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Vídeos, sí, de sicología (1-0)

  • El Sevilla saca adelante otro partido casero, esta vez frente al Valencia, pero demuestra el miedo que atenaza a sus futbolistas. Contra un rival con nueve, pánico en la jugada final.

El Sevilla recita su lección como si se tratara del alumno más aplicado de la clase. Gana dentro, pierde fuera y como esta vez le tocaba jugar al calor de los suyos adicionó tres puntos más a su casillero clasificatorio frente al Valencia, un teórico rival directo que vive por una fase aún más dubitativa que los nervionenses. La alegría debía ser indudable por este éxito frente a otro de los grandes del fútbol español, mas no fue así, ni muchísimo menos, en una grada que no entendió el final del litigio con los suyos temblando a pesar de tener sólo a nueve jugadores enfrente. Fue un triunfo cargado de peros, de preguntas que se quedan en el aire respecto al nivel de este equipo que presume de estrellas, pero que parece sumido en una fase temblor de piernas que tal vez requeriría de un sicólogo más que de vídeos sobre el rival.

No es normal la inseguridad que transmite este Sevilla, o sí, váyase usted a saber, si se tiene en cuenta que juega al filo del alambre todos los partidos y eso debe influir en la cabeza de los protagonistas. Pero ese aspecto, que es real desde el mismo momento en que los futbolistas son personas, no debe servir como excusa para ninguno de ellos. La presión va en el salario y mientras más alta sea la ficha que perciben por su trabajo durante una temporada más deberían estar acostumbrados a sortear este tipo de situaciones de pánico al fracaso, de temor a que un rival con sólo nueve peones sobre el campo sea capaz de empatar en la última jugada.

Bastó con ver el gesto del polaco Krychowiak, cuando gritó con rabia a la grada, en una mezcla de alegría y de reproche, también de lamento, para entender perfectamente la situación. Era algo así como una retroalimentación que igual que bajaba de los aficionados a los profesionales, subía por un camino inverso ante la posibilidad de que se repitiera lo mismo que en el curso anterior. Por si alguien no lo recordó en el mismo escenario, que no creo que haya ni un solo sevillista que no lo sintiera, el Valencia empató en la prolongación con un gol de rebote de Orban cuando estaba con un futbolista menos durante la media hora final. Todos esos fantasmas circularon por todos los rincones del Sánchez-Pizjuán en la noche de ayer.

Afortunadamente para los anfitriones, esta vez no hubo nada que lamentar ni en la última jugada ni durante ningún momento del encuentro. El Valencia no fue capaz de inquietar a Sergio Rico ni con once jugadores, ni con diez ni tampoco con nueve. Pero, sin necesidad de faltar al respeto como sucede cuando se analiza desde la ciudad levantina, tampoco ése es un problema que ataña por estos lares. Aquí lo que cuenta es analizar por qué el Sevilla es incapaz de arrojar ese lastre sicológico que tanto comienza a pesarle.

Llegaban los hombres de Emery después de pegarse un batacazo gordo en la Liga de Campeones y, sobre todo, en su visita a la insípida Real Sociedad, que fue capaz de derrotarlos en Anoeta sin necesidad de hacer casi nada. La solución a la que apeló el técnico vasco fue a la entrada de Llorente en el centro del ataque, el resto era más o menos lo mismo si se exceptúa el debut de Sergio Escudero en el lateral izquierdo. Oh, casualidad, el zurdo vallisoletano, uno de los que tal vez no lleguen aún a sufrir la presión de los malos resultados, fue el autor material del gol del triunfo.

Es simplemente un apunte que queda en el aire, pero que tal vez pueda tener alguna explicación a las cosas que están sucediéndole a este Sevilla incapaz de pisar el acelerador a fondo en todos los partidos que disputa. Esta vez, sin embargo, los blancos sí tomaron la iniciativa desde el principio, buscaron aperturas hacia las bandas en un intento de que el Valencia sufriera por las zonas que peor defiende. Faltó entonces algo de precisión por parte de un Banega algo más fallón en el pase que en otras ocasiones y, sobre todo, que Mariano hubiera sido capaz de convertir el caudal de llegadas al borde del área en algún centro potable para Llorente.

El Sevilla amagaba más que daba, pero sí lograba que el Valencia no entrara jamás en el juego. Algo de mérito tendrían Krychowiak y N'Zonzi en esa resta, pero faltaba la suma. Hasta que Cancelo pecó de ingenuo y le dio un manotazo a Escudero para marcharse al vestuario con una hora por delante.

El Sevilla, sin embargo, entró en una fase indecisión y sólo el descanso lo condujo a dar un nuevo paso adelante, a encerrar al Valencia, hasta que Banega metió el hilo por el ojo de la aguja. Apertura a Escudero y golazo del lateral. El cuadro de Emery debió vivir más tranquilo desde ahí, pero no aprovechó sus numerosas opciones y entró en una fase de correr el mínimo riesgo. El miedo lo trató de evitar con el balón, con Krohn-Dehli y Reyes, pero al final se llegaría a convertir en auténtico pánico por el temor a un mal rebote. Más que vídeos, este Sevilla necesita un buen sicólogo, no hay dudas.

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