Sevilla | valladolid · la crónica

Jiménez sí tuvo valor

  • Pragmático El Sevilla suma tres nuevos puntos ante el Valladolid con Luis Fabiano en el banquillo y tres medios centro en el césped Bigoleador Renato, con dos goles, demostró que es quien está más fresco

Manolo Jiménez sí tuvo valor en esta ocasión. El técnico del Sevilla, lejos de su actitud timorata de la última comparecencia casera, se dejó de poses inútiles y planteó el encuentro frente al Valladolid sin rubor ninguno. Tres medios centro intercambiando posiciones por el eje del campo y Kanoute aislado arriba con la ayuda de los dos extremos y de quien tuviera fuerzas, léase Renato, para acercarse por su zona. La propuesta, inicialmente, no era nada atractiva, pues no se puede obviar que enfrente estaba uno de los equipos que luchan por evitar el descenso, pero el resultado final le dio toda la razón al entrenador que naciera en El Arahal.

Los debates sobre la estética del fútbol son inútiles, por mucho que desde la grada también se creen referéndums improvisados y, paradójicamente, se aplauda más a un equipo, al mismo equipo, al Sevilla Fútbol Club, cuando pierde por 1-4 que cuando gana por 2-0. Es curioso, pero así fue en el caso del Almería y del Valladolid. Pero el encargado de tomar las decisiones es el entrenador y éste debe estar por encima de todos los comentarios que le lleguen. Él se debe a su club y a sus futbolistas y ambos sólo disfrutan cuando se ven con tres puntos más al finalizar la jornada liguera. Lo demás es demagogia, pura y dura demagogia.

Todo esto viene a cuento por la diferencia mostrada por Manolo Jiménez a la hora de confeccionar las alineaciones de ambos partidos. Frente al Almería desandó el camino y transmitió cierto miedo a lo que pudieran pregonar sus estrellas. Puso a Poulsen y mantuvo a Luis Fabiano en compañía de Kanoute arriba. El resultado no pudo ser peor, tanto su equipo como él salieron perdiendo y los dos acabaron tocados el encuentro. Ayer, y es justo reconocérselo al arahalense, sí tuvo valor para morir con sus ideas balompédicas. Dejó a un solo delantero arriba, con lo impopular que podía llegar a ser prescindir del hombre que comandaba la clasificación de los goleadores en la Liga, y ni siquiera incluyó a Poulsen entre los dieciocho convocados. Seguramente Jiménez, por mucho que echara de menos un juego algo mejor de los suyos, se iría a su domicilio con la cabeza alta, orgulloso por el deber cumplido.

Su equipo, el Sevilla, salió triunfador del partido y ni siquiera debería tener en cuenta todos los comentarios que se puedan hacer sobre la brillantez de su juego. Ya lo comentó el central del Real Madrid Pepe a lo largo de la semana, "hay partidos en los que para ganar tal vez haya que jugar peor al fútbol". No se sabe si este Sevilla-Valladolid debería estar incluido en este apartado, pero lo cierto es que el marcador dejó poco lugar a las dudas y seguro que los sevillistas sólo se acordarán del rédito que les produjo el encuentro no más transcurrieran algunas horas desde la finalización del mismo.

Un ligero retoque táctico fue suficiente. Jiménez colocó a Renato por detrás de Kanoute y dibujó un esquema cercano a las dos líneas de cuatro con Maresca entre ambas y con el gigante francés arriba. El Sevilla, cierto es, no realizó un fútbol exquisito, aunque sí tuvo la virtud de salir a por el partido desde el comienzo y el resultado final se encargó de cargar de razones a quien había optado por buscar esos caminos. Las ocasiones no tardaron en llegar y a los nueve minutos ya iban los blancos ganando gracias al oportunismo de Renato, llegando desde atrás como casi siempre.

El objetivo inicial se había cumplido y eso era fundamental si se tiene en cuenta que los termómetros iban a fustigar con fuerza a todos los futbolistas que participaron en el encuentro. Todo lo que no fuera un pase al pie estaba predestinado a no llegar jamás a su destinatario y era fundamental la dosificación de los esfuerzos para alcanzar el segundo periodo en condiciones medianamente dignas. A partir de ahí, de ese gol de Renato, el Sevilla cedió una decena de metros al adversario y se dedicó a esperar a que llegara de nuevo otra oportunidad. Sin rubor ninguno, como quería su entrenador desde la pizarra.

Las ocasiones, paradójicamente, tenían que llegar a través de la salida del balón desde atrás. Y lo hicieron. En la primera, fue Daniel quien arrancó tras una falta en contra, efectuó un par de paredes para hallar apoyos y tuvo el pase franco al compañero. El problema fue que sólo lo siguió Maresca y éste tiene poca velocidad. Pero Maresca sí cuenta con precisión y él se encargó de rematar la faena tras recibir un saque con las manos de Palop por el centro. El italiano vio el desmarque de Renato y éste rubricó el triunfo.

El Sevilla estaba con 2-0 en el descanso y desde ese momento decidió que aquello había acabado, entre otras cosas porque el calor tampoco invitaba a mayores dispendios físicos. El segundo tiempo sobró, dictaminaban los tópicos desde la grada al finalizar el mismo, pero el Sevilla se sintió seguro y Jiménez, su entrenador, se marchó con la cabeza erguida por haberse atrevido a hacer lo que debió ejecutar contra el Almería. En tiempos de escasez, la prosa es mejor que la lírica.

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