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Menos alegre y con las mismas dudas (1-2)

  • El Sevilla se sobrepone a un regalo de Rico, víctima del estilo Sampaoli, con una versión más seria tras el mismo.

El Sevilla, sin alardes y aún con muchas dudas, venció en su primer amistoso en tierras alemanas al Sandhausen, de la Bundesliga2, ante el que tuvo que sobreponerse a un error casi hilarante de un Sergio Rico empujado por el modelo con que Sampaoli trata de cincelar el carácter de este nuevo Sevilla que tan alegremente piensa competir en España y en Europa.

 

Por mucho que en Orlando los blancos midieran sus fuerzas con un club con la mística de River Plate, esto es Europa ya. El equipo de los millonarios es un rival fuerte, con nombre y entidad, pero para el que medir su nivel con lo que hay aquí hay que hacer un ejercicio complejo de traslación. Un adversario con la cultura de entrenamientos y la disciplina alemana, sólo por el físico, es una medida más fidedigna que todo lo que se juegue en Sudamérica, por supuesto sin faltar al respeto a nadie.

 

El Sandhausen, para empezar, demostró que para ganar en su estadio hace falta algo más que pisar el balón con más o menos estilo. Metió ritmo desde el inicio a un Sevilla que saltó un tanto tarumba con todo lo que aconteció en las mismas entrañas del estadio, cuando Gameiro,que estaba entre los titulares y figuraba en la hojilla de las alineaciones, pasaba a tener un rol completamente distinto. Teléfono en mano, y dando abrazos de complicidad que sonaban a despedida, el francés se pasó el partido en la grada castigando la batería de su celular, por ir usando ya términos que no desentonen en este Sevilla argentinizado por días.

 

La propuesta de Sampaoli, que empezó arrogante como en las anteriores, recibió un rejón de castigo cuando a la primera que Sergio Rico pisó terrenos en los que no está cómodo protagonizó una pifia imperial al intentar controlar un balón fuera del área como hombre libre y darle una patada al aire. A placer marcó Wooten, el delantero alemán, y ya desde entonces el de Montequinto se guardó de no salir de su área como lo había estado haciendo en los dos o tres balones que le llegaron en los primeros diez minutos o como David Soria había hecho fundamentalmente ante el Santa Fe. Quizá es que con una defensa de cuatro, como se dispuso el Sevilla en Sandhausen, la natural apertura de los centrales pide que alguien salga. Con Emery lo hacían Krychowiak o N'Zonzi, digamos el pivote defensivo, y con Sampaoli lo hace el portero. O al menos eso pretende. Ayer, tras la osadía castigada, Rico se cuidó de no salir de su zona de confort y creció en confianza haciendo lo suyo, parar bajo los palos y en su propia área, no en la ajena. La realidad -y que la vea quien quiera verla- es que ni uno ni otro son porteros para obligarlos a mover el equipo cinco metros por delante de la media luna. Ya con Emery a este equipo le costaba goles la salida de balón y sigue siendo un asunto que promete. 

 

Rico desistió también porque el Sandhausen no dejó al Sevilla ser ese equipo agresivo y dominante que predica. Bajo un 4-1-4-1 con Kranevitter de cierre y sin delantero por lo que todo el mundo ya sabe, a los de Sampaoli les costó entrar en el partido. Fueron haciéndolo poco a poco, pero sin esa rotundidad que tanta buena onda había generado. Con N'Zonzi y Franco Vázquez de interiores, el triángulo que intentaban crear con Sarabia rara vez salía y eso que el madrileño fue de lo más entonado. Pero no de punta, sino cuando se fue a la banda que antes había ocupado Vitolo, quien se fabricó un penalti en una pérdida de los alemanes que marcó Konoplyanka. Llegando en el segundo palo, Sarabia hizo el gol del triunfo de un partido en el que pasaron más cosas en la grada que en el verde. 

 

Éste es el camino. No se sabe hacia dónde va a llevar al Sevilla, pero es el que ha tomado. 

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