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Un brindis, y a por la Liga

  • Reencuentro Nervión celebrará la final copera, pero exigirá a su equipo que ante Osasuna zanje las enormes dudas de Getafe Clave La victoria, vital para no alejarse de la Champions

Lo que son las cosas. En mayo de 2004, el mismo rival de esta tarde comparecía por Nervión y después de un partido no apto para menores de 18 años, de violento que fue, miles de sevillistas se concentraron en la Puerta de Jerez para celebrar que su equipo jugaría la siguiente Copa de la UEFA. Aquella victoria ante Osasuna con gol de Julio Baptista hizo estallar de júbilo a una afición que por entonces soñaba con el mero hecho de jugar una semifinal de algo.

Hoy, después de cinco títulos, seis finales y seis clasificaciones europeas, nada es igual.El Sevilla logró el miércoles la séptima clasificación para una final de Copa en sus más de 104 años de vida, una conquista digna de celebrarlo por las calles de la ciudad. Y apenas se oyeron las bocinas, apenas tronaron los cohetes. Apenas asistieron a la Puerta de Jerez medio centenar de irreductibles. El contraste con aquella imagen de los Pablo Alfaro, Darío Silva y demás encaramados a la fuente es brutal.

Tan alto es el listón de las exigencias del sevillismo, que apenas se alcanza a verlo. Jiménez seguro que no lo ve si alza la vista desde el banquillo del Ramón Sánchez- Pizjuán a eso de las siete de la tarde, cuando salte a la hierba y compruebe que el debate continúa latente.

Y es la acritud de ese debate lo que pone sordina al éxito copero. El Sevilla de Jiménez cargó de razones a la legión de críticos con su pésimo juego en el Coliseum Alfonso Pérez. Cuando el histriónico de Iturralde pitó el final del partido, en los cenáculos sevillistas reinó una extraña mezcla de alegría y malestar. El sufrimiento fue mayúsculo y posiblemente la actuación de Palop evitó una debacle como la de hace casi un año en San Mamés.

Esa energía negativa también comparecerá hoy en Nervión. La hinchada brindará por el pase a esa final sin día ni sede, pero cuando el balón eche a rodar no va a dejar pasar una, que son ya muchos los malos tragos en casa en esta Liga y está muy fresquita la angustia del pasado miércoles.

Jiménez sigue en el ojo del huracán, y está en él y su plantilla sofocar ese fuego. ¿Cómo? Con un juego convincente. Y convincente no quiere decir preciosista, virtuoso. Quiere decir sólido, con un trazo definido y con mando en plaza.

En Osasuna ya no están Pablo García, Morales o Cruchaga, ni Aguirre en el banquillo, pero cualquier recién llegado al nido pamplonés capta la onda y proclama que "ante el Sevilla le hierve la sangre". Quiere ello decir que los rojillos mantienen el estímulo de esa insana rivalidad incubada desde hace años, y que por tanto los sevillistas habrán de emplearse con una concentración y una intensidad plenas desde el primer minuto.

Vuelve Negredo, también Stankevicius y todo hace indicar que Jiménez optará por un equipo muy similar al que fue zarandeado por el Getafe. Primero porque es el equipo titular y ya no hay partidos intersemanales que fuercen a las rotaciones, y segundo porque este Sevilla está en la obligación de hacer olvidar el pésimo juego del miércoles para aplacar el ambiente y enderezar el camino hacia la Liga de Campeones.

Es probable que el único retoque táctico de Jiménez sea la vuelta a los dos delanteros en detrimento de un centrocampista, posiblemente Romaric. La pareja Zokora-Renato se ha mostrado como la más fiable, sobre todo en casa ante equipos que muestran un repliegue intensivo como hará hoy este Osasuna que llega engallado, después de cuatro victorias seguidas.

También es posible que Stankevicius regrese al equipo como lateral derecho para que Adriano dé más profundidad al ala izquierda desde atrás, y que Diego Capel propicie el descanso de Perotti.

Al Sevilla no le queda otra que salir a revienta calderas para bajar los humos al rival, agarrar el partido por los cuernos y pensar en amarrar la plaza de Champions. La Copa puede esperar.

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