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Comunicación

Redes sociales, el universo paralelo

Antonio Manfredi

Periodista

Hace no más de cinco años era inimaginable un mundo donde un recuadro de un máximo de 140 caracteres, llamado Twitter, fuera capaz de sacar a la calle a cientos de miles de personas y derribar a un gobierno o concentrar en minutos a cientos de indignados en un punto para evitar un desahucio en cualquiera de nuestras ciudades, por ejemplo.

Tampoco habríamos entendido muy bien cómo personas adultas, con una vida social normalizada, afirmen que tienen más de 2.000 amigos en Facebook, con los que a diario comparten sus vivencias, en forma de fotos, texto o vídeo; visibles para muchos otros a los que ni siquiera conocen. Y no digamos los niños y adolescentes, que llegan de su centro escolar a casa e inmediatamente se ponen a chatear en su Tuenti con los mismos amigos y compañeros de los que se acaban de despedir. Para ellos, volcar todas las fotos hechas con su cámara digital directamente en su red social favorita es lo más normal.

Nos hubiera sorprendido también que las televisiones se alimentaran continuamente de vídeos subidos por usuarios desde su perfil de Youtube con testimonios de la barbarie policial o la comisión de un delito, ya fuera por el gobierno de Gadaffi o por soldados norteamericanos en Afganistán.

Son las redes sociales, nacidas y desarrolladas ya iniciado el siglo XXI y convertidas en la segunda vuelta del llamado Internet 2.0, donde el usuario depende únicamente de sí mismo para compartir y recibir lo que quiera, sin más limitaciones que las suyas propias. Están pensadas no para el ordenador de sobremesa, sino para los teléfonos móviles inteligentes y las tablets, como los Ipad, iconos de este siglo. De modo que quien sea testigo de un acontecimiento puede ponerlo a disposición de millones de usuarios con tanta facilidad como encender la radio o extraer un refresco de una máquina.

Twitter (creado en 2006) llegó en septiembre de 2011 a los 100 millones de usuarios. Este mismo año, a Youtube se subieron diariamente 48 horas de vídeo por minuto (más de 25 millones de horas al año), lo que supuso tres mil millones de visitas diarias, las mismas personas que decidieron cambiar la televisión por esta red social de vídeo propiedad de Google que, a pesar de los ingentes recursos en servidores para mantenerla activa, empieza a dar beneficios.

Facebook (creado en 2004) alcanzó en noviembre de 2011 los 800 millones de usuarios. En castellano fue presentado en 2007 y la empresa afirma que casi 15 millones de españoles son usuarios de esta red social, que tiene en Tuenti (propiedad de Telefónica desde 2010 y con presencia mayoritaria nacional) a su principal competidor. Creado en 2006, los datos oficiales hablan de que 12 millones de usuarios tienen una cuenta de Tuenti, a pesar de que hasta noviembre de 2011 sólo se podía entrar por invitación.

En todos los casos, el crecimiento de esta redes está siendo exponencial, de modo que estas cifras habrán crecido al finalizar este 2012; con ventaja sobre otras muchas, como Google +, la más reciente, que reconoce tener 63 millones de usuarios en todo el mundo. Linkedin, el modelo profesional de red social, también afirma haber alcanzado los 100 millones de usuarios (un millón en España), compartiendo actividades y currículos laborales.

Con estos números, cualquier análisis de la realidad debe pasar necesariamente por considerarlas una fuente capital de acción, pues millones de usuarios están conformando su vida en este universo paralelo, condicionando sus comportamientos como ciudadanos y como consumidores, en una suerte de globalización que, aquí sí, va mucho más allá de la estrictamente económica.

Por lo tanto, no es de extrañar que las últimas convocatorias políticas hayan obligado a los diferentes partidos a competir también en estas redes sociales, a pesar de que muchos de sus líderes han optado por un modelo de campaña tradicional con incursiones más o menos acertadas principalmente en Twitter o Facebook, pero sin otorgarle aún el protagonismo que, sin duda, tendrán más adelante, a medida que los más jóvenes alcancen la mayoría de edad. Por ahora, los técnicos creen que los mensajes que circulan por estas redes  -por mucho impacto que puedan tener en un momento concreto- no pueden superar a los tradicionales, que aún consideran insustituibles. Además, las posibilidades de control disminuyen considerablemente.

Hay, además, una preocupación real por la repercusión en derechos fundamentales, especialmente cuando hay millones de menores de edad que son usuarios y que evidencian un peligroso deseo de compartir su vida y exponer su intimidad, sin que las empresas responsables hayan puesto todos los medios posibles para evitar la comercialización de estos datos, especialmente en el caso de Facebook, cuya sede está en EE.UU.

Sus defensores insisten en que la velocidad y capacidad de movilización de las redes sociales está muy por delante de cualquier otro medio y que darles la espalda equivale, a medio plazo, a fracasar en cualquier intento, sobre todo porque los ciudadanos "prescriptores" con capacidad de movilización, se han pasado con armas y bagajes a este bando. Mientras tanto, los medios de comunicación tradicionales intentan una transición asumiendo a estas redes como fuentes de información y como altavoz de todas sus estrategias.

2012 será el año de los community manager, profesionales de las empresas que completarán la transición a los mercados de estas redes sociales, con grandes ventajas de cercanía al cliente y promoción de productos.

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