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Victoria o suicidio colectivo

  • Nervios La debacle ante el Fenerbahçe eleva a procedimiento contra Jiménez la visita de un Levante que, para colmo, llega en alza Cansancio El esfuerzo acumulado deja en el camino a Escudé y a Renato

Reponerse de golpes como el del martes requiere tiempo y un nuevo rosario de alegrías que, de momento, se antojan lejanas para el sevillismo, una corriente futbolística que se dispone a emprender una nueva e incierta andadura. Más que la eliminación en los octavos de final de la Liga de Campeones, algo que no debe avergonzar hoy día a ningún equipo de fútbol a no ser que inviertan 100 millones de euros en una temporada como el Real Madrid, duele la forma en la que el Sevilla se vio al final en la cuneta. Y eso, después de verse circulando por el carril izquierdo de una vía rápida, escuece. El Fenerbahçe entró en el bombo y al Sevilla le corresponde lamerse unas heridas que pueden hacerse más profundas todavía si hoy sobreviene una nueva catástrofe sobre el Sánchez-Pizjuán, que cosas más raras se han visto en este escenario.

Por recordar, así de pronto, no está mal rescatar la dolorosa visita del mismo rival de hoy, el Levante, en cierta tarde de Segunda División, con Lauren de azulgrana, y un equipo que se llevaba a Valencia tres puntos con un resultado de escándalo, cuatro goles a favor y el tercero de ellos con un jugador con el pelo pintado de naranja -Raúl Ibáñez- metiéndose con el balón en la portería sevillista para escarnio de su afición. Esa misma afición que aquel día creía haberlo visto todo después cantó cinco títulos en menos de dos años, vio a su equipo luchar por la Liga y sufrió una indisposición de caballo al verlo eliminado en la tanda de penaltis de la Champions. Y no, se ha demostrado que no lo había visto todo.

Claro que ahora se encuentra en un punto en el que no sabe qué debe hacer. El cabreo es general y el examen al entrenador es público. Manolo Jiménez se ha convertido en el personaje a vigilar y nadie puede asegurar que una victoria esta tarde del Levante no provoque un terremoto que acabe con la destitución del arahalense y un nuevo cambio en el banquillo. Da una muestra de cómo ha cambiado este club, que tras aquel histórico 0-4 ante el colista de Segunda División no destituyó a Fernando Castro Santos.

Pero el fútbol es muy fluctuante y hasta modifica los sentimientos. A día de hoy, todo lo que no sea que el Sevilla logre meterse entre los cuatro primeros será un fracaso al final de la temporada. Y para ilustrar a qué velocidad fluctúan esos sentimientos basta irse dos semanas atrás y repasar las crónicas de los periódicos para empaparse de un optimismo inmaculado tras una jornada en la que el equipo de Jiménez había conseguido acercarse a dos puntos de los puestos de Champions.

Ahora, ese objetivo está a cinco, pero los nervios se han disparado y las dudas, que nunca se fueron, acaparan todo lo que rodea al equipo, incluido un presidente que ya no esconde su mensaje vehemente cuando tiene que valorar un resultado deportivo. La debacle ante el Fenerbahçe ha adquirido tintes trágicos hasta el punto de instalarse en la intrahistoria del sevillismo junto a pesadillas de infausto recuerdo; Isla Cristina con Julián Rubio, Real Sociedad con Camacho... Por todo ello, una derrota hoy con el Levante es una bomba de relojería. O mejor dicho, el Sevilla ahora mismo es una bomba de relojería que una victoria del colista de la clasificación haría de detonador.

Para complicarlo todo, Jiménez se encuentra con que la plantilla, ya de por sí corta y más corta desde enero a esta parte, tiene acumulado un esfuerzo brutal por el partido y la exigente prórroga que el Fenerbahçe obligó a jugar. No hay mucho donde mover y, además, el ambiente no está para experimentos y mucho menos para no apelar a lo que el entorno cree -con toda la razón- que es el once de gala. Pero el once de gala debe estar cascado por varios sitios. Para empezar, Jiménez ha tenido que dejar fuera de la convocatoria a Escudé y a Renato. El caso del francés anima a temblar por cómo siguen las cosas en defensa, pero también habrá que recordar que otro de los que últimamente van arrastrándose en el campo es Dragutinovic y el serbio no hizo precisamente un partido digno ante los turcos. Queda Mosquera. Dios nos coja confesados...

Y para terminar con el cuadro, el Levante, que hace nada estaba desahuciado y pensando en el descenso seguro, ha puntuado en cinco de sus siete últimos encuentros. Viene David en el once para quien quiera lamentarse recreándose en el pasado, con el pito estará el impredecible Bernardino González Vázquez, aunque su inercia casera es una esperanza, y el que debe mover los hilos pierde los nervios con la prensa el día que no se puede equivocar bajo ningún concepto. Lo dicho, una bomba de relojería. ¿Qué cable cortamos? ¿El azul o el rojo?

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