regata sevilla-betis · la crónica

Bien el augur, no hubo color

  • Superioridad La embarcación del Betis venció plácidamente y llegó a la línea de meta con varios botes de ventaja sobre el Sevilla Relajación Los últimos kilómetros de regata fueron de puro trámite

Las predicciones de los expertos no fallaron. Ganó el Betis. Por algo los expertos son expertos. Ninguno se equivocó en lo predecible aunque hubo el que se equivocó con lo impredecible. El Betis ganó con una superioridad de escándalo, dato que nadie se atrevió a afirmar en las jornadas previas. Son las cosas de la competición. Y la regata reza ya 29-13 en el cómputo global, para el Sevilla, tradicional dominador de la prueba.

La regata tenía en las 13:00 la hora prevista del pistoletazo de salida. El intenso frío de la mañana remitió en favor de un sol que lucía cenital rebasado el mediodía, un sol tan leve que el frío era aún sensible en el punto del arranque, la Dársena del Batán. Con ese marco daba comienzo la cuadragésimo tercera Regata Sevilla-Betis.

La puntualidad de la salida resultó inglesa, como no podía ser menos en una regata que en sus orígenes bebe de la tradicional Oxford-Cambridge. Las dos embarcaciones, Betis y Sevilla, salieron a la par, apunte nada baladí si se tiene en cuenta que pudo ser de los pocos momentos de la prueba en los que los botes navegaron paralelos. Pero la salida dio para más.

Las dos tripulaciones iniciaron el esfuerzo. Pala iba y pala venía. Custodiando a los dos botes protagonistas, un sinfín de motoras, barcas, lanchas y paquebotes en la estela de los remeros. Desde lo lejos, el grupo de embarcaciones se asemejaba más a una conquista romana río arriba, a una flota de corsarios, que a una regata Sevilla-Betis. Se diría que alguno tiró del abordaje. En el barco de las autoridades no hubo espacio para los redactores. La carrera ya había calentado motores.

El equipo verdiblanco, ayer de verde entero, estrenaba bote pero no equipación. Justo lo contrario que el Sevilla, cuya camiseta rosada de la pasada edición trajo cola para el debate. Este año la elástica era roja y el bote ya había soplado velas de cumpleaños.

Capitaneando al ocho bético, Gaspar Company, al mando de un grupeto de regatistas que merece la alabanza del entendido: Noé y Antonio Guzmán, Elías Cabrera, Marcelino García, Laude Óscar Díaz, Marco Toral, Felipe Toledo, Daniel Sierra y Tomás Jurado como timonel.

A la vera, en la calle de la ciudad, con la ventaja sobre el papel -luego se vería que no sobre el agua-, el conjunto sevillista, capitaneado por Juan Luis Aguirre. Sus subordinados, Eduardo Murillo, Sergio Canalejos, Juan García, Jaime Canalejos, Beltrán Hidalgo, Alberto Menéndez, Patricio Rojas y Marta Rodríguez como timonel, atienden a sus gritos. Y las bajas que acuciaban al equipo, sufriendo desde la grada sin poder prestar su ayuda.

Pero los nervios y los gritos de los capitanes se apagaron pronto. Pero no por falta de directrices que dar. Simplemente, la superioridad del Betis fue tal que la tensión decreció hasta morir apenas pasaron los 700 metros de carrera. No se había alcanzado ni un kilómetro de los seis de regata cuando la carrera tenía ya campeón.

Hubo poca historia. Ni siquiera hubo que esperar a la decisiva curva de Chapina. No había elementos extraños. El Sevilla aguantaba a la altura de este primer kilómetro, pero a duras penas. El ritmo de palada blanco era superior al del eterno rival, tres más por minuto. La escuadra bética se percató y decidió el demarraje. Por ese entonces, el cansancio cundía entre los sevillistas y el desánimo empezaba a hacer el resto.

El Betis se cruzó a la altura del club Labradores y, para más ventaja, arrebataba al Sevilla la calle ventajosa, la contraria a Triana. Desde ese momento, con una embarcación por delante, el Betis se dejó llevar a la inercia ganadora. A más de un participante le daría tiempo para fantasear con las carpas o con los barbos del río, quizá en su versión adobada y con cerveza.

Y así fue porque a la altura de la Fábrica de Tabacos el barco bético navegaba con medio bote por delante. En el paso del Labradores eran ya unos claros tres cuartos. La Torre del Oro y el Puente de Triana atestiguaban un barco de diferencia. En la célebre curva de Chapina el Sevilla seguía la estela sin sonrojo.

Y a tenor de los tiempos marcados en la línea de meta, algo discretos, sólo cabe suponer que las embarcaciones siguieron la corriente. El Betis llegó con casi cinco embarcaciones de ventaja. Los expertos celebraban lo acertado de sus predicciones y el público asistente se divertía con el confeti sobrante de la Navidad. El Gordo le salpicó al Betis.

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