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Gales dice sí al torneo

  • Un gol en propia meta del norirlandés McAuley facilita el pase a cuartos de final de su rival británico en un partido trabado y escasamente fluido

Un gol en propia meta del veterano defensa norirlandés McAuley permitió a Gales clasificarse para los cuartos de la Eurocopa, deteniendo en seco la aventura de sus rivales británicos.

Si en el referéndum para la salida del Reino Unido de la Unión Europea los galeses mayoritariamente a favor del Brexit y en Irlanda del Norte se impuso el no, la ley del fútbol decretó que fueran los primeros quienes siguieran en Europa en la primera eliminatoria en una competición importante entre dos naciones británicas.

El único gol fue el epílogo de un partido trabado, denso, poco fluido y de pocas ocasiones de gol, un homenaje a un fútbol a la británica pasado de moda a este lado del Canal de la Mancha, en el que los galeses propusieron más y los norirlandeses dispararon más veces a puerta.

Por primera vez en esta Eurocopa, Bale se fue sin marcar, pero el madridista fue elegido el hombre del partido en una jornada histórica para su país.

El empate no hubiera sido injusto entre dos selecciones que decidieron también homenajear a los tiempos en los que en el Parque de los Príncipes de París se disputaba el Cinco Naciones de rugby. Es seguro que ninguno de los dos se quejará del estado del césped del estadio parisino, porque apenas usaron el verde para jugar el balón, que pasó más tiempo por los aires que en la hierba.

En el envite, los de Chris Coleman pusieron un poco más de control, consecuencia lógica de tener en sus filas jugadores de más quilates, frente a un Michael O'Neill que siguió apostando por el juego directo, los balones al área, una propuesta que le había metido, de rebote, por vez primera en los octavos de la Eurocopa como la peor repescada de las cuatro terceras.

Los galeses, debutantes también y que nunca antes habían conocido una fase tan avanzada de una competición grande, buscarán una plaza entre los cuatro mejores de Europa ante el vencedor del duelo de hoy entre Hungría y Bélgica.

Dos ocasiones norirlandesas en la primera mitad produjeron el nerviosismo entre los galeses, que veían vano su dominio territorial. Coleman comenzó a mover banquillo y Ramsey retrasó su posición para distribuir el juego ofensivo.

Precisamente de sus botas salió en el minuto 53 un buen centro hasta el punto de penalti que Vokes cabeceó algo desviado.

Cinco minutos más tarde Bale dispuso de un lanzamiento de falta algo alejado pero bien colocado. Su disparo, no muy ajustado al palo, fue fácil de atajar por McGovern y se convirtió en el primer tiro entre los tres palos de los galeses.

Sería ésta en la antesala del único y definitivo tanto del encuentro, el síntoma de que el dominio de Gales comenzaba a dar frutos. Bale se convirtió en un cuchillo por la izquierda y Ramsey, con sus centros, obligaba a recular a los norirlandeses, que prácticamente se olvidaron del área rival.

En ese contexto llegó el gol, a los 75 minutos, la apoteosis en el fondo norte, donde estaban los galeses, y el despertar del sueño en el que poblaban las camisetas norirlandesas, que ni siquiera vieron a su ídolo Will Grigg.

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