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Crítica 'La conspiración'

Lección histórica realzada por una gran interpretación

La conspiración. Drama, histórico, EEUU, 2011, 123 min. Dirección: Robert Redford. Intérpretes: James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Evan Rachel Wood, Danny Huston. Guion: James D. Solomon; basado en un argumento de James D. Solomon y Gregory Bernstein. Producción: Brian Peter Falk, Bill Holderman, Robert Redford, Greg Shapiro y Robert Stone. Música: Mark Isham. Fotografía: Newton Thomas Sigel.

Película de tesis con pretexto histórico. La tesis sostiene que la vulneración de las garantías constitucionales en nombre de la salvación de la nación produce el efecto que se pretende evitar, dañando irremediablemente las mismas bases sobre las que la nación se asienta. El pretexto histórico es el juicio contra los conspiradores sureños que en 1865 asesinaron al presidente Lincoln, al vicepresidente y al secretario de Estado. Centrándose en la defensa de una mujer a cargo de un abogado que en acciones de guerra se había convertido en un héroe nordista.

A Robert Redford esta historia le afecta doblemente. De una parte es uno de los actores y realizadores más comprometidos en el rearme moral de los Estados Unidos tras las traumáticas crisis -aún no superadas, como se demostró en el discurso de investidura de Obama en el que invocó el espíritu de Lincoln y Roosevelt- vividas entre el asesinato de Kennedy y el caso Watergate, que incluyen la guerra de Vietnam y los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King. Desde sus primeros papeles secundarios en La rebelde, Propiedad condenada o La jauría humana Redford procuró encarnar personajes con carga humana, social y política que, cuando le llegó la fama, intentó conciliar con su imagen de galán. El apolítico convencido por la comunista de Tal como éramos resumía a la perfección ese maridaje.

Como director también ha procurado tocar temas sociales o medioambientales. Como productor puso en marcha el Sundance Institute para apoyar a jóvenes realizadores y el cine independiente.

De otra parte el protagonista, el abogado defensor nordista que se expone al desprecio de los suyos por defender a la conspiradora sudista, es Frederick Aicken, héroe de la Guerra de Secesión, abogado y periodista fundador junto a Stilson Hutchins de The Washington Post en 1877. Parece natural que el actor que interpretó en Todos los hombres del presidente a Bob Woodward, el periodista del Post que junto a Carl Bernstein destapó el Watergate, se sintiera atraído por la figura de uno de los fundadores de este diario.

Esta doble implicación da a la película una autenticidad que realza su correcta y modesta puesta en imágenes, perjudicada por una fotografía algodonosa y por innecesarios flash-back. Parece como si Redford, que es un director eficaz pero un poco plasta y nada brillante, quisiera haber hecho un discreto pedestal que resaltara las figuras de Frederick Aiken y de Mary Surratt, su defendida. El primero como símbolo del auténtico espíritu americano. La segunda como víctima de quienes sacrifican la justicia a los intereses de Estado. Confirma esta hipótesis su concentración en la dirección de actores, logrando una muy buena interpretación de James MacAvoy como Aiken y un trabajo excepcional -lleno de contenida intensidad dramática- de Robyn Wright, durante muchos años secundaria y desde esta película una de las más grandes actrices dramáticas del actual cine americano. Ella le da su cuarta estrella a una película que sin su presencia tendría tres.

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