Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Nadie quiso juzgar los crímenes franquistas en la Transición para proteger el consenso, con lo que se relegó el derecho a la reparación para resarcir las injusticias que acarrea cualquier guerra. A algunas voces aisladas de la izquierda les habría gustado que cayeran de un plumazo los símbolos del régimen totalitario, pero ni Felipe ni Carrillo tuvieron prisa, porque intuían que la gente se conformaba con enterrar al dictador, renovar las instituciones y respirar en libertad. En tiempo récord, se puso en pie la democracia desde la generosidad. Y la prioridad estuvo en no repetir los errores del pasado desde luchas fratricidas. La alegría fue inmensa, pero quedaron en el olvido muchas víctimas y cabos sueltos, como el modelo territorial y la renuncia a depurar a los responsables de la represión franquista.

Para corregir esto último, se aprobó hace una década la Ley de Memoria Histórica, pero su aplicación en el callejero de los municipios españoles da pie a numerosas polémicas, sobre todo, desde el uso torticero y partidista. En Sabadell, por ejemplo, se plantean retirar el nombre de una plaza a Antonio Machado por considerarlo "españolista". Su Ayuntamiento se cuestiona que personajes como Garcilaso de la Vega, Góngora, Calderón, Larra o Goya den nombres a sus calles porque lo consideran fruto de un "modelo pseudocultural franquista", pese a que todos vivieron siglos antes de que Franco naciera. A este paso, cualquier día nos preguntaremos si El Cid fue un héroe o un tirano.

Para hacer política con la historia hay que gastar cuidado al juzgar la participación de cada cargo público en el golpe del 36, sobre todo si se hace con las gafas de 2017. Y quizá por ello -o porque aún no existía dicha ley- los socialistas, cuando gobernaron en Cádiz, nunca incluyeron a Ramón de Carranza entre los señalados. Ahora cambian de opinión a rebufo de Podemos y Ganar Cádiz. Pero se lanza el debate a la calle antes de explicar bien las razones del cambio, y los gaditanos se han enterado, sin anestesia, de que además de un gran alcalde -ahí están sus logros- Carranza fue cómplice según se ve de varios atropellos, lo que la mayoría desconocía. Si desde el minuto uno hubiese dicho alguien, el alcalde, José María González, por ejemplo, 'señoras, señores, Carranza participó en la represión del franquismo y estamos obligados a eliminar toda exaltación que haga referencia a su persona', seguro que no habría evitado algunas críticas, pero nadie podría hablar de oscurantismo. Sin embargo, en lugar de dejar las cosas claras desde el principio, se ha improvisado. Primero se anunció a los vecinos de Canalejas (siempre será Canalejas) que dicha avenida pasa a llamarse del 4 de Diciembre. Y días más tarde, sobre la marcha, se confirmó que también se cambiaría el nombre del estadio. En el primer caso se hizo por decreto, en el segundo habrá votación popular. En este caso el lío está servido porque ni los cadistas más ilustres lo tienen claro. Al tiempo.

La ciudadanía no ha salido a la calle pidiendo la depuración de los golpistas 80 años después. No ha pedido a sus gobernantes que se dediquen tanto a buscar culpables como a impulsar una profunda regeneración. Dicho esto, es obvio que Ley está para cumplirla y los ayuntamientos han de eliminar todo vestigio relacionado con la dictadura. Pero dicha ley se aprobó para conciliar, para que por ejemplo muchas familias puedan enterrar a sus muertos dignamente. Si resulta que hasta el PP apela a la participación para cambiar el nombre de Ramón de Carranza, cualquier sombra de polémica parece gratuita. Lo que sí requiere la ciudadanía es que se juzgue el pasado desde el máximo consenso y se pase página de una vez por todas. Todo lo demás es puro entretenimiento.

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