No es para gritar ¡albricias! ni nada similar porque las derrotas no sirven para nada. Pero no deben los futbolistas del Betis doblar la cerviz por la cosechada en Mestalla. Si hay formas y formas de perder, los hombres de Paco Chaparro escogieron ayer la más acertada. Y no sólo por la valentía de jugarle al Valencia con la defensa donde ni Koeman se atrevió a situar la suya, sino porque con esta pinta de equipo abigarrado y solidario ha encontrado el Betis un sello propio lejos de Heliópolis. Apenas un retoque para tratar de asumir menos riesgos que en Montjuïc: Rivera formó tándem con Arzu para soltar metros e irse con Capi sólo cuando el 2-0 solicitaba el regreso al dibujo habitual.

Defensa

La incursión de Álex Ortiz provocó lógicos desajustes por su recién nacida empatía con Juanito y por ahí encontró el Valencia cómo horadar una zaga adelantada que también se vio oprimida por la nula ayuda defensiva de los extremos, José Mari y Xisco, que habilitó los terrenos donde el rival generó pases diagonales con veneno a los costados de los centrales.

Empero, la fe en el sistema fue máxima pese a que en la segunda mitad la defensa perdiese unos metros y el equipo se obligase a un mayor esfuerzo ante un Valencia que pretendió ganar el centro del campo por superpoblación.

Ataque

Aun con dificultades para combinar, el Betis llevó el balón lejos de Ricardo y visitó el área rival. Aunque en sus cercanías no encontró una mente lúcida para un desmarque, un pase al hueco, un regate... Sin esas soluciones individuales, sí aprovechó su juego a balón parado en el gol y en un remate de Juanito al larguero.

Virtudes

El Betis pacato y derrotado de antemano ha desaparecido.

Talón de aquiles

Fallos individuales en los goles encajados, amén de los arbitrales.