Toros

'Miuras', los temibles toros que abren la temporada sevillana

Se desvanece la tarde del Sábado Santo y la maravillosa luz del cielo sevillano da paso a la penumbra con la anochecida, lo que vuelve más inquietante, si cabe, el desembarque de los toros de Miura en la Maestranza -única ganadería que lo realiza al filo de la medianoche-.

Nos adentramos por primera vez en la plaza de Sevilla en esta tarea en la que impera el silencio y la precaución para evitar que se alteren los toros y se lastimen. Los miuras se mueven por los corrales, tras recibir chorros de agua desde arriba, a través de una manguera, con el objetivo de relajarlos mientras dura el reconocimiento y antes de su entrada definitiva en los chiqueros, pórticos ante una suerte que está casi echada, en lo que supone la última guarida del astado antes de la lid -combate, pelea; de ahí procede el término lidia- en el ruedo.

Al mando de la operación, un hombre con sabiduría campera y fama de excelente jinete, Antonio Miura Martínez, quien junto a su hermano Eduardo dirige desde 1996 la ganadería, tras la muerte de su padre, don Eduardo Miura Fernández, acaecida el 27 de julio de 1996. Antonio, una vez terminadas las tareas de desembarque y enchiqueramiento, contrariado, explica: "Cuando embarcamos la corrida en Zahariche no hemos tenido problema. Tampoco en el desembarque. Pero el 60, un cárdeno que salió en vuestro periódico con una silueta cuando estuvisteis en Zahariche, se ha fastidiado en el callejón de dentro. Se ha roto el cuerno izquierdo por la mazorca cuando ya había entrado. El toro, muy nervioso, ya se había escobillado dando contra una puerta. No ha hecho ni un gesto. Como si no le hubiera pasado nada... Puff... Vaya contrariedad. Para mañana queremos traer un par de toros más".

Los astados de la corrida, que ya vieron los toreros en el campo -Manuel Escribano y Daniel Luque- y que pasaron anoche el reconocimiento son "los números 15, 46, 68, 35, 45 y 73", según repasa a medianoche el ganadero y confirma la autoridad. "Son tres cárdenos, un sardo llamado Macareno y otros dos negros. Es una corrida seria, en el tipo y que no está regordía", asevera el ganadero. Hoy, a las doce de la mañana, tendrá lugar el último y definitivo reconocimiento y, posteriormente, el sorteo.

Antonio Miura rememora el éxito del año pasado: "Fue una corrida que tanto a mi hermano Eduardo como a mí nos gustó. Desde que llevamos nosotros la ganadería ha sido la más completa, con algunos toros de nota altísima, como Datilero, por su nobleza, o el que se lidió en segundo lugar, más encastado". Y añade: "Por lo general, el miura es un toro muy complicado de manejar. Suelen ser toros que rematan no sólo en los burladeros de la plaza, cuando los llaman; también lo hacen hasta en los reconocimientos, como ha sucedido esta noche. Las vacas, en el campo, también lo hacen. Hay que andar muy despacito y con mucho temple con ellos. Igual que para torearlos: no quieren brusquedades. En alguna ocasión, una vez en el corral, alguno no ha querido entrar en el chiquero ni con bueyes". Y nos cuenta una anécdota: "Sucedió en la década de los sesenta, en la plaza de Valencia, en una desencajonada ante el público por la tarde-noche, uno de nuestros toros se negaba a entrar en toriles. Dieron las seis de la madrugada cuando, por fin, el toro pudo enchiquerarse".

Este singular temperamento al que alude el ganadero propicia que a lo largo del año las bajas sean importantes debido a peleas entre los toros y por otro tipo de altercados. Según Miura, "depende de las temporadas. Este año hemos tenido cuatro bajas. La media suele ser media docena, alrededor de un 10%, por su carácter agrio. Es que nuestros toros, como los de Santa Coloma, son muy guerrilleros".

Por parte de los ganaderos, todo quedó listo anoche en la plaza de Sevilla. Cuando pisen el ruedo estos toros de trapío singular: largos, agalgados, de gran caja y mucha leña, Eduardo y Antonio Miura mantendrán encendida una vela en su casa -posiblemente, prendida por su hermana Loli-. "Siempre pedimos a la Virgen. Este Domingo de Resurrección puede que lo haga mi hermana a la Virgen de la Macarena. Cuando lidiamos en una plaza de fuera, yo mismo enciendo una vela al Santo de esa ciudad. Pedimos que no ocurra nada y que los toreros salgan por su pie"; asevera Antonio Miura.

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