Betis - Real Sociedad · La Crónica

Así, pero con más Beñat (2-0)

  • El Betis, tan práctico como atontado sin su luz vital, despacha a la Real a balón parado y se acuesta en la cuarta plaza. Las paradas de Adrián llevaron la paz y los cambios de Mel, la sentencia.

Se acuesta uno, ya entrado octubre, sin saber bien a qué juega el Betis. Pero el Betis se acuesta cuarto y, como poco, finalizará la jornada y embocará el parón el liguero en zona europea. Pepe Mel parece empeñado en que a su equipo no lo conozca ni la madre que lo parió. Entre el continuo carrusel de futbolistas y la alternacia de sistemas, el aficionado, y quizá hasta el propio entrenador, asisten a los partidos tensos y expectantes, con una especie de rostro maestrante ante la incógnita de lo que va a salir por la puerta. Pero, de una u otra manera, el Betis se entretiene en ganar partidos y eso, en fútbol, es un potosí. Las maneras, por supuesto, importan. Pero si este Betis encima perdiese, no habría cuerpo que lo aguantase. Ganando se hartan menos los fieles, aunque haya más de uno que arda en deseos de reconocer ya a su equipo. De saber si va a manejarse con el balón de seda de años atrás o va a esgrimir el percal de la velocidad y la oportunidad en su discurrir.

El partido de ayer frente a otro igual -se exceptúa el desastre ante el Rayo y sólo dobló la cerviz ante dos inabordables- se asemejó en su desarrollo al del Espanyol. Contuvo aspectos similares, pero dos claramente distintos. Comenzó marcando a balón parado en el mismo minuto, y también por medio de un cabezazo de Paulao, y luego cedió en parte la iniciativa y sufrió para lograr el objetivo.

Aunque uno de los matices diferenciadores sí puede resultar preocupante. Si frente a la tropa de Pochettino, el Betis fue capaz al menos de ordenarse y jugar, aun en las malas, bajo un guión establecido, ayer resultó un equipo más loco. Su juego fue siempre muy desarrapado, impreciso y en defensa ofreció agujeros vitales a la línea de medios realista.

Su centro del campo no sujetó el partido. Nosa precisa de lecciones de táctica con urgencia y Beñat no acaba de encontrarse. Como el propio Betis. Porque al Betis, entre otras cosas le falta un poco de Beñat. Cañas se las apañó como pudo, pero no es un futbolista que serene el juego. Juega al límite y su dinamismo, positivo en la recuperación del balón, le pasa factura a la hora de jugarlo.

Por eso a los verdiblancos les costó dominar el juego. Y se salvó por la solvencia de su pareja de centrales y porque, encima, halló un portero. Mel se la jugó con Adrián y acertó de pleno. El sevillano, en los momentos más críticos, sacó una mano a quemarropa a Carlos Vela y luego otra altísima a Illarramendi con las que se atiborró de confianza y, de paso, cimentó que el Betis se fuese al descanso creyendo en la victoria.

Mel se dejó de heterodoxias pese a que le diese una banda al inquieto Pozuelo, ese uy perenne que debe acabar de una vez las cosas si quiere triunfar en esta plaza. Dispuso un 4-3-3 con Cañas como sostén y Beñat e Igiebor de interiores y lanzó a sus laterales al ataque. Trató de que el equipo se manejase lejos de Adrián, pero cuando la Real dio un paso al frente el equipo lo notó. Encima, usó el primer cambio para buscar la sentencia. Agra relevó a Nosa y Pozuelo se fue al medio. Reajuste mínimo y un extremo por un centrocampista. Rubén Castro ya había lanzado al larguero y el trianero estiró a Zubikarai con un zurdazo, pero el control era inexistente y los agujeros que llegaban hasta Mario demasiados. Álex Martínez, con una tarjeta, también sufría...

...Y el técnico tuvo la feliz ocurrencia de cerrar el partido pariendo dos cambios al más puro estilo Mel. De ésos que ven los buenos aficionados, los que llevan media vida en el cemento y saben qué es el fútbol y qué es el Betis. Primero retiró a Pozuelo para dar entrada a Rubén Pérez y situar a Beñat a un pase del gol, a metros del balcón del área. Cañas lo agradeció, el equipo también y la Real, que ya no sabía si ir o venir, acabó tan descontrolada como siempre lo había estado su defensa. Instantes después, Mel echó el candado a su banda izquierda, desde la que nacía el único veneno posible en las roscas de Xabi Prieto, con la entrada de Nacho por Juan Carlos.

Ahí mató el partido Mel, quien además halló el premio antes de tiempo con otro gol a balón parado. En ese punto radicó la otra diferencia con el encuentro ante el Espanyol. El Betis no sufrió hasta el final, y no fue sólo por el gol.

Y es que el concepto equipo es tan amplio que siempre es reseñable que puedan aparecer Paulao o Adrián cuando no lo hagan Beñat o un Rubén Castro que ya dio síntomas de haber vuelto. O que su entrenador suela acertar ponga a quien ponga, juegue como juegue, saque la pizarra que saque...

Porque ayer los béticos se acostaron sin saber aún muy bien a qué juega su equipo, pero con su equipo cuarto. Porque este Betis dramático, el de los trece goles en contra, ya oye, ya siente y hasta se muestra capaz de esbozar una tenue sonrisa. Le falta hablar y si se quiere algo de dinamismo y confianza para andar por sí solo. Todo lo que le dará el mejor Beñat cuando aparezca. Su fútbol.

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