Real Betis-Mallorca

Huele mejor que sabe (1-0)

  • El Betis cosecha un agónico triunfo a balón parado que lo aúpa, premio a una intensidad digna de elogio en la fatiga · Los desajustes en defensa generaron desconfianza, desorden y peligro atrás.

El Betis tiene muy buena pinta a primera vista y para corroborarlo no hay más que ver su propuesta futbolística y los puntos que atesora. Un análisis superficial a su fútbol se convierte a la fuerza en sobresaliente. Pero si se escarba con delicadeza, se hallan defectos que en Primera División pueden meterlo en más de un berenjenal indeseable. Sin ir más lejos, ayer, un Mallorca cogidito con alfileres lo desordenó apenas con la alocada movilidad de Nsue. 

Ganó el Betis. Lo hizo con justicia y sin arrogancia. Con humildad, trabajo y atrevimiento desdeñando la fatiga de los calores. Pero si hubiese perdido, que también pudo, quizá ni se hubiese quejado porque sus errores defensivos fueron tan gruesos como bien solapados por Casto, ese portero al que nadie discutiría si midiese un palmo más y que se ha apropiado por méritos del arco verdiblanco. 

Pero el Betis no debe caer en el error de que su exquisito aroma lo tape todo. Tras ese plato que tan buen olor desprende, hay especias que combinar mejor para que su gusto sea redondo. Y no atañen estas carencias tanto a la calidad de los futbolistas como a su manera de desenvolverse y, por qué no, a algunos ajustes con los que el mago Mel no atinó ayer como suele cuando el partido, entrada la hora de juego, llega a su terreno: el de mover el banquillo. Si fuese un vino, también podría decirse que el Betis no remata en boca lo que enseña a la vista y desprende en nariz. 

Porque a este Betis que se recita casi de memoria y que se plantó sobre el césped con su asimétrico 4-4-2 debido a la posición escorada a la derecha de su tercer mediocampista, Salva Sevilla, le costó más de la cuenta ser el Betis mandón y dominante de sus mejores días. El hándicap reside atrás, en los centrales, por mucho que Amaya se desquitara con algún cruce raso o despeje de cabeza. Tanto él como, principalmente, Dorado no supieron leer ni el fuera de juego ni las correrías de Nsue. Al punto de que acoquinaron sin remedio, tras los sudores iniciales, a un equipo que había saltado con bríos a Heliópolis. 

Si a un lado de la balanza se ponen un penalti a Jorge Molina, otro que casi casi y una jugada en la que el balón besó los palos hasta en tres ocasiones posiblemente ésta se decantaría en verdiblanco frente a los dos mano a mano que desaprovecharon Alfaro y Hemed en sendas torpezas de quien era un seguro de vida en la otra vida, Dorado. Pero si se anota que éstas fueron anteriores a las otras, puede inferirse que el marcador heliopolitano pudo registrar un 0-2 en el minuto 22 sin motivo alguno para la queja. Y es que no se hallaba Beñat porque apenas se encontraba con la pelota. Y sin él tampoco Iriney era nadie ni comandaba la presión. El mejor centrocampista era Nacho. Por su banda o como interior, era quien más achuchaba y hasta ponía en suerte a un Jefferson que rara vez hallaba la proporción exacta de velocidad y regate en sus acciones. Todo era previsible porque discurría, además, por esa banda izquierda; en la otra sólo estaban el aplomo y buen hacer de Chica. 

Lo peor fue que ese Betis que se fue diluyendo y menguando su circulación del balón, sin duda acrecentado por el calor, no se sintió capaz de variar un tanto sus maneras y recurrir a otras que lo debían haber conducido a una victoria más cómoda, sin necesidad de esperar a ese agónico saque de esquina que le sirvió al más pillo para abrochar el triunfo. No se trataba tampoco de cambiar el estilo, sino de esos ajustes en los que Mel ha cimentado tantísimas victorias, sin ir más lejos la última en Granada por su valentía en la apuesta por Jonathan Pereira. 

Ayer recurrió de nuevo al gallego. Y no es que se equivocase, pero el problema del Betis se hallaba en el mediocampo: Beñat y Salva Sevilla no carburaban; Iriney miraba atrás con desconfianza. Y, además, faltaban fuerzas hasta para cometer faltas tácticas. El Mallorca, sin tanta fe como en los inicios, se reactivó con Chory Castro. Al Betis, ni Jonathan Pereira ni Vadillo luego le aportaron lo que ansiaba: más posesión de balón, más orden, un plan claro de ataque. Atenuaron, eso sí, la asfixia que se apoderó del equipo en torno al minuto 65, cuando asemejó éste haber echado el resto con un gol fallado por Pereira justo antes de que Nsue volviese a perdonar ante Casto. 

El 4-2-4 al que viró el dibujo lo fue aún más con Santa Cruz, cuya entrada pareció una apuesta para algún centro de Vadillo. Empero, el puertorrealeño siguió junto a la cal izquierda y Jonathan Pereira tendiendo a los medios desde la derecha, cuando los arreones del crío, así, pierden efectividad y el gallego, además, se mueve mejor por el costado siniestro, como enseñara en Jerez, Granada y tantas citas... 

Pero lo que este Betis menos ortodoxo no olvidó cuando ya escaseaban hasta las ocasiones de gol fueron su arrojo ni su voracidad, dos de sus señas de identidad. Y por ahí halló un justo premio que en un día lúcido hubiese sido más temprano, vistoso y abultado. 

Árbitro: Del Cerro Grande l (madrileño). Mal arbitraje de un debutante que irá a más. Quiso pitar sin tarjetas y cambió de registro por su impericia. Debió señalar penalti (39') en una carga desproporcionada de Joao Víctor sobre Jorge Molina. Quizá acertara antes cuando el alcoyano cayó tras un mínimo contacto de Chico. 

Tarjetas: Amarillas Amaya (11'), P. Cáceres (31'), Joao Víctor (45'), Salva Sevilla (54'), Pina (79') y Chico (82'). 

Gol 1-0 (86') Rubén Castro. Beñat saca de esquina, Nsue peina hacia atrás en medio de la salida fallida de Aouate y el canario, con el pie y solo en el segundo palo, remata a gol. 

Momentos clave 22' Hemed falla solo ante Casto. 44' Triple disparo al palo de Rubén y Molina. 63' Mano de Aouate a Jonathan Pereira. 67' Nsue, desde la frontal, rozando el palo. 

Incidencias: Partido disputado en Heliópolis ante 35.125 espectadores en mañana calurosa. Ovación a Lorenzo Serra, cuya presencia fue anunciada por megafonía y a la familia de Benito Villamarín, invitada también al palco. Minuto de silencio por los béticos fallecidos el curso anterior.

 

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