Al contrario que los sublevados, que no publicaron sus recopilaciones hasta el final de la Guerra Civil, obras como la Antología poética del Alzamiento de Villén, la Lira bélica de Sanz y Díaz o la Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera, todas del año 39, la República promovió desde el primer momento de la contienda el uso de la poesía como arma de combate, recurriendo a los muchos e importantes autores que habían permanecido fieles a la legalidad y estimulando la composición de versos entre los milicianos o los integrantes del pueblo anónimo, que aparecían en las numerosas revistas de la zona no ocupada por los facciosos e insuflaron nueva vida, adaptada a las urgencias del momento, al metro por excelencia de la tradición popular castellana. Surgió así el Romancero general de la guerra de España, recopilado por Emilio Prados en un volumen, prologado por don Antonio Rodríguez Moñino, editado en Valencia para el famoso Congreso Internacional de escritores antifascistas de 1937, junto con un Homenaje al poeta Federico García Lorca y otra mítica antología, Poetas en la España leal, que prescindía casi por completo de las formas romanceadas.

Introducido por Manuel Aznar Soler, el facsímil de Renacimiento recupera esta publicación auspiciada por los redactores de la revista Hora de España, fundada a comienzos del mismo año en la ya entonces capital republicana. Con las ausencias declaradas de Juan Ramón Jiménez, exiliado e ilocalizable, y Aleixandre, enfermo en esos días, la nómina comprende en un lugar de primacía a Antonio Machado -de quien se ofrece "El crimen fue en Granada", dedicado al asesinato de Lorca cuya ausencia, como dijera Cernuda, "pesa en cada página"- y ya en orden alfabético a Alberti, Altolaguirre, el propio Cernuda, Gil-Albert, Hernández, León Felipe, Moreno Villa, Prados, Serrano Plaja y Lorenzo Varela, que firman, como leemos en la nota preliminar, "poemas de la guerra y la revolución escritos en la atmósfera febril española".