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Rendirse es derrotarse a sí mismo

  • Límite Para el Caja, todo lo que no sea ganar al Real Madrid es recrudecer aún más su situación Novedad Bennett debutará con el reto de darle un nuevo aire al equipo

Lo peor que le puede pasar a un equipo es acostumbrarse a perder, vencerse ante su propia debilidad, no levantar la mirada del suelo. Ésa es, lamentablemente, la dinámica que ha marcado el devenir del Cajasol en la primera mitad de esta Liga, en la que las victorias, sólo cuatro en 15 partidos, con un amenazante promedio cercano al de un triunfo cada cinco encuentros, fueron bombonas de oxígeno que evitaron la prematura asfixia de este proyecto ensombrecido con el tiempo.

Después de las tres últimas derrotas encadenadas ante el Granada, el Tau y el Pamesa, en las que el resultado adverso preocupó tanto como la inconsistencia mostrada por un equipo que repentinamente se bloquea -considérese también falta de concentración- para encajar abultados parciales que lo condenan sin remisión, el precipicio en el que se ha asentado cada vez le causa más respeto, por no decir temor.

Todo lo que no sea ganar, más antes que después, es recrudecer aún más la situación, que, dicho sea de paso, debe estar dejando sin sueño a más de uno. El problema es que quien acude esta tarde a San Pablo es el Real Madrid -será mejor no pensar que, a continuación, el cuadro cajista deberá visitar las difíciles canchas de Unicaja y Akasvayu-, vigente campeón de la ACB y actual colíder, un conjunto que ha mejorado su plantilla con el propósito de conquistar la Euroliga, cuya Final Four se celebrará este año en su casa.

El hecho de haber perdido aquellos encuentros que debieron haberse ganado con anterioridad implica que la necesidad de sumar urgentemente para romper la triste tónica predominante no entiende de excusas como la notoria entidad del rival, argumento que en otras circunstancias sí podría ser admitidos. Hay que ganar, sí o sí, aunque tenga que ser a este Madrid que tiene, al menos, a dos jugadores de primer nivel europeo para cada puesto -Louis Bullock, su gran referencia exterior, es el madridista que más minutos juega y sólo está unos 26 en la cancha-, y que, curiosamente, acredita ser el peor reboteador defensivo de la Liga, pero el mejor ofensivo del campeonato.

Si la defensa es el cimiento más fiable sobre el que sustentar cualquier triunfo, sobra decir que ante un conjunto de este potencial dicha premisa es incuestionable. Los de Joan Plaza promedian 80 puntos por partido, mientras que el Caja recibe una media de 79,2. De mantenerse ambos registros, lo raro sería que el Madrid no sumara su decimotercer triunfo -sólo lleva perdidos tres choques, cuando cedió por una veintena de puntos en las pistas del Tau, Unicaja y Barcelona-.

El Cajasol, como era irremediable, ya ha tomado su primera medida para evitar el descalabro deportivo, aunque ésta no debe ser la última. Tras cortar a Carroll, que tiene tanta culpa como los demás, lo lógico sería que hoy debutara Elmer Bennett, uno de los mejores bases que ha conocido la ACB y cuya maestría en la dirección debe agradecer el equipo, que de un tiempo a esta parte no estaba siendo bien llevado por un desbordado Miles. Bennett, cuyos 37 años no deben prejuzgarlo negativamente -Turner siguió destacando con 40, y sólo los aficionados más desorientados y desagradecidos no se levantaron de sus asientos para ovacionar a Creus con 41- no debe estar para jugar muchos minutos, porque lleva seis meses sin competir y porque se habrá entrenado sólo dos veces con sus compañeros, pero su sola presencia debe ser un estímulo para un conjunto que necesita de un verdadero líder, rol que, demostrado está, no ha sabido ejercer Kakiouzis.

Bennett puede ser el mejor aliado de Magnano, quien, de puertas para afuera, inspira honestidad. Tras la derrota ante el Tau, el técnico compareció con la cara desencajada, como si unos despiadados atracadores le acabaran de desvalijar su casa, porque no quiere aceptar que es incapaz de sacar más de una plantilla que, desde luego, él no eligió. Magnano, que se siente un ganador del baloncesto, pidió confianza, pero, aunque duela, la competición ya no distingue entre quienes fueron campeones olímpicos y quienes ni llegaron a participar. Sólo sabe de victorias.

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