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Ocho años y cinco días

  • El club trabaja para que los pararelismos con la final del 10 de mayo en Eindhoven refuercen la mentalidad del equipo y alienten a la afición con vistas a Turín

Tal día como hoy, hace ocho años, el Sevilla cortó una sequía de 58 años sin ganar un título. Sucedió en aquella final de Eindhoven, mil veces glosada. Y son tantos los paralelismos entre el camino que anduvo aquel equipo que ahormó Juande Ramos y el que esta temporada ha ensamblado Unai Emery para plantarse en la final de Turín, que en el seno del club de Nervión lo ven como una señal inequívoca: el próximo miércoles caerá la tercera.

La cabeza visible del club, Pepe Castro, es el primero que airea las similitudes entre aquella UEFA de 2006 y la presente Liga Europa. Lo hace ante los micrófonos, de forma protocolaria, aludiendo a términos como "unión" y "simbiosis", pero también en la distancia corta se muestra convencido de que su equipo está predestinado a dar otra campanada continental, por los constantes guiños con aquel 2006: un equipo plagado de fichajes, como el de entonces, con un entrenador recién llegado que ha padecido momentos de crédito agotado, que en la segunda mitad de la campaña ha despegado con rotundidad y que en Europa ha tenido que pasar momentos delicados para llegar a la finalísima, con goles preñados de épica: el de Puerta entonces, el de M'Bia ahora.

Y el club, con su pesada maquinaria de mercadotecnia, allá que se ha lanzado para convencer a todo el personal de que la suerte está echada, que en Turín no habrá vuelta de hoja y que pagar unos 500 euros para un viaje de ida y vuelta el mismo miércoles merecerá la pena por el hecho de ver a Rakitic levantar el trofeo.

La camiseta de la final ante el Benfica, tan blanca y limpia como aquella ante el Middlesbrough, no es sino otro guiño a aquel partido que cambió el destino del sevillismo. Su diseño va directo al corazón y como cuesta 30 euritos, ayer se formó una gran cola en la tienda del estadio para adquirirla. Volaron las primeras 600. Se da el caso, como en aquella cita en Holanda, que el rival tiene en el rojo su color dominante. Y como el Sevilla actuará como local, en los despachos del club de Nervión han dado los pasos adecuados, como hace años, para que el sevillista se compre la novísima camiseta o, en su defecto, saque del armario su la camiseta blanca que le dé mejores vibraciones.

Otro guiño a aquella temporada mágica que acabó con el primero de los tres títulos europeos en las vitrinas sevillistas: la bufandada que ya se organiza para que los casi 10.000 sevillistas que pueblen las gradas del Juventus Stadium reciban al equipo cuando salte a la hierba. La primera gran bufandada que organizó el Sevilla fue aquel Jueves de Feria, el del gol de Puerta al Schalke.

Ese convencimiento pleno del éxito en la final turinesa va en la línea de ese "¡Échale huevos!" que surgió de forma espontánea en la grada nada más caer su equipo ante el Betis en la ida de los octavos de final. Un grito de guerra que ha cuajado como inmejorable arenga en el vestuario.

El pasado jueves, en la recepción que el Sevilla brindó a la prensa en la caseta de la Peña Sevillista Macarena, Pepe Castro adelantaba que el Príncipe Felipe asistirá a Turín para animar al Sevilla... como en el Philips Stadion hace justo ocho años.

Todos estos detalles confluyen en un único propósito: armar moralmente a un grupo con una media de edad baja y que en muchos casos, no tiene experiencia en un estrato tan alto como es una finalísima europea. Beto vivió alguna como suplente en el Oporto, Reyes sí que tiene su bagaje... pero poco más. En cambio, el Benfica tiene una impagable ventaja: hace apenas un año, en el Amsterdam Arena, litigaron de tú a tú con un portaaviones como es el Chelsea y cayeron por su proverbial mala fortuna con un gol de Ivanovic en el último minuto. A buen seguro que han aprendido de ese precedente. Emery lo sabe y quiere contrarrestar ese déficit mentalizando a los suyos de que parecen predestinados a ganar esta Liga Europa por todo lo que han atravesado por el camino y por la entrega absoluta de la afición desde que a Estoril se desplazaron 4.000 sevillistas para un ordinario partido de liguilla.

Flota en el ambiente una energía muy positiva, de comunión y de convencimiento pleno. Y al final, hasta la crisis económica está calmando las aguas después de que apenas 8.000 socios tuvieran acceso a las entradas: son tantos los que están renunciando al caro desplazamiento, que el abanico se está ampliando y todos los socios han dispuesto de entrada. De hecho, ayer no agotaron el papel y entre hoy y mañana, incluso el público va a poder comprar las que aún quedan. Saldrán 214 entradas a 55 euros. Así, todos contentos. Mejor rollo aún.

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