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De libros

Patria sin atavismos

  • Libros de Trapisonda recupera 'Budapest. Guía para marcianos', de Antal Szerb, en una edición con una excelente labor gráfica de Milimbo

Una de las ilustraciones de Juanjo G. Oller para 'Budapest. Guía para marcianos'.

Una de las ilustraciones de Juanjo G. Oller para 'Budapest. Guía para marcianos'. / d. s.

Todos y lo absoluto. Estrictamente hablando, no todos los judíos de Hungría fueron exterminados durante los años de ascensión del nazismo -gracias al pálpito, la suerte o a la labor de figuras como Sanz Briz-. El afán, desde luego, pasaba por lo absoluto: por hacer desaparecer la huella judía del país. La huella humana, se entiende. A mediados del siglo XX, los judíos húngaros constituían la segunda comunidad hebrea de Europa: unos 850.000. Al término de la II Guerra Mundial, el número de vidas arrebatadas se estimó en 600.000. Entre ellos, se encontraba el escritor Antal Szerb (1901-1945), autor de estas notas sobre Budapest que ahora recupera Libros de Trapisonda -un destino que compartió también el ilustrador de la edición original, Sándor Kolovsváry-.

Traductor de P.G. Woodhouse, la obra más conocida de Antal Szerb es El viajero bajo el resplandor de la Luna, mientras que en La leyenda de los Pendragón, el autor húngaro recrea una oda de amor a las leyendas y tópicos británicos. Entre ambas, Szerb escribió esta Guía para marcianos de su ciudad natal. Un título que no es, ni por aproximación, un libro de viajes, ni un recorrido, ni una serie de consejos sobre la capital húngara, sino una plasmación sentimental de una ciudad "ya desvanecida".

Tras el desastre que para el Imperio Astrohúngaro supuso la I Guerra Mundial, Budapest vivió, durante aproximadamente una década, un periodo en el que parecía formar parte del latir del mundo: una de esas épocas en las que resulta fascinante ser joven -y Antal Szerb aún lo era- porque parece que todo está por hacer, y está haciéndose, y será, indudablemente, mejor.

En el momento de la publicación de esta Guía para marcianos, Budapest veía la reconstrucción de algunos de sus edificios emblemáticos: la iglesia Matías, la Puerta de Viena; el ensanchamiento del puente de la isla Margarita. La modernidad parecía llegar en forma de grandes almacenes de ventanales parisinos y el desarrollo de un trazado urbanístico menos angosto. La ciudad barría sus cenizas y hacía esfuerzos por levantarse de ellas, extrayendo sólo los buenos recuerdos del pasado: "El puente de las cadenas -le canta Szerb a una de las construcciones más reconocibles de Budapest- es, sobre todo, un puente de invierno, tanto más cuanto menos lo era su predecesor (un simple pontón que se desmantelaba al llegar el frío). El Danubio se helaba a menudo por entero y la gente cruzaba en patines".

Budapest parecía, al fin, ser el lienzo que la historia la llamaba a ser: ciudad de puentes, ciudad de convivencia entre las muchas capas de pasados y de pueblos que se cruzaron justo en ese remanso del río, en mitad de nada más que llanuras. Las vanguardias que eclosionaban en Centroeuropa decantaban, con un lenguaje feroz y nuevo, ese vibrante espíritu que huía de los atavismos. El extraordinario trabajo gráfico que -a cargo de Milimbo- presenta esta edición de Trapisonda, cuenta con ilustraciones de Juanjo G. Oller en un diseño de corte cubista que recrea esa pulsión de ruptura y ansia de otro orden, de otro lenguaje, de una belleza distinta.

Todo quedó en potencia, claro. Szerb y su patria sentimental murieron a golpes a manos de un carcelero en el campo de concentración de Balf.

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