Golf l Open de España

Quirós y Sevilla, un amor mutuo

  • La templanza del gaditano le otorga en el 'play off' la cuarta victoria en el circuito europeo y rememora su primer triunfo profesional en el Real Club de Golf · Acaba con la maldición española en este torneo

Con 22 años, un mocetón llamado Álvaro Quirós abrazó las mieles del triunfo. Llevaba unos meses como profesional y se impuso en un torneo del Peugeot Tour. Fue en Sevilla, en el Real Club de Golf. Con 27 años, cumplidos el 21 de enero, este gaditano de Guadiaro volvió a saborear la victoria, un éxito mucho mayor que entonces, claro, pero en el mismo escenario que entonces: el recorrido alcalareño. El amor por Sevilla se extiende a su relación sentimental, pues su novia, María, es hispalense.

Quirós rompió al fin con una maldición que duraba siete años. Al octavo, sanseacabó. Sergio García fue el último español que se alzó con el título del Open de España (2002) y en los últimos 38 años sólo hubo tres: el levantino, Severiano Ballesteros y Antonio Garrido. La templanza del gaditano, esa serenidad necesaria cuando se juega con acierto pero no llegan los premios de los birdies, fue vital para que el triunfo se fuera muy cerquita de Valderrama.

Los 11 bajo par que acumuló Quirós al concluir los 72 hoyos del torneo no resultaron suficientes y tuvo que hacer un esfuerzo más, repitiendo en el 18, para desempatar con el inglés James Morrison, que disputa su primera temporada en el circuito europeo.

Un compatriota de Morrison, Mark Foster, se llevó la mayor decepción deportiva de su vida. Acabó líder el sábado y mantuvo el tipo, aunque por atrás llegaba una legión de jugadores. Hasta ocho anduvieron con -10 en un momento de la jornada, aguantando Foster con -11 y también con -12 sin que nadie consiguiera superarlo.

El inglés estaba muy bien colocado para adjudicarse la victoria o, como mínimo, mantener el -11 que le valía ir al play off con Morrison. Pero el hoyo 18 lo engulló. Llegó bien a green, golpeó un buen putt para birdie, dejó la bola a un metro; si embocaba, lucharía por el título con su paisano y con Quirós. Su cara fue un poema cuando impactó la pelota por un lado del agujero y no entró: -10.

El español, antes, salvó el torneo, como luego reconoció, en el 17. Ya estaban olvidados el posible birdie del 8 o la posibilidad de eagle en el 9 si no llega a irse al agua tras pasar el lago o el bogey del 11 o varios golpes desde el collarín del green que no fueron de sombrerazo por centímetros. En el 17, con triple empate en la cabeza, empezó horrible el par 3, dejando la bola mal colocada en el rough a la izquierda de la bandera. Salió del atolladero, pero a cambio se dejó un putt de cuatro metros para mantener el par y no despedirse prácticamente de la victoria. Frío, tranquilo, dio un putt perfecto y lo dejó todo a expensas del 18.

Ahí, se pasó de la bandera y encontró la vía perfecta, siguiendo la caída, para llevar su bola a la vera del hoyo. No sumó el birdie, pero amarró el par. El primer regalo, el de Foster, llegó a los pocos minutos. El segundo, el de Morrison, puso la guinda al torneo para el jugador de Guadiaro, ya que el inglés, con su approach en el segundo golpe, zambulló la bola en el agua, dropó y se plantó en el green con cuatro golpes, mientras Quirós, que casi emboca desde 113 metros, disponía de tres putts para ganar el torneo. Esa sobriedad, la continencia máxima, le valió su cuarto título del circuito europeo, a uno por año desde 2007.

Carlos del Moral, en el tiovivo entre bogeys, birdies, doble bogey y eagles, acabó en un duodécimo puesto que lo hará crecer. Fue el tercer español en liza. Alejandro Cañizares, hijo del gran José María, fue tercero y se lamerá las heridas estos días al no meter un putt a dos metros para birdie en el 18 que lo habría llevado al desempate. Al menos, ganó su amigo Álvaro Quirós, que disfrutó ayer del romance con Sevilla.

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