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Experimento frustrado (2-1)

  • El Betis se deja los tres primeros puntos en Albacete, tras no encontrar nunca el fútbol exhibido hasta ahora · Mel cambió de cromos, pero acabó con la misma impotencia que el equipo.

Avisaba Mel durante la semana de que el Betis necesita competir en cada partido como si fuera el último y más aún ante rivales como el Albacete, que consciente de su inferioridad le conceden el balón para apretarle en las zonas que provocan daño. Pero el Betis no se enteró de la película, salvo en el arranque del segundo tiempo, que se convirtió en un oasis, dentro de un partido que exhibió al peor Betis del año.

Mel había intentado motivar a su equipo de mil formas, apelando tanto a la historia como al hecho de mantener el liderato, pero no encontró respuesta en sus jugadores. El técnico cambió de inicio su esquema habitual, con dos extremos como Caffa y Momo, para colocar a Cañas junto a Iriney y a Salva Sevilla escorado en la banda derecha. Pero el experimento no funcionó y el Betis no se encontró nunca cómodo sobre el césped.

Pese a todo, el inicio no fue del todo malo. Incluso Rubén Castro pudo anotar el primero a los siete minutos, cuando Iriney le puso un balón medido, pero su remate de cabeza, demasiado centrado, no sorprendió a Keylor Navas. Una arrancada de Emana y otra de Miguel Lopes marcaron el espejismo de un equipo que, poco a poco, se iba diluyendo. Sin crear ocasiones, el Albacete fue creciendo con el paso de los minutos y se le notaba más intenso, con las ideas más claras de lo que pretendía realizar en el encuentro. Y así llegaría el gol de Tato, que, tras un gran pase de Verza a la espalda de Belenguer, fusiló a Goitia. El tanto local dejaría al Betis muy tocado, deambulando por el césped, y pudo ser peor si el obús lanzado por el ex sevillista Antonio López no se hubiera encontrado con el larguero.

Pero como decía Antonio Calderón en la víspera, este Betis tiene pegada y, sobre todo, cuenta con un enrachado Rubén Castro. El canario, tras un gran pase de Cañas, cruzó el balón con suavidad para lograr el empate. Ni así se contentaba a Mel, que retiró al ayer asistente para dar entrada a Israel y regresar a su esquema con dos extremos. Pero no sería el día del Betis.

Y no lo fue pese a que en el comienzo de la segunda parte sí se vio a un Betis con más ambición que la mostrada hasta entonces. Hasta en cuatro ocasiones pudo el equipo verdiblanco lograr el segundo tanto, pero ya fuera la falta de acierto en acciones de Israel o Emana, éste por dos veces, o por la intervención del meta local a un disparo de Salva Sevilla desde dentro del área, pero el marcador no se movería.

Y el guión del inicio se volvería a repetir, con el Betis cogiéndole asco al partido, empezando a ceder metros con Verza y Sousa soltándose con el balón, sin encontrar respuesta en el equipo bético. Incluso el larguero volvería a salvar a Goitia de recibir el segundo, tras una vaselina del ex rayista que se había marchado de Belenguer por velocidad. Mel, a quien no le gustaba el panorama que se iba vislumbrado, decidió intervenir en el encuentro. Ante la falta de delanteros en el banquillo, el técnico decide reforzar el mediocampo con Juande, que ocupó el lugar de Emana. No había estado acertado el camerunés, pero su adiós coincidiría prácticamente con el del equipo bético del encuentro.

Minutos después, Iriney, con unas molestias en el tobillo, deja su sitio a Fernando Vega, con lo que Nacho se coloca en el mediocampo. Casualidad o no, instantes después, Pipino Cuevas, un paraguayo al que la grada recibió con ilusión, aprovecharía la indolencia bética para, en un eslalon por la frontal del área, encontrar el hueco para sacar un disparo que, tras rebotar en la defensa bética, supera a un Goitia que reacciona tarde. El segundo gol del equipo de Antonio Calderón deja al Betis ya sin respuesta, pese a alguna escaramuza de Rubén Castro, el mejor jugador bético en todo el partido.

Sin identidad, viviendo de los arreones individuales, el Betis ofreció la peor cara desde que Mel está en el banquillo. El experimento del técnico, que alteró el orden habitual de sus esquemas y que tampoco podía contar con Beñat, su habitual revulsivo cuando las cosas se han puesto feas, acabaría por enseñar las carencias de un equipo que hasta ahora las había disimulado demasiado bien.

El fondo de armario es escaso, como pregonaba Mel cuando llegaban las victorias, por lo que el Betis necesita el máximo de todos sus componentes para imponerse a los rivales. Y ayer no se contempló a la versión del Betis lograda por Mel sino a otro más parecido al de sus peores días.

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