Miguel Ángel Muñoz. Escritor

"El cuento es un lugar de libertad, en el que se puede, y debe, intentar todo"

  • El autor recoge en el libro 'La familia del aire' 36 entrevistas a cuentistas

Además de la novela El corazón de los caballos, Miguel Ángel Muñoz ha publicado dos conjuntos de relatos, El síndrome Chéjov y Quédate donde estás, que lo han afianzado como uno de los nombres más interesantes de la narrativa. Pero, además, hay otra razón por la que el cuento español debería estar agradecido al almeriense: en su blog, titulado como su primer libro, El síndrome Chéjov, ahonda con dedicación en las claves del género. Ahora, Páginas de Espuma reúne en La familia del aire 36 entrevistas que Muñoz ha realizado a los cuentistas más relevantes del país, un plantel que arranca en los decanos y hermanos mayores -Merino, Fernández Cubas o Eloy Tizón, entre otros-, se detiene en la quinta del 61 -donde están Hipólito G. Navarro, Iwasaki o Busutil- o en el ámbito fantástico -Olgoso, Moyano, Muñoz Rengel- y presta atención también a nuevas voces como Pilar Adón o Sara Mesa.

-En su prólogo, destaca la riqueza del género en España y presagia lo mejor para el cuento por venir.

-Estoy convencido de que quien se acerque al género con predisposición descubrirá que la generación actual de cuentistas, que se suma a dos o tres anteriores muy brillantes, con las que convive, es plural, enemiga de las etiquetas y sorprendente. Confío en la insistencia de los nuevos autores en el cuento, a pesar de las interferencias que se puedan presentar en forma de novelas, premios o escasos lectores.

-Antes, un gran número de cuentistas dejaba la narración breve cuando se pasaba a la novela.

-Es inevitable la dicotomía novela/relato, no nos la sacudimos de encima. Andrés Neuman me parece un ejemplo paradigmático de un autor que puede pasar de escribir un novelón extenso a entregarnos joyitas bien engarzadas en forma de cuentos muy breves. Esa es la condición del cuentista actual con la que más me identifico: no hay prejuicios, ni límites, porque el cuento no los tiene.

-José María Merino señala en su entrevista una paradoja: a pesar de que llevemos "ochocientos años de cuentos", no nos sentimos herederos de una tradición. ¿A qué se debe esto?

-Tengo la sensación de que, como en tantos otros aspectos de la cultura y política españolas, la eterna dictadura de Franco impuso en la historia de nuestra cultura un agujero negro que hizo que con la democracia se quisiera desdeñar todo lo que se hubiera hecho en ese periodo, como si formara parte de un negro atavismo que había que rechazar. Lo mejor del cuento del medio siglo español era estrictamente realista y por tanto evocaba ese mundo que había que tachar para seguir adelante. Costó cierto tiempo colocar el cuento en una perspectiva sin cortes. La novela lo logró gracias a la repercusión, en los ochenta, de la nueva literatura española. El cuento, creo, lo está consiguiendo en estos años. Podemos leer ahora a los cuentistas de estos ocho siglos no como a pioneros, sino como a fragmentos de una misma aventura narrativa. Puede ser una de las razones, además de otras muchas, como el desinterés teórico hacia el género. Así, obras maestras del cuento español como Los usurpadores o La cabeza del cordero de Francisco Ayala han recibido menor atención crítica que sus novelas, a mi juicio más retóricas y menos interesantes. Es un ejemplo.

-Se habla mucho de la grandeza de los cuentistas catalanes, pero usted reivindica la fecundidad que hay en Andalucía.

-Sería absurdo caer en el localismo, pero es cierto que la vitalidad del cuento aquí es incuestionable. En mi libro hay numerosos autores, de las tendencias más diversas, que lo demuestran. Pero el libro invoca desde su título la idea de que los escritores forman una gran familia interrelacionada. Así es el cuento: una Babel o, mejor, un gran internet donde reina el desorden y el desconcierto, necesarios para mirar la realidad desde otro lado.

-Le pregunto una de las cuestiones que usted hace a sus entrevistados. ¿Qué autor extranjero le gustaría que hubiese sido español?

-No seré muy original, pero haber tenido un Chéjov, compasivo y analítico, que transitó los caminos del humor pero también supo ser sutilmente fantástico, que revolucionó el teatro, y que era profundamente antirretórico, hubiese sido una bendición para nuestra literatura.

-Eloy Tizón ve el cuento como "una fruta: un objeto portátil, manejable, que cabe en el bolsillo, pero a la vez jugoso, perfumado, compacto, cargado de nutrientes". Para usted, ¿cómo sería un cuento?

-El libro incluye un compendio de definiciones sobre el género hechas por los autores entrevistados. La reflexión de los autores alrededor del cuento denota que es un género exigente, que genera preguntas, y en el que las fronteras no están selladas. Es difícil definir "el cuento" pero como me pregunta por "un cuento" diría que defiendo el cuento como un lugar de libertad extrema, en el que se puede (y debe) intentar todo. Es una búsqueda de la perfección desde la imperfección asumida. Ese desfase lo hace falible, y por tanto humano.

-En La familia del aire, se encuentran autores muy conocidos, pero también algunos cuya obra ha tenido menos resonancia.

-En el proyecto del libro me parecían fundamentales esos autores menos conocidos, porque en muchos de ellos, estoy seguro, está el futuro del cuento, y merecen ser leídos. Además, me da mucha pena que no haya un mayor número de lectores para autores muy buenos. En todo caso, creo que el panorama que presenta el volumen es rico y variado y el lector encontrará en el conjunto de sugerencias un hilo del que tirar para descubrir, espero, sus propias lecturas y autores.

-Usted apostó por el blog cuando no era un medio tan utilizado.

-Internet es un arma muy poderosa para difundir la cultura, con una tarea seria que cale en gentes muy diversas y favorezca la difusión de la lectura. Lamentablemente, se está transformando en un lugar para la autopromoción, en el que no cabe un discurso pensado y algo extenso. Una de las grandes perversiones de los últimos tiempos es la difusión de una idea bastante boba: la que identifica la crítica destructiva con la sinceridad. Aunque no es lo general, claro. Se han trasladado los modos de los desaparecidos y ordinarios patios de vecinos a la red. Todo vuelve, como ve.

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