La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La 'sensibilidad' del camaleón

Les decía ayer que el PP ha metido a regañadientes el humanismo cristiano en sus estatutos como un anzuelo para pescar votos en el río, cada vez más seco pero aún con agua, de la derecha tradicional y la democristiana. La nueva derecha ultraliberal ya no necesita su larga alianza con la Iglesia y el humanismo cristiano le estorba. La cuestión del aborto libre lo dejó claro, la de los vientres de alquiler lo corrobora y la negativa a permitir que se votara una enmienda en defensa de la vida lo sella. Treinta años antes del artículo de Pasolini que citaba ayer, en su clásico La gran transformación, el economista Karl Polanyi diagnosticó la imparable tendencia del capitalismo a convertirlo todo en mercancía, incluido el ser humano. Y 50 años antes Chesterton había escrito: "La próxima gran herejía (…) viene de la exultante energía vital de los ricos resueltos a divertirse sin papismo, ni puritanismo, ni socialismo que les contengan... La locura de mañana no está en Moscú, sino en Manhattan… Lo que ha destruido la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo". La derecha española ha tardado, a causa del arrastre nacionalcatólico y del arraigo social de la religión, en emprender este camino. Pero lo ha hecho con la determinación que le ofrece la evidencia de que la mayoría de sus votantes lo comparten. Y lo que importan son los votos, no las convicciones. Cínicamente define su vacío ideológico y oportunismo camaleónico diciendo que dentro del partido "hay muchas sensibilidades".

El PSOE tiene un depósito ético e ideológico dos veces centenario -si nos remontamos a Owen y Saint-Simon- del que ahora está muy alejado, pero al que siempre puede volver para dotarse de contenido. El PP, ¿qué puede ofrecer tras abandonar su débil inspiración en el humanismo judeocristiano? Un pragmatismo sin referentes éticos y una política de tecnócratas, literalmente desalmada. Sale ganando la Iglesia, aunque quienes aún sigan pensando en ella como estructura de poder se enfaden, a la que le ponen más fácil seguir el mandato fundacional sobre Dios y el César; y salen ganando los creyentes que tienen una total libertad (sin "orientaciones") para votar lo que estimen más próximo a sus creencias o menos enemigo de ellas, conscientes de que su inspiración para transformar la realidad proviene de un legado judeocristiano no sobado por ningún partido y de Jesús Nazareno.

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