hostelería la integración de discapacitados visuales y la alta cocina se unen

No ver para comer

  • Se inaugura en la avenida Diego Martínez Barrio el primer restaurante del mundo 'full sensorial', donde cocineros y camareros son ciegos

Se acabó eso de comer por los ojos o, al menos, en el tiempo que dura una cena o almuerzo en el nuevo restaurante que se inauguró ayer en el 10 de la avenida Diego Martínez Barrio, No Veas (La Comida de los Sentidos). Múltiples son las peculiaridades que impregnan a este local desde que se descubre su fachada hasta que se termina la experiencia de comer en el que es el primer restaurante del mundo donde camareros y cocineros son ciegos y donde el comensal deja abandonado el sentido de la vista nada más traspasar su recepción. "Existen otros casos similares en el mundo (Londres, París...), pero en ninguno se experimenta algo tan completo como aquí. En algunos establecimientos los camareros son ciegos pero el jefe de cocina no y, aunque el personal sea ciego, los comensales sí ven el plato que se están comiendo; en otros, lo que se ofrece es una cata a ciegas donde a los clientes se les tapan los ojos con vendas. Aquí, tanto el jefe de cocina como los camareros son ciegos y el menú se toma a oscuras, pero sin vendar los ojos y, por tanto, sin ver lo que se está degustando en ningún momento", detalla su socio fundador, junto a Anabel Suárez, Jesús Ibáñez. Por si ya no resultara cuanto menos misterioso, el comensal debe saber que, además, se enfrentará a un menú del que desconocerá sus ingredientes. Todo es sorpresa.

Para ambos socios ésta es la primera vez que emprenden en hostelería, pero no les bastaba con abrir un local más donde comer. Desde el principio, quisieron reflejar sus gustos, profesiones y aportar algo a la sociedad desde el negocio. Amantes de la cocina y el turismo gastronómico, Jesús Ibáñez (ingeniero informático, 30 años) y Anabel Suárez (arquitecta, 33 años), también pareja sentimental, decidieron que la integración e inserción laboral de los ciegos era una buena idea para aportar su granito de arena al problema que estas personas sufren en el sector hostelero. "Pocos se fían de sus cualidades para desempeñar este tipo de trabajo y mucho menos adaptan arquitectónica y tecnológicamente el local a ellos", afirma Ibáñez. Planteada esta situación, consiguieron cumplir el tercer objetivo que perseguían, dar prioridad al plato, al producto. "Muchas veces comemos con los ojos y la psicología nos impide enfrentarnos a una determinada propuesta culinaria. No contamos a los comensales lo que van a comer; jugamos con el factor sorpresa hasta el final, cuando el camarero les proporciona la información al respecto. Muchos de ellos se sorprenden al comprobar que han tomado algo que les ha gustado y que, desde pequeños, no comían influenciados simplemente por su aspecto".

Este "juego misterioso" empieza ya desde su fachada, negra y con mensajes que llevan a la reflexión. Al entrar, los clientes, que previamente han reservado, son recibidos en una recepción de diseño de la que pronto saldrán para adentrarse en el local por una puerta negra que da a un pasillo desde el que no se aprecia su fin ni la sala en la que van a comer, no sin antes apagar los móviles y guardar los relojes -aquí no se permiten-. La puerta se cierra y los comensales se quedan en este pasillo. A partir de ese momento, la oscuridad lo impregna todo. El cerebro empieza a general adrenalina y, a falta de vista, comienzan a agudizarse el resto de los sentidos. Se alcanza el clima deseado para vivir intensamente el momento.

De pronto, una voz se pronuncia: "Bienvenidos, soy vuestro guía". Se trata del camarero que les guiará hasta la mesa donde empezarán a servirse los platos. "Así, ya se está creando un vínculo con una persona de la que no conoces más que su voz".

Durante la comida, los presentes tendrán que enfrentarse a platos y bebidas sin verlas, y por lo tanto tendrán que agudizar el ingenio y acudir a todo tipo de trucos para, por ejemplo, servirse la bebida sin derramarla. "Muchos acaban comiendo con las manos porque, por ejemplo, ¿cómo descubren donde está la salsa dónde mojar la carne?".

Lo que se trabaja en los fogones es alta cocina. Todo está planificado y adaptado con un proceso industrial para el buen funcionamiento de ésta y el perfecto desempeño del personal con discapacidad visual. Todo está organizado y dispuesto de manera milimétrica para que salga en la proporción de ingredientes y calidad propios de un restaurante de lujo. Una amplia carta de vinos hace que el círculo se cierre. Los clientes no saben qué platos van a probar, pero sí, cuando reservan, tienen cuatro opciones a elegir: menú degustación (17 tapas y seis postres), un menú con primero, segundo y postre y dos menús más adaptados para vegetarianos y celíacos. "Todos están preparados con productos típicos de la dieta mediterránea; que nadie se asuste que no hay cosas raras", bromea el propietario.

Los precios por comensal están cerrados. El menú degustación tiene un precio de 75 euros por persona, el resto 50 euros por persona. Incluyen una bebida. Con motivo de la apertura, existe una promoción en la que se descuenta un 30% del precio, quedando en 52,50 euros el menú degustación y en 35 los restantes.

Este restaurante sensorial suma al mero hecho gastronómico experiencias para los sentidos que acompañan durante la comida. Así, por ejemplo, cada plato tiene su música. Dispuestos a renovarse, a la propuesta inicial se sumarán nuevas experiencias, como la que Ibáñez ya adelanta para el próximo verano de 2017. "Los clientes sentirán cómo, mientras comen en pleno mes de agosto, cae nieve sobre sus cabezas". Estos efectos son posibles gracias a la combinación de una estudiada arquitectura -que ha contado con la colaboración para ejecutar la obra de Enrique Guzmán- y un software -creado por Sofify.com- que lo facilita y organiza todo y permite conectar sala y cocina de una forma única.

Hasta 80 personas puede acoger este singular espacio, pero, de momento, sus creadores sólo reservan para unos 30, "Queremos empezar poco a poco", apostilla. Aunque ayer fue su inauguración oficial, hasta el 5 de mayo no se ofrecerá el primer servicio. El fundador advierte: "Ya está completo hasta el 12 de mayo, y hasta finales de mes también hay bastantes reservas cerradas".

La luz no volverá a relucir hasta acabada la sobremesa. Los participantes saldrán de nuevo guiados por el camarero al pasillo, donde, ahora, una luz tenue les va preparando para que el impacto de la iluminación exterior sea menor. Ha podido transcurrir desde una hora -duración media para una pareja- hasta dos o tres -para grupos-. No hay tiempo estipulado para gozar del tacto, el sabor, el sonido y el olor de una cena abierta a los sentidos.

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