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Brillante manera de llegar al objetivo (2-0)

  • El Sevilla confirma su nueva clasificación europea con cinco jornadas de margen con un meritorio triunfo contra un combativo Rayo. El arranque del cuadro de Emery recordó incluso a los tiempos del equipo de Juande.

El Sevilla se reencontró con la victoria, esa bendita inercia con la que camina en este curso el conjunto de Unai Emery y que también incluye en ese ganar y ganar empates como los del Barcelona o el del pasado jueves en San Petersburgo contra el Zenit. El cuadro sevillista se impuso esta vez al Rayo Vallecano y lo hizo merced al trepidante ritmo que le metió al fútbol en el primer periodo, cuando presionó muy arriba para recuperar la pelota donde más daño le hacía al conjunto de Paco Jémez. Esos continuos robos tenían que plasmarse en el marcador y lo hicieron a través de Iborra y de Carriço para sellar otro compromiso más en este cargado ejercicio con el balance de un nuevo triunfo.

Era un partido complicado para el cuadro de Emery. No en vano, el esfuerzo físico contra el Zenit fue muy exigente y, además, aquella alegría se llevaba por delante a Pareja, uno de los pilares de la defensa blanquirroja, y también a Vitolo y Beto. Tal vez la cuestión del guardameta, por manida incluso, fuera la menos preocupante, pero la caída de piezas de tanta trascendencia en el global del conjunto ya obligaba a una política de refresco a la hora de confeccionar la alineación. Por ahí entraban en la misma Sergio Rico, Figueiras, Kolodziejczak, Reyes, Denis Suárez y Gameiro. Habrá quien incluya en esta relación a Iborra por la sencilla razón de que no fue titular contra los rusos, pero conviene precisar que en el plano físico no se trataba de un elemento de refresco, pues estuvo sobre el campo más de 70 minutos de juego.

Todos esos elementos se combinaban con una columna vertebral que se mantiene casi siempre intacta y que integraban Carriço, Krychowiak y Banega, con Tremoulinas en uno de los costados y el ya comentado Iborra. Con estas piezas, Emery les iba a pedir a los suyos que trataran de hostigar la salida del balón del Rayo en el primer tramo del encuentro. Por ahí quería el vasco hacerle daño al rival y la verdad es que el partido se encargaría de cargarlo, una vez más, de razón. El Sevilla parecía un equipo que se había despojado de la presión a raíz de la clasificación para las semifinales europeas y hasta se iba a gustar en ese arranque del litigio. Ni siquiera el susto que Kakuta le dio a Sergio Rico para ponerlo a prueba no más comenzar sería un inconveniente para el planteamiento que había trazado Emery antes de arrancar.

El Sevilla siguió a lo suyo, que era presionar para recuperar la pelota y tratar de colocar ésta en las espaldas de los adelantados zagueros rayistas. Se había encargado Denis Suárez de dar el primer aviso cuando uno de esos balones recuperados le caía a Banega en el borde del área. El argentino le tiró una pared perfecta a Figueiras y el portugués iba a tener la mente fría para levantar la cabeza, otear el horizonte y darle un pase de la muerte a Iborra. Toque del valenciano con el interior de su pie izquierdo, el menos bueno, y los anfitriones se ponían por delante con apenas 16 minutos consumidos.

La ejecución del plan había salido perfecta, pues el riesgo de la manera de jugar que propuso Emery a los suyos consistía, lógicamente, en un desgaste físico prematuro que no se viera acompañado con una ventaja en el marcador. Cierto que ninguna época es la misma, entre otras cosas porque los futbolistas son muy diferentes, pero aquello se parecía considerablemente a los arranques de aquel Sevilla de Juande Ramos que era capaz de desarbolar al adversario en la primera media hora de los partidos para después permitirse el lujo de sestear incluso en el hábil manejo de una situación que ya se le había puesto en franquía.

Como entonces, el Sevilla lo consiguió con rapidez e incluso lo debió finiquitar de manera precoz, pero Denis Suárez no acertó cuando se quedó en solitario delante de Toño y permitió que Raúl Baena llegara al final por detrás. Tampoco lo iba a lograr Gameiro en un par de opciones clarísimas que se le presentaron al francés, la primera de ellas bastante parecida por el lugar del lanzamiento a ese gol en San Petersburgo que acompañará a muchos otros en los anales exitosos del Sevilla de la comtemporaneidad. También Carriço, en un aviso de lo que llegaría después, pudo rubricar el 2-0 de no ser porque Manucho pudo llegar a desviar su cabezazo.

La idea sevillista, de cualquier manera, había servido para desarbolar a un Rayo Vallecano que ponía mucha voluntad y que también era capaz de rebasar líneas a través de la calidad del francés Kakuta. Pero al Sevilla se lo veía liberado de esas cadenas que muchas veces atenazan en el fútbol, incluso a los grandes equipos. Y la sentencia llegaría poco antes del descanso en otra llegada por la derecha, esta vez de Denis Suárez para que Carriço cabeceara con sutileza.

De no producirse una catástrofe tras el intermedio, el Sevilla ya se veía con tres nuevos puntos en su casillero clasificatorio para irse hasta los 66 a pesar de ser un partido con bastantes inconvenientes. Sin embargo, el Rayo no se iba a dar por vencido fácilmente y lo intentó de todas las maneras posibles, aunque en esa fase se toparía también con un Sergio Rico bastante acertado y que está en proceso de convertirse en un guardameta de garantías más que sobradas.

Pero sería injusto quedarse con el agobio que aparentaba provocar un Rayo que ya quemaba todas las naves en su ataque. La realidad es que Reyes, primero, Deulofeu, en dos ocasiones, y Denis Suárez se plantaron delante de las narices de Toño para haber marcado el tercer gol con todo a su favor. No lo hicieron y pareció, sólo pareció, que el Sevilla no lo estaba pasando bien contra el Rayo cuando la realidad es que la bendita inercia de ganar se ha radicado ya en el Sánchez-Pizjuán, barrio de Nervión, sede oficial del Sevilla Fútbol Club. Ese club, por cierto, que se clasifica para la Liga Europa otra vez con cinco jornadas por disputar. 

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