estuvo sobre el césped, si no hubiera sido mejor solución meter a Iago Aspas desde el inicio y después optar por el francés, pero siempre queda aquello de que quien la lleva la entiende. Si a lo anterior, a la pobre noche de Gameiro, se le suma que Bacca estuvo particularmente negado, con un partido en el que erraba todos los intentos de pase que realizaba, pues la conclusión será un Sevilla que se ahogaba por el riesgo de jugar tan rápido el balón. 

El Villarreal se hacía una y otra vez con la pelota atrás sin muchas dificultades y lo complicado era recuperarla con las piezas tan ofensivas que estaban en el campo defendiendo al Sevilla. Porque no sólo eran Bacca y Gameiro como delanteros, también en las bandas se ubicaban Deulofeu y Denis Suárez, que aunque lo intentaban tampoco se caracterizan precisamente por sus virtudes defensivas. Y, para colmo de problemas, también Mbia estaba en uno de esos días tontos en los que transmite que se tropieza con el balón y que provoca incendios en zonas en las que teóricamente es imposible que éstos surjan.

Claro que Emery tendría muy en cuenta que en estos momentos dispone de un futbolista en su plantilla que es capaz de restar todo lo que sus compañeros se empeñen en solicitarle. Se trata de Grzegorz Krychowiak, un centrocampista total que está confirmando, con creces además, las buenas referencias de las que venía precedido desde Francia. El polaco estuvo sencillamente espectacular, contuvo al Villarreal casi él solito y robó una infinidad de balones, muchos de ellos en duelos de uno contra uno en los que la pelota siempre, absolutamente siempre, se la llevaba él para evitarle males mayores a sus compañeros. Porque era una evidencia que el Villarreal estaba mejor colocado sobre el campo en ese primer tramo del litigio, pero siempre se topaba con Krychowiak para comprobar que tal vez el rival estuviera jugando con un futbolista más incluso.

Con semejantes características, el primer periodo no pudo estar más igualado. A pesar de que ambos entrenadores se habían decidido por jugar con dos delanteros, algo tan poco habitual en los tiempos que corren en el fútbol, la realidad es que las defensas eran nítidamente vencedoras y los espacios escaseaban. Resulta curioso que así fuera con tantos futbolistas con vocación ofensiva, pero al intermedio se arribó con cero a cero y con escasas oportunidades. Un córner directo al poste de Deulofeu, un vicegol en propia puerta de Víctor Ruiz y una opción clarísima de Uche que salvó Beto después de que el propio portugués se la hubiera facilitado con su mal rechazo. Poco más.

La cosa no varió demasiado tras el tiempo en la caseta. Al contrario que en otras ocasiones, Emery no sacó rédito de las correcciones tácticas que le indicara a los suyos y el Villarreal siguió mejor posicionado que un Sevilla que se precipitaba a la hora de salir al ataque, aunque alguna vez sí llegó a tocar con fluidez en esa fase. Pero quien estuvo muy cerca de adelantar a los suyos fue un Uche que no aprovechó un pase de Moi Gómez.

Una buena parada de Sergio Asenjo a Tremoulinas, cuando ya arrancaba el carrusel de cambios, fue el prólogo para la fase en la que se movió el partido. Marcelino fue quien acertó primero con sus sustituciones, pues entre Cani y Vietto fabricaban el gol visitante para que todo pareciera ya definido y el Sevilla volviera a hacer agua ante un rival directo. La hizo tal vez en lo referente al juego, pero este equipo tiene un espíritu a prueba de situaciones al límite. Otra vez volvió a aparecer el dicen que nunca se rinde y en un abrir y cerrar de ojos Denis Suárez, primero, y Bacca, con un penalti, después, se encargaron de darle la vuelta a la situación. ¿Que cómo pudo suceder aquello? Complicado de explicar, la fe, la suerte y todo lo que sea, pero el dato objetivo indica que el Sevilla le ganó al Villarreal, tiene 22 puntos en la tabla y eso es lo único que no admite discusión ninguna. Y, además, como más placer da en el fútbol. Una verdadera gozada.

 

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