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De libros

Una voz del pasado

  • 'Suicidio perfecto'. Petros Márkaris. Traducción Ersi Marina Samará. Editorial Tusquets. Barcelona, 2012. 400 páginas. 20 euros.

Lo hemos señalado aquí alguna vez: en el noir europeo es la Historia, su cruenta huella, quien espolea los crímenes del presente. De Montalbán en adelante (recuerden su extraordinario Galíndez), los autores continentales suelen acudir al pasado, a las numerosas injurias propiciadas por la guerra, las dictaduras o la clandestinidad política, para explicar una violencia inopinada y latente. Este es el caso de Fred Vargas, Camilleri, Vichi, Mankell, Scerbanenco, Larsson, o el Petros Márkaris de este Suicidio perfecto, cuya trama, como hemos dicho, radica en última instancia en la dictadura de los Coroneles (1967-1974), encabezada por aquel Papadopoulos de infausto recuerdo.

Años más tarde, los golpistas del 23-F se debatirían entre el modelo griego, el turco o la solución De Gaulle para su asonada en el Congreso. Aunque finalmente la Historia se decantaría por un género más español: el entremés o la zarzuela. En cualquier caso, las muertes de Suicidio perfecto (2003) se presentan ante el lector, no como crímenes indescifrables, sino bajo el aspecto de suicidios en público. Así, un constructor y un político se dan muerte ante las cámaras de televisión, mientras que un famoso periodista escoge una fiesta para acabar sus días. ¿Por qué estos hombres decidieron suicidarse de modo tan notorio? ¿Y qué relación hay entre sus muertes? Ése es el nuevo enigma que habrá de resolver el infalible comisario Kostas Jaritos mientras se halla de baja, aún convaleciente de un disparo. De fondo está la Atenas pre-olímpica, con su deuda colosal y sus obras interminables. Es sabido que Márkaris achaca buena parte de la situación griega actual al oneroso endeudamiento de aquel entonces. Cierto o no, no es la crisis de la Unión Europea, su dilatado suicidio, lo que se trata en estas páginas. El costumbrismo irónico de Márkaris habla aquí de la lealtad, de la venganza, de la avaricia y el oprobio, del fatigado ocaso de las ideologías.

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