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Pamesa-Cajasol (88-79): Ahogado en la orilla

  • Un mal segundo cuarto condenó a un Cajasol que mejoró su imagen con respecto al encuentro frente al Tau, pero que sumó otra derrota que complica todavía más si cabe su difícil situación clasificatoria

Como si de una misma obra se tratase, aunque con distintos actores, el Cajasol perdió de nuevo a domicilio después de tirar 20 minutos en los que los hispalenses, con una falta de concentración alarmante, tiraron el partido, como ya ocurriese en Granada y con el Tau. La imagen fue otra, sí, pero el resultado fue el mismo, cuando no cabe otro más que ganar, porque la situación jornada a jornada se complica y no se atisba solución alguna. La casta no fue suficiente y ahora la necesidad es acuciante y espera el Real Madrid el día de Reyes. Casi nada.

Magnano sorprendió de inicio dejando fuera del quinteto inicial por primera vez en la temporada a Miles. Ya sea porque el estadounidense no está rindiendo a su mejor nivel en las últimas jornadas o porque el técnico le quiso dar descanso ante un conjunto físicamente más poderoso, lo cierto es que Ellis tomó el mando de las operaciones.

El británico Betts sostuvo al comienzo al equipo en ataque imponiendo su altura bajo el aro ante Barac, pero pronto los valencianos tomarían el control del juego y el marcador de la mano de Williams, Timinskas y Douglas, dos francotiradores que desde el perímetro fusilaron la defensa cajista con cinco triples en el primer cuarto para lograr una máxima renta de 12 puntos (24-12). Como ante el Tau, el encuentro pintaba ya muy mal, pero esa vez sí el banquillo sumó. Sólo Miso se mantuvo en el cinco inicial, y de la mano de una mayor intensidad defensiva, los hispalenses fueron mejorando sus prestaciones hasta meterse otra vez en el encuentro.

Pero la reacción visitante, como está siendo habitual toda la temporada, sólo respondía a tirones de casta y orgullo que no servirían más allá de unos pocos minutos ante un Pamesa lanzado, sobre todo desde la línea de 6,25 metros, donde parecía que había barra libre para los tiradores. Otra cosa es la confianza. Lo peor, sin embargo, es que los resultados y la presión pueden con este conjunto. Falta decisión a la hora de ir a la canasta rival, la precipitación invade a los jugadores a la hora de lanzar y el miedo, con el paso de los minutos, hace presa de los cajistas. Ése es el momento en el que el contrario pone tierra de por medio y el problema es que en los últimos partidos este momento es demasiado pronto, apenas en el segundo cuarto.

Así, tras una primera canasta de Miles que ponía a los suyos a sólo seis puntos de los valencianos al comienzo del periodo, llegó la clásica pájara. Los locales sumaron un parcial de 12-3 (38-23) y el partido quedó roto y prácticamente visto para sentencia dadas las sensaciones que ofrecían unos y otros.

Magnano intentó reaccionar poniendo en cancha a los teóricos titulares, pero ni por ésas, porque el mal que persigue al conjunto es común. Errores infantiles, pases al contrario, pérdidas continuadas de balón y cada uno haciendo la guerra por su cuenta. Así, francamente, se hace difícil asaltar La Fonteta, un fortín del que nadie ha sacado nada positivo y en el que hace falta mucho más para si quiera plantar cara. Dieciocho puntos de diferencia fue la distancia al descanso, otra vez una renta complicada de recuperar para un equipo demasiado acostumbrado a ir a remolque.

Y es que el Cajasol mantuvo el tipo a vueltas de vestuarios. Le costó meterse en el partido y el Pamesa logró al poco de la reanudación su máxima renta (55-33), pero el cuadro sevillano tiene calidad, de eso no hay duda, y cuando está centrado es otro conjunto. Con Ellis como baluarte -hacía tiempo que el alero no asumía su rol de anotador-, los pupilos de Magnano aumentaron la intensidad en defensa. Con eso, si en ataque se estaba acertado, era suficiente para detener a los locales, cada vez más nerviosos. No en vano, las chispas saltaron entre Williams y Bueno. Antideportiva para el norteamericano por empujar al pívot y una oportunidad de oro para, al menos, plantar cara. Por fin llegó la esperada reacción, la de casi siempre cuando todo parece perdido, aunque ya era demasiado tarde.

El cuadro sevillano no bajó los brazos, al contrario que ante los vitorianos, y peleó hasta el final cada balón. Por fin sacaba ese orgullo que tanto necesita para salir adelante, ya que, ahora, quizá es su única arma. Una canasta de Ignerski puso en vilo a los aficionados cuando el Caja se colocó a sólo ocho puntos y con tiempo suficiente para culminar la remontada. Sin embargo, las rachas igual que llega, se van, y otro arreón local (8-2) bastó para sentenciar el choque, pese a que los cajistas llegaron a ponerse a seis de diferencia. Era nadar para morir ahogado en la orilla, porque el partido ya se había tirado en otro segundo cuarto nefasto.

Sin tiempo para mirar atrás, no queda otra más que aprender de los errores y darse cuenta de que no se puede jugar mediante impulsos. Se necesita algo más, porque el pozo de la clasificación se siente de cerca y la presión se ha convertido en un lastre difícil de superar.

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