Sevilla - atlético · la crónica

De igual a igual (0-0)

  • El Sevilla le plantea, al fin, un pulso con valentía al Atlético de Simeone y se queda con el regusto amargo de no hallar el premio. Las ocasiones escasearon, pero el control fue local.

Un cero a cero es siempre un resultado frustrante, pero conviene precisar que la decepción se reduce varios puntos cuando pleiteas con un rival teóricamente superior. El Sevilla firmó tablas contra el Atlético de Madrid de Simeone y lo hizo con la satisfacción de haberle planteado, casi por primera vez desde la llegada del técnico argentino al cargo, un pulso de tú a tú. Sí, ya se sabe que en el Vicente Calderón se produjo en el último curso una igualada a uno, pero en ese día la tropa de Emery se limitó a defender el resultado, por mucho mérito que acumulara también. Ahora, en el argot boxístico, se puede decir que el Sevilla se hizo acreedor a un triunfo a los puntos, pero el fútbol es fútbol y no tiene nada que ver con los deportes de combate, pues no se decide por los méritos acumulados y sí por los goles que se consignen en el acta arbitral. 

Cualquier sevillista que acudiera al estadio Ramón Sánchez-Pizjuán tiene motivos para haber salido con el pecho henchido de satisfacción por el esfuerzo de los suyos. No se puede obviar la exigencia de la vuelta del pasado jueves en el Borussia Park de Mönchengladbach y claro que tampoco se debe ignorar que el Atlético también se desplazó muy cerquita de allí para enfrentarse al Bayer Leverkusen. La diferencia no es una tontería, pues un día más de descanso a estas alturas del curso ya comienza a notarse en las piernas de los protagonistas debido a los esfuerzos que se van acumulando. 

Emery no debió ver muy claro que en el banquillo tuviera a hombres frescos para solventar esa cuestión de la fatiga. Se exceptúa la línea defensiva, en parte por obligación y también por el bajo rendimiento de Figueiras y Tremoulinas en la visita a Alemania, y los cambios fueron nulos. Sólo ingresaban en el once Coke, Arribas, precisamente dos de los sustituidos después, y Fernando Navarro, que volvió a demostrar que ha acumulado méritos sobrados para gozar de más confianza por parte del cuerpo técnico. El resto eran los mismos protagonistas, lo que no dejaba de sorprender si se entiende que en el banquillo había opciones para refrescar al equipo, tales como Mbia, Reyes, Denis Suárez o Gameiro, que han sido titulares en muchas ocasiones y se pueden considerar jugadores con peso dentro de la plantilla. 

Pero el planteamiento inicial de Emery tal vez exigía a futbolistas que están más rodados en la actualidad y pronto se iba a comprobar que el técnico tenía motivos para esas apuestas. El Sevilla le planteó al Atlético un partido tremendamente físico, un juego en el que sólo Banega tenía bula para ahorrarse alguna carrera, aunque cuando el argentino se hacía con la pelota sí sabía trasladarla con velocidad para darle sentido al fútbol en las transiciones. Tanto que el actual campeón de Liga comenzó a sentirse tremendamente inseguro y optó por defenderse muy cerca de Moyà. Lo hizo incluso dentro del área pequeña en muchas ocasiones y eso impidió la opción de que los anfitriones pudieran sorprenderlos a través de la velocidad. 

Está claro que eso aumentaba las dificultades para un Sevilla que, como casi todos los equipos, se siente mucho más a gusto con espacios por los que penetrar y hacerle daño al rival. Pero dio igual, los blancos aceptaron el reto y trataron de mover el balón con celeridad, ya fuera por dentro en la búsqueda de Bacca para que éste facilitara las paredes, como por fuera, donde las subidas de los laterales provocaban opciones de dos contra uno en las bandas. La tercera vía estaba en las permutas entre Iborra y Banega para que el valenciano se convirtiera, la mayoría de las veces, en la segunda referencia ofensiva junto a Bacca. 

En esa fase del juego, en la que se veía a un Sevilla con bastante clarividencia, buen gusto y también con garra a la hora de recuperar el balón en el mismo campo del Atlético, sí se echó en falta algo de frescura por el lado de Vitolo. El canario, que había sido la gran estrella en el triunfo en Mönchengladbach, se quedaba esta vez en un quiero y no puedo constante. Lo intentaba, cierto, pero le faltó esa chispa que tuvo el pasado jueves para desbordar. Unas veces por choques con los rivales, en los que siempre acabó en el suelo y muchas de las veces sin falta cobrada, y otras por errores en el último pase, sus compañeros sí echaron de menos a Vitolo para hacer daño por ahí. 

Más profundo se mostró Aleix Vidal en su asociación con Coke y por la zona de ambos llegaría la mejor oportunidad para los anfitriones. Un gran centro de Banega fue rematado con sutileza por Iborra, pero la pelota se fue al poste cuando Moyà ya la seguía con la mirada. Todo lo demás fueron remates desde el borde del área, algunos de ellos con opciones de haber hecho más sangre, pues la posición muy retrasada de Miranda y Godín imposibilitaba cualquier posible mano a mano con Moyà. 

Emery fue aún más valiente en la segunda mitad y cuando Simeone iniciaba la partida de ajedrez con el carrusel de cambios, el vasco respondió con un planteamiento tremendamente ofensivo. Mbia y Reyes ingresaron en el campo por Coke y Arribas, nada más y nada menos. Eso llegaba después de un par de penetraciones atléticas por la banda derecha. Aleix Vidal fue lateral y Krychowiak ejerció de central. Salvo un error del polaco que pudo aprovechar Fernando Torres, el Sevilla no cesó de buscar al Atlético en ningún momento, pero las oportunidades no fueron muchas, entre otras cosas porque los saques de esquina, y eso sí es un punto en el debe, jamás fueron directos a los rematadores, algo que no se entiende con Mbia e Iborra en el campo. Cuestión de gustos a la hora de plantear la estrategia, entre otras cosas porque saber qué hubiera pasado entra en el fútbol ficción. Lo sí fue una realidad fue que el Sevilla le jugó de tú a tú al Atlético de Simeone. Al fin.

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