No parece probable que Luis Fabiano forme hoy en el equipo titular con el que arranque el Sevilla frente al Oporto, sobre todo si se tiene en cuenta la política de rotaciones que emplea Gregorio Manzano con sus tres delanteros. El brasileño lleva dos partidos consecutivos, pues fue titular hace seis días frente al Oporto y repitió el pasado domingo en el encuentro liguero frente al Hércules.

De no jugar, será una decepción para el paulista, pues su motivación es especial, tal y como se evidenció con el esfuerzo que hizo en la ida en Nervión. Las razones están muy claras y pasan por su irregular campaña cuando militaba en las filas del conjunto portista en la temporada 2004-05. En ese curso llegó al que entonces era el vigente poseedor de la Liga de Campeones, título que había conquistado con Mourinho. Deco se fue al Barcelona, Carvalho y Ferreira emigraron al Chelsea y el Oporto decidió invertir el dinero recaudado en dos futbolistas que habían brillado en Brasil, concretamente Luis Fabiano y Diego, procedentes del Sao Paulo y el Santos, respectivamente. A ambos los puso en verano a las órdenes del maño Víctor Fernández, que no llegaría a acabar la temporada con los portistas.

El paso de Luis Fabiano por el Oporto no fue brillante. Apenas se le contabilizan 3 goles en 26 partidos, 22 de Liga Sagres y 4 de Liga de Campeones, aunque los enviados especiales de la prensa sevillana al partido se encontraban ayer con una sorpresa. Concretamente era en la zona mixta, decorada con fotografías del Oporto y en una de ellas se veía a Luis Fabiano celebrando el título de la Intercontinental ganado al Once Caldas en los penaltis. Aquel día el hoy sevillista fue titular hasta que lo sustituyó Quaresma en el minuto 78.

Para que Luis Fabiano no triunfara se unieron varias circunstancias, particularmente el secuestro de su madre en Brasil y alguna lesión. Además, eso hería aún más el orgullo de un hombre que ya había pasado sin pena ni gloria por el Rennes francés. Lo que sí guarda Luis Fabiano y su familia es un buen recuerdo de la ciudad y tanto su esposa como su hija aprovecharon el Braga-Sevilla para quedarse en Oporto algunos días. Hoy, si juega, es el turno para callar bocas.