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El efecto del ausente

  • Jiménez demostró en Montjuïc que también hay un Sevilla sin Daniel · Adriano y Jesús Navas contribuyen enérgicamente al segundo triunfo foráneo consecutivo

Tema de conversación preferido para cualquier taxista en Barcelona, el futuro de Daniel Alves es ahora mismo un misterio sin resolver. Ni él mismo tiene el privilegio de conocer la solución; incluso pagaría por ello. Pero mientras tira para un lado o para otro, al Sevilla le tocó ayer vérselas sin el alegre destello de sus botas.

Tribulaciones de un Sevilla sin Daniel , puede ponerse por título a la escena de anoche en Montjuïc. Jiménez prácticamente juega al backgammon en su sesera para componer sus piezas cada vez que el de Juazeiro ve una tarjeta amarilla, justa o injusta, con perdón o sin él. Ante el Espanyol traía varias opciones pensadas, pero la primera se le cayó media hora antes. Crespo se realizaba una prueba vestido de corto sobre el mismo césped del Lluís Companys para acabar desistiendo en el intento, descalzarse las botas y quedarse fuera de la relación de inscritos en el acta que se llevaba el ordenador portátil de Delgado Ferreiro, que tampoco dejaba atrás un valiosísimo triunfo nervionense. Mejor eso que volver a romperse en el minuto 20, o antes, como otras tantas veces.

Adriano y Jesús Navas dibujaron de naranja, el color de las botas de ambos, la banda derecha del Sevilla. Con ese tono chillón deslumbraron a un cegado Clemente Rodríguez, centro de las iras del público catalán y colaborador en las peripecias atacantes de un Jesús Navas explosivo en varias fases del partido, no sólo en ese primer tiempo en el que el equipo de Jiménez encerró sin dar un solo pelotazo al Espanyol en su campo. Adriano, que ha encontrado una competencia en Capel tan feroz como la que tenía con Puerta, debe ir dándose cuenta de que su perfil bueno es el derecho. Por ahí saca jugo a su mejor pierna y hasta se permite hacer lo que le cuesta en la izquierda, poner balones de gol. Su pase en el segundo de ayer podía llevar el sello del mejor Daniel, requisito necesario o al menos recomendado para que todo acabe como el hincha sevillista desea. El tiro de gracia lo suelen dar los de siempre, esa pareja que rompió la Copa de África y que se sigue entendiendo tan bien. Kanoute y Luis Fabiano. Pase y gol, pase y gol. Inviértanse los protagonistas.

El cuarto también llevó la marca de la banda derecha como mejor homenaje al ausente. Ni Clemente ni Chica iban a poder con un Jesús Navas que parecía estimulado por la cercanía de las pistas de atletismo y el aclamado por el público de Montjuïc para escarnio del argentino se vio retratado en la carrera libre contra el palaciego. Diego Capel, que ya había cumplido expulsando al suyo, pegó el cerrojazo.

Otra cosa es la cruz que ni Juande, ni Jiménez, ni De Sanctis ni Palop han podido levantar en la defensa. La nerviosera se masca en cada ataque del rival, ya sea a balón parado como en movimiento y Montjuïc fue otra muestra más. Los sufrimientos por ese lado parecen no tener fin y hay quien cruza los dedos cuando piensa en cómo puede hervir un estadio turco cierto miércoles que está ya ahí.

La prueba de fuego que era no quemarse sin Daniel en una cita que podía marcar la temporada en cuanto a replanteamiento de objetivos se pasó más o menos con nota, aunque con mucha estridencia de resultado. Debe ser cosa de este nuevo Sevilla en el que se pasa tan fácil de la euforia a lo apocalíptico. Paciencia, hermano, paciencia.

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