balonmano europeo de croacia

España, más allá del músculo

  • La selección basa su triunfo en un estilo a contracorriente: la táctica por encima de los kilos

Los jugadores de la selección española posan con el título de campeones de Europa a su llegada a Madrid.

Los jugadores de la selección española posan con el título de campeones de Europa a su llegada a Madrid. / Rodrigo Jiménez / efe

El triunfo de la selección española de balonmano en el Europeo de Croacia representa algo más que una simple victoria, una histórica victoria, y confirma la validez de un estilo de juego que hace único al equipo español.

En un balonmano en el que el predominio físico es cada vez más agobiante, España apuesta por una filosofía de juego en el que la inteligencia y la riqueza táctica priman sobre los kilos y centímetros.

Un estilo de juego que encarna como pocos el central Raúl Entrerríos, último representante, como él mismo es consciente, de un modelo de director obsesionado por facilitar el trabajo a sus compañeros, en contraposición con los robóticos centrales actuales, más preocupados por anotar que por dirigir.

Aunque si alguien ha representado en este Europeo la esencia de ese modelo propio del balonmano español es el lateral Eduardo Gurbindo, injustamente apartado del equipo ideal del torneo.

La falta de foco mediático ha impedido al navarro Gurbindo añadir a la medalla de oro algún galardón individual, pese a ser, indiscutiblemente, no sólo el jugador español que más ha brillado en el torneo, sino seguramente el mejor de todo el campeonato.

Insuperable en defensa y dotado de una inteligencia táctica que lo convierte en uno de los puntales del conjunto español, Eduardo Gurbindo ha añadido a su juego una voracidad ofensiva sin la que es imposible entender el triunfo de la selección.

Pero Gurbindo no ha sido la única nota positiva a nivel individual en un equipo en el que, como le gusta recalcar al seleccionador, Jordi Ribera, en cada partido un jugador distinto puede ser la estrella, dada la versatilidad de todos los integrantes.

Esta fortaleza colectiva no ha podido ocultar la espectacular irrupción del extremo Ferran Solé, que en su primera participación en una gran competición internacional se ha ganado, con todo merecimiento, su inclusión en el equipo ideal como mejor exterior diestro del Europeo. La presencia de Solé, Aitor Ariño o Álex Dujshebaev confirma la llegada a la selección de una nueva generación al equipo nacional, que presentaba hasta siete novedades con relación al que cayó en 2016 ante Alemania en la final del Europeo de Polonia.

Con esos mimbres, Jordi Ribera, el otro gran triunfador del torneo, intentará trenzar un equipo que siga peleando en los próximos años por los primeros puestos en cada gran competición internacional, sin apartarse del camino que lo hace único.

La lección táctica que el preparador español ofreció no sólo en la final ante Suecia, un partido en el que España desarboló por completo a los escandinavos en la segunda mitad, sino también en las semifinales ante Francia, demuestra la categoría del técnico.

Entrenador metódico, Jordi Ribera cree firmemente en un estilo en el que la inteligencia prima sobre el músculo y en el que la fuerza del colectivo está por encima de la individual. En definitiva, cree en ese camino trazado por el balonmano español.

Ribera intentará profundizar por esa senda, aunque eso exigirá un trabajo titánico, ya que para mantener viva la esencia de esa filosofía la selección nacional debe sorprender tácticamente año a año a sus rivales.

Todo un reto para Ribera y el combinado español, que no sólo se ha propuesto ganar, sino hacerlo con un estilo propio. El balonmano le debía esta victoria a España, no sólo por las cuatro finales perdidas anteriormente sino por su apuesta radical por engrandecer un juego en el que, como han demostrado los Hispanos, hay más vías que el puro músculo.

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