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La metamorfosis total (1-2)

  • El Sevilla se lleva en la segunda mitad un partido de la máxima rivalidad con dos partes totalmente distintas.

  • El Betis se comió a su rival hasta el descanso, pero después padeció lo mismo.

Otra vez triunfo del Sevilla en la edición número 126 del partido de la máxima rivalidad de esta bendita ciudad. Los sevillistas fueron capaces de darle la vuelta al marcador en un litigio que podrá ser recordado así que pasen los tiempos como el derbi de la metamorfosis. Porque cuesta trabajo asistir a un encuentro de fútbol en el que las dos mitades sean tan diametralmente diferentes y basta con mirar a un folio, el del periodista por supuesto, escrito con bolígrafos verde y rojo. En el primer tramo hay seis anotaciones, incluida el gol de Durmisi, de color verde; en el segundo, por contra, hay otras seis pero con color rojo, en este caso con dos número por las veces en las que la pelota atravesó la portería defendida por Adán.       Es el perfecto resumen de lo que aconteció ayer en un Benito Villamarín en estado de fervor máximo para intentar ayudar a los suyos a romper esa mala racha contra el eterno rival que ya parece hacerse eterna para quien la padece, pero está claro que el fútbol se desarrolla sobre el césped y los hombres de Sampaoli tuvieron una efectividad mayor cuando fueron superiores a su adversario. También conviene anotar en este relato de los hechos que N'Zonzi partió de una posición adelantada cuando retrocedió unos metros para peinar el balón que después sería remachado por Iborra en el gol que sería definitivo. Error del auxiliar de Del Cerro Grande, aunque en su descargo quepa decir que era una acción complicada de ser arbitrada en director. Pero fue un fallo de los jueces y así debe ser constatado en esta crónica periodística, como también que los sevillistas se quejen de la falta del 1-0.

A la hora de desmenuzar lo acontecido sobre el césped hay un último aspecto que también puede ser destacado en este arranque y fue que los tres goles llegaron en jugadas con la pelota parada. El Betis anotó a través de una falta directa transformada por Durmisi con la directa colaboración de un Franco Vázquez que se abre en la barrera; el Sevilla lo hizo en sendos centros al área local en los que Mercado e Iborra remacharon muy cerca de Adán después de que Mandi rompiera el fuera de juego en el primero y de que el guardameta bético tardara demasiado en reaccionar para buscar el toque previo de N'Zonzi en el segundo. Aciertos y errores, lo habitual en este tipo de encuentros y en el resto del fútbol.

Llega el momento para intentar explicar la metamorfosis tan evidente que se registró en este derbi número 126 entre Betis y Sevilla. Las razones pueden ser múltiples y variadas, pero sobre todo se podrían reducir al físico y a la calidad de los futbolistas que estaban sobre el césped. El Betis arrancó como una moto, de manera muy parecida a como lo hizo el día del Barcelona, y no sería ninguna tontería decir que se comió, literalmente engulló, al Sevilla en los primeros 45 minutos. La razón está en esa presión alta que ordenó Víctor Sánchez del Amo y que sus hombres ejecutaron de manera precisa y con un brío impresionante. Siempre que un rojo intentaba controlar la pelota tenía a tres verdiblancos a su alrededor y eso, lógicamente, tiene muchísimo mérito.

El Sevilla se sintió incómodo y adoptó una actitud impropia de una escuadra de sus galones. Dimitió, sobre todo en algunas de sus piezas y léase al Mudo Vázquez como la más evidente de ello, pero no fue el único. Los rojos se fueron del juego y permitieron que el Betis ejerciera un dominio de la situación casi absolutista. Cierto que no tuvo ocasiones muy claras, más allá de un cabezazo peinado por Mandi que tocó en el larguero por arriba, pero la sensación de mando era impresionante. Eso provocaba, además, que los suyos llevaran en volandas a los anfitriones.

El premio fue el gol de Durmisi era reconocido como justo hasta por el más furibundo de los seguidores de la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión. Pero los partidos de fútbol se componen de 90 minutos más los alargues, 96 en el total de éste, y eso es así para que las fuerzas físicas de los protagonistas se vayan agotando, algo que en el Betis, sobre todo en Dani Ceballos y algunos peones más, se hizo evidente en el segundo periodo.

Tras el descanso, Jorge Sampaoli, que había asistido con gesto de incredulidad y sin capacidad de reacción tampoco, al paupérrimo juego de los suyos en el primer acto, decidió mover piezas y con ello también el sistema. Sacó a Iborra y Ben Yedder por Franco Vázquez y Sarabia para que su equipo pasara de un 1-3-4-3 a un 1-4-3-3. ¿Es suficiente con esas variaciones para que todo cambiara de una manera tan radical después del intermedio? Seguramente no, pero se unieron las dos circunstancias, que el Sevilla sí compareció en ese tramo y que el Betis sencillamente agotó sus fuerzas y se fue convirtiendo en el grupo de futbolistas que afrontaban esta cita en la decimoquinta posición de la tabla clasificatoria, que todas las cosas tienen sus porqués.

Los visitantes, con Vitolo por la derecha y con Iborra llevándose todos los balones en el centro del campo, dieron unos pocos de pasos adelante y cambiaron el decorado totalmente. Si antes era el Betis el que engullía al Sevilla, ahora era justo al revés, pues el dominio visitante comenzó a ser absoluto. Es verdad que el gol del empate llegó en una acción a balón parado, tan válida como todas las demás, pero es que ya en esos instantes se veía que siempre eran Vitolo, Nasri, N'Zonzi, Iborra, Jovetic y Escudero, en sus incursiones por la izquierda, quienes monopolizaban el control del balón.

Cuando una falta frontal fue rematada en solitario por un Iborra habilitado por Mandi y Mercado, como en la primera vuelta, volvía a marcar ya era evidente que la tortilla se había vuelto. Y el Sevilla, entonces, fue capaz de interpretar así el derbi. Pasó de ser sometido por el Betis a someterlo, a transmitirle el mensaje de que difícilmente iba a salir indemne. Escudero, poco después de la igualada, tuvo la primera clara con un disparo cruzado, después llegaron tres remates en solitario en el corazón del área con escasa efectividad a cargo de Jovetic, Ben Yedder y N'Zonzi.

En el Betis ya se había perdido todo el orden y también las fuerzas para rebelarse contra la nueva situación que estaba viviendo en la hierba, sobre todo porque Dani Ceballos ya no era capaz de quedarse ni uno solo de los duelos individuales, todo lo contrario que Iborra, N'Zonzi, Nasri y Vitolo. Incluso en la grada el fervor había bajado varios puntos en el nivel de decibelios. Hasta que Iborra remató este derbi de dos caras tan nítidamente definidas en una nueva acción a balón parado mal defendida por los béticos. Los locales, ya por debajo en el tanteo, no demostraron que fueran capaces de reaccionar ante la superioridad que ahora sí mostraban los forasteros. La metamorfosis premió al que cambió de manera positiva, el Sevilla, y castigó al que mutó en negativo, el Betis. No hay más.

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