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Cine

'Sympathy for the Devil'

  • El personaje de Satanás como representación del mal, ha sido tema recurrente, más que de la música, del resto de las artes: la pintura, la literatura, el teatro y, cómo no, el cine

Con el bajo como instrumento protagonista -tocado para la ocasión por el guitarrista del grupo Keith Richards-, seguido por el ritmo de la batería a la que se van añadiendo congas y maracas para obtener un sonido tribal y selvático que parece representar un rito vudú o una ceremonia de sacrificio, comienza la canción Sympathy for the Devil. "Please allow me to introduce myself/ I´m a man of wealth an taste" (Por favor permíteme que me presente/ soy un hombre de dinero y buen gusto") es el inicio de la letra que 1968 escribió el vocalista Mick Jagger no  para hablar de relaciones amorosas ni de drogas ni de conflictos generacionales -argumentos habituales en el rock de la época- sino de  ... ¡el Diablo! Es, a pesar de su polémica temática (Jagger canta en primera persona representando el papel de Lucifer) , una de de las mejores grabaciones de los Rolling Stones y una de las grandes canciones de la historia del rock.

El personaje de Satanás como representación del mal, ha sido tema recurrente, más que de la música, del resto de las artes: la pintura, la literatura, el teatro y, cómo no, el cine. La mayor parte de las películas que han incluido a tan siniestro protagonista suelen  pertenecer a la llamada  "serie B" o incluso al delirante subgénero de la "serie Z" y, generalmente, su presencia va en relación con las modas del público como pasó en la década de los 80 con el auge de las películas de terror.  Sin embargo, algunas de los films que abordaron  los asuntos del inframundo han quedado como joyas de la historia del cine trascendiendo el desacreditado cliché del "terror sobrenatural".

La semilla del diablo (una de las más desafortunadas "traducciones" del título de una película, destripando el misterio que para nada se intuye en su nombre original:  Rosemary baby)  es una obra maestra rodada por Roman Polanski en 1968. Una joven pareja (Mia Farrow y John Cassavettes) se traslada a vivir al inquietante edificio "Dakota" de Nueva York (en su portal asesinarían en 1980 a John Lennon) y cuando ella queda embarazada unos encantadores vecinos se ofrecen solícitamente para ayudarles en la gestación de la criatura. Sin escenas de terror, solo con la sugestión y la escenografía, la maestría de Polanski genera  un miedo y una tensión que atrapan a los desasosegados espectadores del film.

La profecía (1976) es una espléndida película de terror dirigida por Richard Donner. El hijo del embajador americano en Londres (Gregory Peck) y su esposa (Lee Remick) es asesinado al nacer para  sustituirlo por otro que es la encarnación del diablo. Donner se cuida de no enfatizar -como suele ser habitual en el género- las escenas sangrientas y truculentas, poniendo en pie un elegante thriller de misterio y suspense que apela más al terror psicológico que al sobresalto. Excepcional la banda sonora que compuso Jerry Golsmith (ganó un Oscar) y genial la escena en que el jadeo de dos fieros perros Rottweiler se encadenan con los acordes iniciales del Ave Satani (una especie de versión satánica de un canto gregoriano interpretado por un coro diabólico). Basada en un hecho real novelado por William P. Blatty, en 1973, William Friedkin lleva a la pantalla la más célebre de las películas dedicadas al Príncipe de las Tinieblas: El exorcista. Aunque el film cuenta con unos soberbios efectos especiales para escenificar la posesión de la joven Regan (Linda Blair) y el exorcismo que practican el padre Merryn (Max Von Sidow) y su ayudante el padre Karras (Jason Miller), la narración es sobria, casi científica y es la atmósfera opresiva en que Friedkin envuelve la historia lo que en verdad perturba al espectador. Otro gran acierto de la película fue la utilización para su banda sonora de Tubullar Bells, la composición de un músico casi desconocido, Mike Oldfield, que puede decir con total propiedad que -aún sin venderle su alma- le debe toda su fortuna al diablo. El detective John Hobbes (Denzel Washington) asiste a la ejecución de un asesino en serie.

Al poco tiempo se reproducen crímenes con la misma metodología y el policía en su investigación descubrirá que no se trata de un imitador sino que es el ángel caído Azazel que se encontraba en el cuerpo del asesino y salió después de su muerte para saltar de cuerpo en cuerpo y seguir haciendo el mal. Hobbes ideará un astuto plan para obligar al demonio a entrar en él y luego suicidarse pero un inoportuno gato le servirá a Azazel de puente para seguir cometiendo fechorías. Al final, con el Sympathy for the Devil de los Stones de fondo, vemos una calle repleta de gente y nos imaginamos al diablo saltando alegremente de unos a otros.  Por último reseñar la aportación -en este caso nada desdeñable- del cine español al género: El día de la bestia (1995) de Álex de la Iglesia. La historia del cura vasco (Álex Angulo) que encuentra un mensaje en el Apocalipsis de S. Juan que anuncia la llegada del Anticristo y pretende con la ayuda de el toxicómano "heavy" José María (Santiago Segura) y el clarividente Profesor Cavan (Armando de Razza), impedir el nacimiento satánico. Con un excepcional talento (que no ha vuelto a verse reflejado en el resto de su filmografía) de la Iglesia logra mezclar el terror con la comedia, hilvanado un relato emocionante, entretenido, apocalíptico y, a la vez, desternillante.

Su atinada dirección se complementa con el estado de gracia de la mayoría de los actores destacando, además del excepcional trío protagonista, una genial Terele Pávez en el papel de la madre de José María. En conclusión, podría decirse  que el Mal, en el plano cinematográfico,  es preferible al Bien. Al fin y al cabo... solo se trata de ficción, porque, como escribió Baudelaire: "El truco más grande que el diablo jamás hizo, fue convencer al mundo de que no existía".  

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