Betis-villarreal b

El coraje del campeón (2-1)

  • El Betis remonta tras el descanso con goles de Rubén Castro e Iriney para acabar como primero por derecho propio. Al adiós de Belenguer se le puede sumar el de un ovacionado Emana.

Ni un ambiente festivo, ni una semana cargada de actos oficiales o de reuniones para solventar los problemas económicos, ni el calor, ni comenzar perdiendo... A este Betis dirigido por Pepe Mel, bien secundado por Roberto Ríos y Jesús Paredes, no le puede reprochar nada en un año de ensueño que ayer culminó con una remontada para proclamarse campeón de Segunda por derecho propio y sin tener que mirar a lo que ocurría en Vallecas. El líder sacó a relucir su casta y, con Iriney como máximo exponente, le valió con realizar 20 minutos de ese fútbol intenso y vertical que ha convertido en sello propio para imponerse a un Villarreal B que inició el encuentro sin complejos, pero que se diluyó ante el empuje de los hombres de verdiblanco.

 

24 victorias, 83 puntos, 85 goles en la Liga para un total de 98 en la temporada, el debut de ocho canteranos... La hoja de méritos de este Betis se hace casi interminable en uno de los años más convulsos de su historia, en el que han tenido que pasar tres presidentes para encontrar la figura de Rafael Gordillo, ese mito del beticismo que ha catalizado las energías que se mueven alrededor del club para que el Betis no perdiera el rumbo a Primera.

 

El duelo ante el Villarreal B pareció llegar con poca historia, por aquello de que el filial ya logró su permanencia en la jornada anterior y que el Betis lleva tres semanas de celebración en celebración. Sin nada prácticamente en juego, ambos equipos arrancaron con la intención de controlar la pelota y marcar el tempo del partido, pero sería el filial el que, además, añadiera una dosis de verticalidad para acercarse a la portería de Casto. Un disparo de Joselu, otro de Fofo y un lanzamiento de Marcos obligaron a que el meta justificase su presencia. E incluso a punto estuvo de evitar el gol amarillo, pero su despeje al testarazo de Airam lo aprovechó Joselu para rematar de primera en boca de gol.

 

La falta de intensidad del Betis se reflejó a la perfección en esa jugada. Saque de esquina al primer palo y hasta tres jugadores visitantes tocaron la pelota sin que un defensa los incomodara. Y si eso ocurría en la retaguardia, otro tanto en el ataque. Y es que Rubén Castro pudo igualar la contienda si no se adorna en el mano a mano ante Vicente Flor, tras asistencia de Emana, en una jugada similar a la que errase en el último suspiro del encuentro en Alcorcón. Aun así, al canario se le vio entonado, pese a partir desde esa posición escorada a la derecha a la que lo obliga en muchas ocasiones la presencia de Emana en el campo. En varias acciones entre ambos se intuyó el gol, pero el Betis no encontraba ese punto de tensión que lo llevase a igualar el marcador.

 

La reacción vendría en el arranque de los segundos 45 minutos. Con la entrada de Juanma por Jonathan Pereira, Mel dotó al equipo de un mayor equilibrio en la zona central, donde hasta ese momento Castellani y Llorente encontraban espacios para imponer su criterio con la pelota. Ese hombre más para ayudar a Iriney y Beñat y el paso adelante dado por el resto del equipo provocaron que el Betis empezase a convertirse en ese equipo reconocible que finaliza como el mejor de la categoría.

 

En apenas un minuto, Rubén Castro avisó de sus intenciones por partida doble. Primero, con un tremendo disparo que no acabó en gol por salir demasiado centrado; luego, en un remate de cabeza que se marchó fuera por poco y que sería el preludio de lo que ocurriría cuatro minutos después. Una apertura de Juanma para la incorporación de Miguel Lopes acabó con un excelente pase del luso a la cabeza del delantero canario que esta vez no perdonó. Dos minutos después, el corazón y los pulmones de este Betis, Iriney, se bastaría solito para culminar la remontada y provocar la locura en Heliópolis. Su arrancada y su violencia en el golpeo sólo podían tener como fin la red, como así fue.

 

Con la ventaja en el marcador y el carrusel de cambios lógico para paliar el tremendo desgaste, el duelo perdió gas, aunque el Betis sí mantuvo la pelota con inteligencia para que la fiesta que se vivía en la grada no sufriera ni un solo susto. Y si el balón se acercaba al área, ahí aparecía Casto para romper cualquier esperanza de reacción del visitante, reivindicando su papel en este equipo del ascenso.

El Betis se despidió ayer de la Segunda División, esa categoría definida como el infierno, con la ilusión de que en su caso haya sido el purgatorio a las culpas acumuladas por todos en tantos años de loperismo. El merecido homenaje a pie de campo que se llevaron los protagonistas del ascenso, esos jugadores que han dejado atrás cuantiosos obstáculos para centrarse exclusivamente en lo deportivo, debe marcar el inicio de un nuevo Betis. Ahora sólo falta que nadie se cargue un invento en el que vuelve a brillar su sentimiento verdiblanco.

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