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Vivir en Sevilla

Sevilla, puerta al mundo en el siglo XVI

  • Una ruta teatralizada en el Pabellón de la Navegación ofrece un recorrido por la ciudad y explica su importancia después del descubrimiento de América

El descubrimiento de América y la importancia que supuso para la ciudad de Sevilla puede vivirse de primera mano a través de la ruta teatralizada Sevilla puerto y puerta de Indias, organizada por Encarte Producciones. El Pabellón de la Navegación es el escenario elegido donde el visitante viajará en el tiempo y se situará en el siglo XVI para que conozca la relevancia que tuvo el puerto de la ciudad tras los primeros viajes a América. Durante el recorrido, de una hora y media aproximadamente, un personaje muy peculiar acompaña a niños y adultos: Lola Chacón, una tabernera que narra anécdotas y curiosidades de la Sevilla del XVI.

La visita comienza con una subida a la primera planta para disfrutar de una vista panorámica de todo el pabellón iluminado. En este punto, Antonio Luque, la persona que guía la visita, explica al grupo de asistentes la dependencia que tenían europeos y asiáticos entre sí para desarrollar las relaciones comerciales a finales de la Edad Media. El viaje que realizó Cristóbal Colón con destino, en un principio, a las Indias es el nexo que une esta contextualización con la primera parada.

Los visitantes comienzan el recorrido por el pabellón y se encuentran con Lola Chacón. La tabernera cuenta las ganas de viajar a las Indias de la gente de su época. A pesar de que la ciudad de Sevilla fue muy rica por ser el puerto y la puerta de Indias, estas riquezas sólo pertenecían a los banqueros extranjeros. Cuando la flota regresaba, cargada de oro y plata, toda la ciudad se daba cita para verla, pues la mayor parte de los ciudadanos eran muy pobres.

El itinerario continúa por el pabellón y la tabernera Lola se detiene al lado del mástil de un barco. En este lugar, cuenta en qué consistían algunos de los castigos que se aplicaban en el siglo XVI. Para explicar qué eran los tratos de cuerda, narra el caso del grumete Juan Pérez, que le clavó un cuchillo a uno de sus compañeros de tripulación cuando le intentó quitar su ración de comida diaria, una pequeña regañada conocida con el nombre de galleta naval. El grumete fue castigado con tres tratos de cuerda. Al condenado se le ataban las manos a la espalda, se le subía al mástil más alto y se le dejaba caer hasta que la cuerda se tensaba y se detenía en seco. El dolor provocado, cuenta Lola Chacón, era "terrible porque se desconyuntaban los hombros". Otra de las sanciones era condenar a galeras, en las que los marineros se veían obligados a remar sin descanso a golpe de látigo. Esto, unido a la mala alimentación y a la falta de higiene, provocaba que los barcos no regresaran con los mismos tripulantes con los que habían partido.

"La flota española, antes de verse, se puede oler desde lejos", es la anécdota con la que Antonio Luque invita a los asistentes a conocer la tercera de las paradas de esta ruta. Los problemas higiénicos en altamar eran muy comunes, por eso se llegan a reproducir los olores más característicos de los navíos en el Pabellón de la Navegación. Los visitantes pueden oler la brea o alquitrán con el que se les daba una cobertura impermeable a los barcos. La tripulación no tenía forma alguna de asearse. Pero este colectivo no era el único que sufría la insalubridad, sino que se hacía extensivo a la ciudad. Sevilla tenía problemas de alcantarillado y se arrojaba el agua sucia por las ventanas al grito de "¡agua va!" Las calles eran un foco de infección porque no se limpiaban y las basuras se amontonaban junto a las puertas de la ciudad, como el monte del Baratillo en el Arenal, que llegó a superar la altura de la muralla de Sevilla.

El siguiente paso de este itinerario por el siglo XVI permite a los asistentes contemplar de cerca maquetas de galeones y diferentes navíos, mientras Antonio explica los sistemas de navegación. En la primera parte del siglo XVI se viajaba a América con el sistema del navío suelto, pero en 1522 se produce el primer ataque de piratas y es entonces cuando se establece el sistema de navegación en convoy, con el que nadie viajará solo. Todos los navíos mercantes irían acompañados por buques de guerra.

La última parte del recorrido se desarrolla en la taberna de la propia Lola Chacón, en la que cuenta el florecimiento de las artes y las letras a finales de siglo. "Todas las que trabajamos en esta taberna sólo queremos terminar para ir al corral de comedias y disfrutar", explica Lola mientras arranca las risas de los asistentes. En esta estancia también se habla de cómo cambió la fisonomía de la ciudad con la construcción de edificios reconocidos como el Ayuntamiento, la finalización de algunas zonas de la Catedral y el primer jardín público en la Alameda de Hércules, entre otros.

El final de la visita guiada ofrece la oportunidad de subir a la torre mirador del Pabellón de la Navegación, diseñado por Vázquez Consuegra. La altura de la torre es de aproximadamente 65 metros, más o menos la altura del Campanario de la Giralda. Las vistas que se observan desde este enclave abarcan la totalidad de la ciudad, acompañada de la magia de la noche.

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