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Y a todo esto, ¿había entrenador?

Lo grave a veces no son las derrotas sino cómo vienen. El Betis fue un equipo plano, sumiso, incapaz de esbozar una protesta y en todo momento manejado por un Atlético que practicó un fútbol con muy poco ritmo pero con el que se encontró muy cómodo al ver que su oponente no hacía nada por cambiar la dirección del viento.

La actitud no salió a no ser que fuera esos diez minutos de la segunda parte, pero ni dentro ni fuera del campo. Las decisiones tomadas desde el banquillo iban en consonancia con el ritmo del juego: llegaron escasas, mal y, extrañamente, muy tarde.

Defensa

La pareja de centrales era de circunstancias, pero eso no exime al sistema defensivo en general, que permitió al Atlético tocar y tocar esperando a que el hueco se abriera. En la primera parte se abrió, además, muchas veces a la espalda de Zamora y Melli con balones largos que también se dejaban ejecutar cómodamente. El gol de Forlán que abrió la noche llegó de esa forma y a partir de ahí el Atlético cambió la manera de atacar despistando siempre al Betis. Los cambios de banda de Maxi no dieron problemas en sí por el argentino, sino por sus hombres de permuta, Reyes primero y Simao después. Ambos buscaban la falta en las contras.

Ataque

Arzu no apareció y, sin conexión una vez más, lo único potable fue la actitud de Xisco porque parece el único capaz de arrancarse solo. Edu tiene calidad pero se aburre sin apoyos, mientras que Sobis se justifica ofreciéndose de cara lejos del área y volviéndose a esconder. Pavone da y se parte la cara, pero le pasa como a Edu.

Virtudes

El Betis tuvo diez o quince minutos en los que creyó que podía meterse en el partido, pero...

Talón de aquiles

El equipo fue plano, pero el entrenador, más. No buscó nada y tardó una eternidad para dos cambios.

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