Cajasol 69 - 74 pamesa · la crónica

Hay alma, hay derrota

  • El equipo despierta en un cuarto final de mérito, pero vuelve a las andadas y cae con justicia · Aun con arreones de buen juego, los nervios siguen muy presentes

No hay duda de que los jugadores han entendido el mensaje con la destitución de Comas. Se pusieron las pilas, cargaron de fuerza su pésimo estado anímico y tuvieron arreones de orgullo que pudieron servir para poner la segunda victoria en la tabla. No ocurrió porque hay muchos puntos por limar y un juego interior tan flojo que los rivales siempre sacan provecho. Jareño hizo que el equipo no anduviera muerto, aun sin premio. A ver si con Pedro Martínez esto cambia. Los resultados mandan.

Los males no se van a ir de la noche a la mañana por mucho Edney que se haya fichado o mucho despido que se llevara Comas. Aunque, de primeras, buena cara, espléndida, de hecho. El Cajasol, imbuido por el cambio, se transformó en los dos primeros minutos del encuentro. Sólo un par de poco vale, dicho sea de paso, pero estuvo radiante. Tan poco acostumbra el equipo a estas alegrías que el disfrute fue superior en esos 120 segundos, un grano de arena en el desierto de 40 minutos que dura cada envite.

Siete a cero en el marcador y gente pidiendo la hora. No es de extrañar. Triguero, Carter y triple de Ignerski. El Pamesa, empanado, no se enteraba de la película. Hasta que hicieron caso a lo estudiado por Spahija, Mulero y compañía en los vídeos: balones dentro. La consigna no podía ser más diáfana. Todo el baloncesto patrio conoce que el juego interior es blando, muy blando. Perovic, gigante balcánico que vino de Goleen State a la Fuente de San Luis, se encargó de martirizar a los interiores locales con mates, canastas con reversos, medioganchos, un recital, vaya, con la aportación del acelerado Mirales, de Kuqo, de Pietrus…

Entonces, los fantamas y los miedos regresaron al Cajasol, incapaz de frenar los recursos por dentro de los valencianos. El atasco ofensivo, con pérdidas masivas en el primer cuarto por ambos lados, relanzó al Pamesa. Jareño movía y movía el banquillo, buscaba alternativas, pero su oponente se marchó tras el primer cuarto seis arriba: 9-15.

Los miedos continuaron tras el parón y encima aparecieron los exteriores del contrario, que también los había aunque hasta el momento sólo un triple de Rafa Martínez había subido al marcador por parte del perímetro levantino. A los sevillanos les salvó la línea de personal. Estuvieron 13 minutos sin apenas anotar, no más de cuatro puntitos que el Pamesa, por muy irregular que esté, aprovechó. Tres tiros libres de Douglas y dos triples de Avdalovic rompieron la breve reacción hispalense, que bajó de 13 a ocho la desventaja.

Antes del intermedio, Spahija insistió con Perovic y Miralles y el marcador se mantuvo por encima de los 10 puntos de renta para los visitantes: 26-37. Aparte de que anotar le cuesta un mundo a este Cajasol pensado para atacar, el nuevo Triguero, más motivado, se colocó con tres faltas. De Ilic nada se supo en 20 minutos y Edney se descompuso demasiadas veces para jugarse bolas porque le comía la posesión.

La segunda parte despertó el interés por una sencilla razón: despertó el equipo. Dejó patente en la cancha que tiene alma por mucho que la octava derrota subiera al final del encuentro al casillero de los sevillanos, últimos por deméritos propios. El arranque fue de nuevo animado con puntos forjados desde la defensa. Un canastón de Ellis levantó de sus asientos al público y tanto él como Miso encontraron el aro desde su posición favorita, el triple. Rugía como un león San Pablo con dos tiros libres de Triguero para dejar a cinco al Caja y llegó un maldito en este pabellón, Albert Oliver, para hacer ocho puntos seguidos del Pamesa ante el flojo trabajo atrás de Edney. El catalán cerró el cuarto para mantener a 11 a sus compañeros.

En el episodio final, con el triunfo en juego, el equipo creyó en la victoria. Creyó tanto que recortó una decena de puntos hasta colocarse a uno con balón. Los triples de Savanovic e Ignerski amargaron a Spahija. Se puso a ocho el Caja. Luego, Pecile, con otras dos canastas de tres, menguó a uno el margen a favor de los valencianos, pero el propio italiano desperdició la ocasión de adelantar a su escuadra.

Pietrus, en un palmeo y con dos tiros libros más tarde, tranquilizó al Pamesa. Entre cinco y tres puntos se mantenía la horquilla en contra. Hasta que Williams, desaparecido todo el encuentro, sacó su fusil con un triple que heló a un Caja con corazón pero que arrastra demasiado lastre.

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