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El éxtasis de Churripi

  • El palmerino, héroe del ascenso, subsana su error en el gol visitante al parar un penalti y marcar el definitivo.

Puede llamarlo Caro, José Antonio o Churripi. Pero si le asalta la duda sobre cuál es su verdadero nombre de guerra, también es acertado referirse a él como el héroe del ascenso a Segunda División del Sevilla Atlético, pues en sus manos, y lo que es más sorprendente, en sus botas, se forjó la hazaña. Paró un penalti y marcó el último de una frenética tanda. Doble mérito para el palmerino. 

Tras un duelo asfixiante contra el Lleida, un inoportuno gol visitante nada más arrancar la segunda mitad, una prórroga eterna y varias ocasiones de peligro que ningún sevillista acertó a enviar al fondo de la portería defendida por un notable Crespo, el desenlace del choque se conoció en la tanda de penaltis. 

A ella se llegó debido a que Carlos Rodríguez firmó un disparo cruzado por la derecha que sorprendió a Caro cuando ni siquiera se había cumplido el primer minuto de la segunda mitad. 

El gol, fruto de los nervios y de la rapidez con la que saltaron al campo los hombres de Imanol Idiakez, pesó como una losa sobre las espaldas del guardameta sevillista, que se temía señalado para los restos. Y sentó como un jarro de agua fría a sus compañeros, perdidos y desconectados ante el mayor empuje ilerdense. 

Pero los pupilos de Diego Martínez resistieron con el empate, como también lo habían hecho durante la primera mitad, en la que Matos se volvió un tormento para los visitantes, Bernardo Cruz y Martínez se erigieron en torres para repeler los muchos intentos de un activo Colinas e Ivi, que en ocasiones pecó de individualista, llevó la intranquilidad a la zaga visitante con sus lanzamientos de falta y sus muchos centros. 

Sin goles se llegó al descanso. El camino a Segunda, iniciado 36 días atrás por el filial nervionense, parecía a punto de ser completado. Pero la astucia de Carlos Rodríguez obligó a reescribir el planteamiento inicial. 

Poco a poco, el Sevilla Atlético adelantó sus líneas de presión y tuvo varias oportunidades de igualar el choque. Pero, ya fuera en un centro de Ivi que no encontró rematador, en un potente disparo que firmó Diego González o en un tiro de Carrillo que por poco no se coló por el palo derecho del marco visitante, los arreones locales siempre se toparon con el mismo escudo: Crespo. 

Sin resolución se llegó a una prórroga en la que el calor apretó y las fuerzas desfallecieron. Los calambres hicieron acto de presencia y pudo verse a más de un jugador tendido sobre el césped. Crespo siguió a lo suyo y Onwu, con un tiro a bocajarro, cerca estuvo de silenciar a las gradas nervionenses. Pero un providencial Caro atajó el intento. Fue un aviso de lo que estaba por venir. 

Ya en la tanda de penaltis, Carlos Fernández lanzó la segunda pena máxima. Para sorpresa de propios y extraños, el sevillano se resbaló y envió el balón al cielo. Incapaz de contener las lágrimas, sabía que con su error ponía en bandeja el ascenso del Lleida. 

Pero he aquí que emergió Caro para igualar al atrapar el disparo de Bosch. Tras los aciertos de Bernardo -la pelota golpeó primero en el palo y después en la espalda de Crespo hasta acabar en el fondo de la red-, Albístegui, Ivi y Onwu, Carrillo no podía creerse que su golpeo fuese demasiado fuerte para el meta cántabro, al que se le doblaron las manoplas. 

Los nervios propios de cualquier tanda de penaltis alcanzaron cotas máximas en la muerte súbita. En esos instantes en los que la gloria y el fracaso estaban a punto de ser repartidos, Caro se ofreció para inclinar la balanza a favor de los locales y así sacarse la espinita que lo atormentaba. 

Su golpeo, sin ápice de duda ni temblor, sorprendió a Crespo, incrédulo al ver cómo lo condenaba su homólogo en el Sevilla Atlético. El héroe del encuentro acababa de despojarse de la presión, de acallar las voces críticas y de hacer trizas el cartel de villano. 

Aclamado por la grada, ya fuera al grito de Caro, José Antonio o Churripi, el palmerino estalló en júbilo y las lágrimas recorrieron su rostro. Porque los héroes también lloran. Como los jóvenes que ayer se hicieron hombres en el Viejo Nervión al suplir su inexperiencia con una ilusión arrolladora, una entereza que asombra y una unión envidiable. Abran paso, que el filial ya es de Segunda.

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