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La fea sensación de un 'pasaba por allí'

  • El Sevilla se limita a ser un testigo directo privilegiado de la gran fiesta de Messi en un partido en el que pareció no jugar a nada Ni siquiera el gol del empate sirvió a los sevillistas para meterse en el cuerpo a cuerpo

Fea impresión dejó el Sevilla en su comparecencia en el Camp Nou en una noche que será recordada siempre por el ingreso de Leo Messi en la historia del fútbol español, si es que el argentino no lo estaba ya con letras de oro. La estrella del Barcelona batió el récord de goles del mítico Zarra en la Liga y lo hizo, además, con la impagable colaboración de un Sevilla que se limitó a ser un privilegiado testigo directo de semejante efemérides. El conjunto de Unai Emery no compitió, tan sencillo como eso, y ni siquiera fue capaz de tener la concentración necesaria para sacar provecho del regalo que recibió en el arranque de la segunda mitad. Jordi Alba se metió un gol en propia puerta que significó el empate, cosa que hubiera sido imposible de otra forma, pues no se produjo ni un solo remate entre los tres palos por parte de los invitados a la fiesta, pero el Sevilla lo aguantó casi el tiempo justo de sacar de centro, hacer una falta un tanto grosera por parte de Pareja y permitir que Neymar rematara de cabeza casi como lo hacía Zarra en sus tiempos, aunque con la diferencia de no ser su especialidad.

Es el resumen del papel de un Sevilla que dejó demasiadas preguntas en el aire sobre su verdadero potencial en su visita al Camp Nou. Arribaban los hombres de Emery a sólo dos puntos del coloso azulgrana y con su técnico alardeando de ello, de lo bonito que podía ser llegar allí con esa sensación. Los datos objetivos corroboraban las palabras del técnico vasco, pero luego, en el campo de fútbol, todo sería bien diferente. Porque este Sevilla está a años luz del Barcelona, del Barcelona y del Real Madrid e incluso del Atlético de Madrid. No hay más que repasar los tres partidos que ha disputado con esos tres grandes en el presente curso, uno de ellos correspondiente a la Supercopa de Europa, para entender que ni siquiera ha sido capaz de competir en ninguno de ellos. Más bien todo lo contrario, cayó derrotado y dejó al mismo tiempo una dura sensación de vacío entre todos los que tuercen por la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión.

Este Barcelona-Sevilla, por tanto, no fue una excepción y nadie podrá criticar en este caso que el planteamiento de Emery fuera defensivo para jugar en función del rival. El entrenador del cuadro blanquirrojo hizo justo lo contrario, situó a Banega como acompañante de Krychowiak en el eje central para que Mbia se quedara todo el encuentro en el banquillo. Por supuesto que todos pueden pensar que con el africano tampoco hubiera cambiado mucho en el desarrollo del litigio y tal vez no les falte razón a quienes así opinen, pero en la teoría Banega es una apuesta más ofensiva que Mbia.

Sin ningún zurdo en el equipo tiró el hombre que elige a los once futbolistas, pues escogió a Figueiras para ocupar el lateral izquierdo, por delante incluso de un Kolodziejczak que ha jugado en ese puesto durante toda su carrera deportiva, salvo en cuatro o cinco encuentros. De esa manera, también con Aleix Vidal en el extremo derecho tal vez para equilibrar algo, partía un Sevilla que a la hora de la verdad se manifestaba como un equipo tremendamente blandito e incapaz de meterle los nervios en el cuerpo a un Barcelona que vivía en la duda. Al contrario, los azulgrana en la noche de ayer se asemejaban incluso al equipo de los tiempos de Guardiola, aunque haya que esperar a próximos partidos para saber si lo fue por las facilidades que le otorgó el Sevilla o porque Messi y compañía vuelven a la línea de antaño.

Para empezar, resultaba extraño ver el empeño del Sevilla en correr riesgos atrás a la hora de sacar el balón. Seguro que es una cuestión loable para quienes aman ese tipo de fútbol, pero el riesgo era máximo en caso de una pérdida y el rédito, en la mayoría de las jugadas, era mínimo, pues ni le servía a los visitantes para desarbolar la primera línea azulgrana ni tampoco para conectar con los hombres de arriba.

En definitiva, el Sevilla era un muñeco de peluche, bastante suavito, y en el que sólo Krychowiak era capaz de topar con los futbolistas que estaban enfrente. Banega trataba de hilar el fútbol, pero todo se quedaba casi siempre en un estado gaseoso, sobre todo cuando conectaba con un Denis Suárez evidentemente sobrepasado por las exigencias físicas que demanda el Camp Nou. Con Bacca no se producía ninguna relación en otro partido del colombiano que irá a su debe.

No tardó mucho el Sevilla en ser golpeado, una falta de Banega, bastante dudosa, le daba la oportunidad a Messi de iniciar su gran noche. El Barcelona ganaba con comodidad, sin apretar siquiera y el Sevilla sólo atisbó la opción del éxito tras el intermedio. Pero ni siquiera ese autogol de Jordi Alba lo sacó de ese partido de mentira. Apenas dos minutos después estaba por debajo, después un taconazo de Vitolo absurdo facilitaba la contra del 3-1 y de ahí hasta el final se limitó a ejercer de testigo directo de la fiesta de Messi. El prestigio se pierde en días así.

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