Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Alias Spiriman

Todos apoyamos a Spiriman, con o sin reservas, con o sin críticas. Da la cara en una tierra de señoritos y braceros

Así le llamaron en el noticiero de la Junta. "Alias Spiriman" repitió la locutora después de decir "el médico Jesús Candel". Sutil pero cortando la yerba. Chirriaba ese "alias" que en los boletines de antaño solo usaban para los delincuentes. Dudo que sea algo inocente, pues de todos es sabido que a nuestro Brave Heart granadino, ese valiente en lucha contra la opresión del oriente sanitario andaluz, al que se la tienen jurada por llevar la contraria en un régimen de treinta años donde el que no agacha la cabeza mal lo lleva.

A Jesús Candel le vino grande la fama y verse encumbrado a una posición, la de líder social con causa justa, que le está costando digerirla. Afán de notoriedad, cerrazón, cierta manía persecutoria (con base real, claro) son los síntomas de una presión tremenda. Pero seguro que le anima a seguir plantando cara para que se arregle el mayor desastre de gestión de las últimas décadas.

A todos nos llegan ondas preocupantes de lo que están haciendo con nuestros enfermos. Una amiga me cuenta que en el nuevo hospital del PTS-Quinto Pino tuvo que ir ella misma a comprarle botellas de agua a su familiar enferma; también me entero de que falleció un paciente que ingresó muy grave porque, al ir a hacerle una abertura torácica de urgencia, y carecer el médico del material necesario (unas complejas tijeras separadoras) y estar las mismas en el otro hospital en la otra punta, y tener que venir el médico por el atasco perenne del Nevada que todo lo colapsa, pues cuando llegó ya la persona estaba difunta.

Todos apoyamos a Spiriman, con o sin reservas, con o sin críticas. Da la cara en una tierra de señoritos y braceros acostumbrados a quitarnos el sombrero delante del de turno y esperar a que con el PER o cualquier otro subsidio la cosa escampe. Se nota que es médico, es decir, un hombre que se planteó ayudar a través de su trabajo, que es una gran cosa. Se nota que nadie le financia y que se lo curra. De ahí que, en esta película de héroes contra villanos, el de las gafas, la barba y la gorra -y ahora la nariz de payaso- es uno de los nuestros. Por una sencilla razón: no quiero morir en un taxi dando vueltas por la Circunvalación, de un lado al otro, buscando el hospital que atienda la dolencia que, para mi mal, ni sé cómo se llama.

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