Copa del rey

Un tiburón que huele sangre (1-6)

  • El Sevilla sale a todo trapo y se siente tan a gusto que acaba firmando una concluyente goleada en Sabadell.

Juego, set, partido y, si no media la hecatombe más grande vista en el fútbol sevillano, eliminatoria. El Sevilla, ese enardecido equipo que ha modelado Unai Emery, fue un tiburón que se engulló al Sabadell a dentelladas en la Nova Creu Alta y, con su concluyente 1-6, se sacó la espina que tenía clavada en el lomo desde su inopinado batacazo en la pasada edición de la Copa.

Fuera por el sonrojo y el escozor de aquella noche ante el Racing de Santander en Nervión, fuera porque el Sevilla huele la sangre como un tiburón blanco desde que se configuró el cuadro de esta Copa, el caso es que el equipo de Nervión saltó a la hierba con la guardia bien alta y buscó la pelota con el ansia que a veces se echa de menos en estos duelos desiguales.

A gente como Reyes y Banega es fácil colgarle el cartel de que juegan a las tres cartitas en partidos de este pelaje. Pero, ayer, el utrerano y el argentino mostraron mucho amor propio para resarcirse de su indolente actuación de hace menos de una semana en Lieja. Apretaron sin la pelota, acudieron a hostigar al arlequinado que trataba de encauzar un ataque desde atrás. Y claro, si lo hacían ellos, cómo no iban a hacerlo Aleix Vidal, Denis Suárez o Iago Aspas.

El colíder de Primera salió con la tensión adecuada -la digna-, el Sabadell hizo por no acularse y planteó un pulso valiente. Y además, la hierba húmeda hacía que la pelota corriera, como le suele gustar a los jugadores de corte ofensivo. Todo ello hizo que el partido discurriera a todo trapo. Uno y otro trataron de jugar a un toque. Y claro, abundaron las imprecisiones. Pero la propuesta estaba ahí.

Una pelota viva, que corra y se deslice, invita a los jugadores de toque a meterse. Es un inmejorable señuelo. Y allá que fueron Banega y Reyes. Hicieron por ofrecerse, recibir y escupir la pelota con celeridad para romper la animosa oposición del Sabadell.

Por delante, la movilidad de Denis Suárez, Aleix Vidal y Iago Aspas hizo que encajara todo. Los dos primeros supieron leer los movimientos al espacio del delantero gallego y se colaron por entre la zaga barcelonesa para provocar el peligro. Dinamismo, sorpresa. Y ocasiones. Figueiras tuvo la primera al cuarto de hora. Banega filtró un pase que dejó solo al portugués ante la salida desesperada del guardameta local. Picó la pelota el luso con el exterior de su pie derecho, para que el efecto fuera hacia dentro, pero la pelota se perdió junto al pelo derecho.

Poco a poco, el Sevilla fue llevando el partido a su terreno, con Banega llevando la manija y marcando los tiempos, Cristóforo guardándole las espaldas -el uruguayo, que reaparecía, jugó con buen son a pesar de su dilatadísima baja-, las piezas ofensivas trabando mucho sin la pelota y la zaga roja lejos de su portería, cuidándose mucho de ceder metros entre líneas. Era el mejor modo de que el juego discurriera más cerca de la portería del cuadro catalán. Y que el gol cayera sin remisión.

Ocurrió a balón parado, como tantas veces desde que Unai dirige el laboratorio. No estaban Mbia, Krychowiak, Iborra, Pareja, Carriço o Bacca. Era un Sevilla con menos centímetros. Pero otros actores se subieron al carro: Fernando Navarro, que peinó el balón en el primer palo, y Kolodziejczak, que remachó el gol que lo encauzó todo. Fue a la media hora de juego. Treinta minutos de lo que debe ser un equipo llamado a llegar lejos en este torneo: ambicioso, profundo, solidario y... respetuoso con el enemigo a pesar de la diferencia de potencial.

El Sabadell trató de encajar ese primer golpe bajo del Sevilla, pero los de rojo jugaron ayer con tal ímpetu que los goles fueron cayendo sin remisión.

Emery quiere a veinte jugadores que se sientan plenamente implicados, que se sientan capaces de ser titulares en cualquier momento. Y uno que lo volvió a expresar bien claro en Sabadell, esta vez en 90 minutos, fue Iago Aspas. Marcó el 0-2 que hizo salir al Sevilla en la segunda parte con una plena confianza en que estaban en el camino correcto, noqueó definitivamente a los arlequinados con el 0-3 y abrochó el set con un penalti de listo. Pidió su sitio. Como Banega, Kolodziejczak... y hasta Reyes. El utrerano destapó su tarro de las esencias, disfrutó en la segunda parte como un niño en el patio del colegio. En esta dinámica positiva, todos quieren subirse al carro. Eso que gana el Sevilla.

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