belén gopegui. escritora

"A menudo, tras los píxeles de colores hay un cuerpo fatigado"

  • La autora desarrolla en 'Quédate este día y esta noche conmigo' una aproximación a la capacidad omnisciente de gigantes como Google

La escritora Belén Gopegui, durante su encuentro con los medios en Sevilla.

La escritora Belén Gopegui, durante su encuentro con los medios en Sevilla. / belén vargas

Si algo pudiera describir la brújula narrativa de Belén Gopegui (Madrid, 1963) sería la afinación optométrica. Qué es lo que estamos mirando, realmente; qué estamos viendo; cuáles son las líneas que definen nuestro universo; qué se nos queda una vez hecha la revisión, en los ángulos ciegos. En Quédate este día y esta noche conmigo (Random House), su nueva novela, la escritora se centra en el carácter omnívoro y fagocitador de una plataforma como Google.

-¿Por qué elegir a Google y no a otros grandes, como pueden ser Amazon o Facebook y demás redes sociales, también susceptibles de ejercer monopolio, y que también han procurado grandes cambios en nuestras vidas?

-Porque la invención narrativa es una forma de organización, Google declara que su misión es organizar toda la información que hay en el mundo, es decir, de alguna manera, narrar el mundo, contarlo. Las otras redes puede que tengan un poder equivalente, pero Google creo que representa mejor esa pretensión de ser quien levanta, digamos, la tapa de los tejados para entrar en la vida de los personajes.

-Ahora sabemos que nada de lo que en la red se dice o parece gratis, lo es. Pero da la impresión de que hemos tardado mucho en saberlo.

-Ha pasado poco tiempo desde que la red entró en nuestra vida cotidiana, en menos de un par de décadas hemos cambiado varias veces de dispositivos, de hábitos, hemos ensayado nuevas formas de relación. Mientras íbamos aprendiendo y adaptándonos el capital se ha organizado para colonizar y sacar beneficio de nuestra capacidad para comunicarnos de maneras diferentes. Y lo ha hecho apropiándose del espacio, de tal modo que aunque ahora sepamos que se quedan con nuestros datos, no tenemos alternativas masivas, sólo hay pequeños colectivos que no tienen el capital necesario para crear servicios de correos o redes sociales equivalentes. Por eso creo importante preguntarse qué salidas podría haber.

-¿Es una entelequia ser un Robinson hoy en día?

-En realidad, ya lo era entonces, Robinson no habría sobrevivido sin las personas que construyeron el barco y todos los utensilios que iban en él y que él luego utilizó. Tampoco habría podido escribir su historia si no le hubieran alimentado de niño y no le hubieran enseñado a hablar. El interés y la dificultad no está, a mi entender, en vivir aislados, sino en vivir en común sin la mediación constante de unos deseos falsificados, y los llamo así porque lo malo es que esos deseos se basan en anhelos reales, pero su fin es el beneficio privado.

-Los protagonistas, Olga y Mateo, parten de dos puntos muy distintos en su vida. Y se encuentran en un lugar singular, que puede resultar una anacronía gracias, precisamente, a Google. O a la Wikipedia: una biblioteca.

-Confío en que las bibliotecas públicas nunca desaparezcan pues no son sustituibles, y menos por la mera información. Las bibliotecas son también el lugar donde los cuerpos analógicos comparten el espacio y el tiempo, estudian o leen o buscan acompañándose en silencio, intercambiando miradas, habitando un lugar que es común y donde las puertas no las establece Google ni otra plataforma ni siquiera un operador telefónico sino que están abiertas a cualquiera que las pueda necesitar.

-Mateo y Olga representan también dos formas distintas de definir lo que somos. Mateo defiende que hay algo único y esencial en cada uno. Olga está más cerca de decir que nos definen coordenadas y circunstancias varias. ¿De qué postura está más cerca?

-Creo que hay un punto donde ambos se encuentran, que queda condensado en esta cita del poeta y lingüista Carlos Piera: dos cosas nos constan a los seres humanos desde dentro, que somos todos distintos y que somos todos iguales.

-Esta cuestión centra precisamente otro de los puntos principales de la historia: qué es aquello que nos hace humanos: ¿el sentido de contradicción?, ¿lo que llamamos dignidad?, ¿la consciencia de finitud?, ¿nuestros defectos?...

-Los personajes van, me parece, descubriendo que la esencia no cuenta tanto, o cuenta menos que lo que hagamos, ese futuro que se va convirtiendo en pasado. Por eso la respuesta a su pregunta tendría que ver con lo que Charles Dickens llamaba el sentido de la importancia, a qué cosas decidimos dar más significado, qué actos y qué gestos nos parecen importantes.

-Otro de los temas que desarrolla en la novela es todo aquello que queda fuera de los espacios ciegos de Google o de las imágenes de perfección oficial que se cuelan en algunas redes. De la importancia de eso que no ve, y que el espejo del mundo insiste en jibarizar.

-Sí, el secreto que Google rechaza y al mismo tiempo utiliza todo el tiempo para sus propios fines. Creo que a veces el secreto es necesario, en eso coincido con Mateo y Olga cuando escriben: los seres humanos se encienden en secreto, florecen en la oscuridad, maduran en secreto. No siempre, pero a menudo.

-Es curioso pensar que durante una época apenas había nadie que pensara en internet y en las posibilidades que ofrecía como algo distinto a un foro universal o una puerta a la contracultura. Alguien decía (creo que en Twitter, precisamente) que al principio internet era el sitio adonde escapar. Ahora, es el sitio del que escapar.

-Era un buen sueño pero olvidaba que no hay apenas discontinuidad entre lo virtual y lo material. Pensábamos que la herramienta permitiría sortear la violencia; de momento no ha sido así. Quién sabe, tal vez un día demos con la herramienta que sí lo permita. No hay que dejar de buscarla, y tampoco hay que olvidar que entre tanto son los cuerpos fatigados y las mentes angustiadas las que, a menudo, están detrás de esos hermosos píxeles de colores.

-Me ha llamado mucho la atención que Mateo mencione a Terry Prachett como uno de sus escritores favoritos. El lúcido de Terry Prachett y el derecho a morir sentado, como en Las invasiones bárbaras. Quizá ese sí sea un rasgo inequívoco de humanidad.

-Yo, en este caso, me atrevería incluso a quitar el quizá. Es un acto de humanidad y si alguien tuviera dudas, le recomiendo una conferencia, tan conmovedora como divertida, de Terry Prachtett, Estrecharle la mano a la muerte. Y, sobre todo, que visite el blog Morir en casa (www.morirencasa.weebly.com), vinculado a la asociación Derecho a Morir Dignamente, donde encontrará textos de una belleza insólita y muy necesaria.

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