Cambio de sentido

La peste

Las ratas, los orines de las deshoras, las excreciones siguen siendo parte del paseo por la ciudad

Me permiten que les cante mientras escribo este artículo? Ahí voy, por Discépolo: "Que el mundo fue y será una porquería,/ ya lo sé,/ en el quinientos seis/ y en el dos mil también…". Leo que el cineasta Alberto Rodríguez está en pleno rodaje de La peste, serie ambientada en la Sevilla del XVI. Qué ganas de verla. La peste bubónica, enfermedad transmitida por las pulgas de las ratas, llegó a asolar la ciudad en 1649. Lejos ha quedado todo lo que provocó la epidemia: las hambres, la podredumbre, las crecidas del río, el hacinamiento, lo infecto y las costumbres poco higiénicas de los vecinos. Bueno, todo no.

Lo que les voy a contar, válgame Paco Gandía, es verídico: domingo por la mañana. Salgo a pasear por el barrio. Por mi calle silenciosa escucho un ruido gutural asqueroso. En una ventana, un hombre está fraguando un gargajo. En un acto reflejo, como en un tiroteo, me pego a la pared y me quedo quieta. Atónita, veo caer grave, a plomo, el garboso galipazo. En el XVII al menos avisarían: "¡Agua va!". Continúo por el callejón de la Inquisición, quiero oler junto al río la flor de los naranjos. En el callejón, a azahar precisamente no huele. Aquí desaguaron los bebedores sus humores úricos por la noche. (Les ahorro demás escatologías). Cruzo rauda al Paseo de la O. Por ser zona menos transitada -la O es aún lugar apartado y hermoso- muchos que sacan a sus perros pasan de la bolsita y dejan sembrado el camino, de modo que hay que conformarse con mirar el río -y las botellas sin mensaje que en él flotan- de reojo, sin perder vista del suelo, pues aunque dicen que pisar mierda trae buena suerte, una, que últimamente no gana para sustos, es más del "virgencita que me quede como estoy" y de llegar a casa sana y limpia. Prosigo, cantiñeando el tango, cuando, bajo el puente de El Cachorro, una rata del XVII atraviesa los siglos y se detiene ante mí. Nos hemos reconocido; las ratas, las excreciones, los lapos, los orines de las deshoras, los desperdicios siguen siendo parte del paisaje y paseo de esta ciudad. La peste, en sus acepciones "mal olor" y "cosa que puede ocasionar un daño grave", sigue arruinando Sevilla.

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. Y lo es por cada uno de quienes, de tangados, echan pestes y hacen la puñeta cuando nadie los ve. Algunos de estos mismos, hoy, a plena luz, como dijo el poeta, "seguirán diciendo es primavera/ diciendo es primavera seguirán/ es primavera seguirán diciendo es/ lo más seguro pese a todo".

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