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Ensayo final sin despejar las dudas (2-3)

  • El Sevilla cierra la época de pruebas ganándole al Cádiz pero regalando pocas sensaciones positivas. Cigarini dejó una asistencia de gol y poco más

Se trataba sólo de avanzar en la preparación -aunque ya no se puede avanzar más porque lo próximo que tiene el Sevilla es la disputa de un título ante el Barcelona-, pero lo cierto es que la pretemporada termina para el campeón de la Copa del Rey y cuarto clasificado de la Liga española con un partido indigno para lo que esperaban sus aficionados. Echar el telón enfrascado en una tángana con los jugadores del Cádiz en lugar de hacerlo en la final del trofeo Carranza en lo que podía haber sido la revancha para el Atlético de aquel título que perdió en mayo en el Camp Nou no gusta a nadie. Y tampoco a los responsables de la planificación deportiva, que ven cómo el equipo de Antonio Álvarez se apresta a disputar la Supercopa de España contra el Barça y a jugarse el presupuesto del año en la previa de la Champions habiéndose enfrentado sólo al Espanyol y al Atalanta -éste de la Serie B italiana- como rivales válidos con los que medir el nivel de rendimiento.

Si dichos responsables defienden que se fueron tranquilos de Cádiz pues les debería crecer la nariz. Porque la imagen que dejó el equipo nervionense en la cita gaditana, en la que optaba a su tercer título consecutivo y séptimo en su historia, ha sido mala tirando a peor. Si se quiere, se evita lo de decepcionante, pero no se puede negar que deja muchas dudas, empezando por la disposición del equipo y terminando por los fichajes.

Es verdad que era bastante con mantenerse en pie sobre un césped que debería estar prohibido que pisaran futbolistas profesionales con contratos como los que tiene el Sevilla, pero a estas alturas un equipo como el que maneja el marchenero debería comportarse de otra manera en el campo y no hablemos si el rival que está enfrente es el Cádiz, un enemigo de Segunda División B.

Sí, ganó. Esta vez ganó porque Negredo estuvo más acertado que la noche anterior ante Kameni, pero el Sevilla no manda en los partidos y eso lo palpa el aficionado que se sienta ante el televisor y que quiere hacerse una idea de lo que va a ver esta temporada en el Ramón Sánchez-Pizjuán y en los estadios de España y de Europa.

Sin que tuviera arreglo ya lo del Espanyol, en la final de consolación ante el Cádiz Antonio Álvarez estaba cantado que iba a dar minutos a los futbolistas que menos pinta tienen de entrar en el bloque titular, siempre a priori, por supuesto. Y había expectación por ver las evoluciones de Cigarini, que, mientras Del Nido y Vizcaíno le buscan escenario para su presentación (se propone la Fábrica de Tabacos), se presentó futbolísticamente como un jugador con pase -le dio una asistencia de gol a Fazio-, pero poco más dejó ver. Muy guadianesco, él y Guarente parecía que no hubieran jugado en la vida juntos. La pareja que en el Atalanta de 2008 tanto maravilló a los técnicos del Sevilla se impuso muy pocas veces a la formada por un tal Moke y otro tal Lolo. Cigarini desaparecía en muchos minutos de un partido en el que el Sevilla, en teoría y por la composición del centro del campo con José Carlos y Romaric en las bandas, debería haber tenido el noventa por ciento del tiempo la posesión del balón. No fue así ni muchísimo menos y es inevitable que el sevillismo hoy lunes chasquee la lengua y ladee la cabeza tras lo visto en las dos sesiones del Carranza, que, por cierto, el verano que viene no tendrá que mudar de fechas para hacerle un hueco al Sevilla por su condición de campeón.

Surgen muchas dudas y otras se reafirman, como el trabajito que le cuesta a Negredo hacer las cosas como se le piden o que a Fazio le corre horchata en vez de sangre por las venas. Y aparecen dudas nuevas porque Javi Varas salió en falso o, en lo que a fútbol se refiere, porque al área llegan los rivales con suma facilidad, porque este Sevilla juega demasiado a verlas venir y porque habría mucho que decir sobre la ocupación de los espacios.

No hay que quedarse con lo de ayer, que no era nada más que una prueba, el campo estaba muy malo y, para colmo, hasta le cambiaron el balón... pero oler desde luego no huele bien todavía el puchero.

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